-Amelia, ¿dónde estás? -gritó Otto ansiosamente.
Ella se puso aturdida. En su impresión, nunca imaginaba que Otto se enfadara.
-He vuelto a mi país -La llamada terminó directamente. Ella sintió como si pudiera ver la escena de que Otto tiró el móvil. ¿Por qué estaba tan enojado? ¿Solo porque ella salió en secreto?
Mirando el chalé frente a ella, respiró. Solo podía explicar esta cosa a Otto después. Necesitaba buscar a Paula primero y sus hijos deben alojarse.
Amelia estacionó el coche en la puerta. Todavía no llamó a la puerta, ya salió una figura desde dentro. Esa persona se acercó, y cuando Amelia podía ver su rostro claramente, casi detuvo el respiro.
Era un hombre guapísimo con los rasgos finos. Tenía el pelo pardo y un mechón caía por la frente. Tenía las cejas muy espesas y los ojos profundos con frialdad. Además, tenía la nariz respingona y los labios seductores. Se parecía a un príncipe que apareció del cuento de hadas.
Daniel solo echó un vistazo a Amelia y los ojos brillaron. ¡Qué belleza era! Pero se fue con su asistente sin prestar atención a los niños a su lado. Parecía que tenía algo muy importante que hacer.
Sin embargo, el asistente de Daniel no pudo controlar la mirada a los niños al lado de Amelia. Ese niño se parecía tanto a su jefe. Sobre todo, los ojos brillantes.
Cuando vio a Amelia, Paula se quedó con los ojos fuera de las órbitas. Y miró a los dos niños, abrió los ojos más exageradamente.
Pensó que su hermano Carlos estaba enamorado de Amelia todo el tiempo. Si él vio a estos niños, ella no sabía qué iba a reaccionar.
Y echó una mirada a Nicolás, que estaba fijando los ojos en ella. Estaba tan sorprendida por la belleza de él. Era un genio el hijo de Amelia.
-También quieres darme un beso, ¿no? -Nicolás se quedaba risueño. Su sonrisa era tan brillante que el cielo. La luz del cielo no podía competir con su sonrisa.
Paula quería rechazar pero su cuerpo no pudo controlarse. Ella, nunca pudo resistir la tentación.
Amelia presenció todo y solo movió la cabeza. Su hijo siempre estaba resplandeciente, haciendo que ella se quedara con menos atractivo.
-Vamos. Hablaremos en casa. Déjame recibiros. Pero mi hermano ha viajado por trabajo. Si sabe que has vuelto, es seguro que va a desvelarse por alegría -dijo Paula con emoción. Pero al ver a los niños, le surgieron los pensamientos complicados.
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