Adiós, Mi Amor romance Capítulo 4

Mariana esbozó una sonrisa irónica y se rio de sí misma.

Bajo la luz de la luna, su sombra se reflejó en el suelo.-

Durante ese periodo, ya se había quedado en piel y huesos por el tormento de la enfermedad, hasta el color de su sombra parecía más pálido que antes.

Miguel le preguntó: "¿A dónde fuiste hoy durante el día?".

Ella levantó la mirada: "¿Te importa?".

"No realmente, le pedí al Sr. López que te buscara para hablar sobre los términos de nuestro divorcio, pero me dijo que no estabas".

"Oh, fui al hospital".

"¿Qué hacías en el hospital?".

"Fui a reconstruirme el himen, ya lo sabes, ¿por qué me preguntas?".

Miguel dijo: "Mariana, la verdad es que nunca te he entendido... Si querías la familia Torres, después de casarnos todo habría sido tuyo, ¿era necesario que mis padres murieran para satisfacerte? Ellos te adoraban, te trataban como a su propia hija, con solo pedirlo, yo te habría dado cualquier cosa, y mis padres también. Soy su único hijo, te habrían dado todo, pero ¿por qué...? ¿Por qué te tomaste tanto trabajo en actuar conmigo y hacerme creer que era verdad? ¿Era solo para quedarte con la familia Torres?".

"Miguel, ¿y si te digo que no sé nada de lo que me preguntas, me creerías?".

Él negó con la cabeza: "¿Piensas que lo haría? Mis padres fallecieron, me quedé sin nada. Sumido en la desgracia, bebí todos los días hasta casi morir de una intoxicación alcohólica, y ustedes, la familia Sánchez, ¿qué? Aprovecharon para apoderarse de todo lo que tenía la familia Torres, y tú simplemente desapareciste, sin dejar rastro... ¿Cómo quieres que te crea?".

"Miguel...".

Miguel continuó: "Si no hubiera sido por Teresa, que apareció ante mí, que me apoyó y me alentó, que estuvo conmigo en esos días oscuros y sin luz, probablemente ya no estaría aquí para enfrentarme a ustedes".

"...".

Cuando ella se fuera, sabiendo que había una mujer que lo amaba a su lado acompañándolo, no se preocuparía demasiando.

Al menos sabía que estaría bien y podría irse sin remordimientos.

Encontraría un lugar en donde no pudiera verla y esperaría silenciosamente la muerte, no le causaría problemas.

El reloj de pared dio doce campanadas, ya era medianoche.

Ella sonrió y le dijo: "Te prometo que será solo por esta noche, después de esta noche, firmaré el acuerdo de divorcio para ti".

Miguel no se movió, frunció el ceño y la miró, como si estuviera considerando cuánto podía creerle.

Mariana se levantó, se acercó a él voluntariamente, se apoyó en su pecho y besó sus labios: "Miguel, considéralo como... mi último sueño, piensa que te lo estoy rogando...".

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Adiós, Mi Amor