Alvaro, quien estaba viendo todo el fiasco, entró despacio y volteó a ver a Rebeca para preguntarle:
-¿Por qué sigues despierta?
Rebeca actuó como si estuviera sorprendida de verlo llegar y lo agarró con un puchero delicado para que se sentara al lado de ella antes de poner sus brazos alrededor de su cintura.
-Dormí mucho durante el día y ahora no puedo. ¿Por qué estás aquí?
-Vine a visitarte. -La mirada de Alvaro se fijó en mí, frunciendo y ordenando de inmediato- ¡Encárgate de eso! —Su voz era fría y carente de preocupación. Rebeca puso una expresión de arrepentimiento con sus brazos alrededor de él.
-Fui descuidada y lastimé a Samara por accidente.
Alvaro le acarició el cabello con calma pues al parecer no
iba a regañarla. Mi corazón dolía como si me hubieran forzado a saltar de un precipicio y arrastré mis pies fuera del cuarto lentamente. Sabía que iba a perder la apuesta, pero esperaba a que Alvaro fuera al menos a preguntar si estaba herida. Eso iba a ser suficiente para mí. Sin embargo, no me volteó a ver ningún segundo y ni siquiera parecía tenerme lastima. En el pasillo, una figura alta bloqueó mi paso. Volteé hacia arriba y me encontré con la mirada firme de Gael Ceja. Lo saludé confundida.
—¡Dr. Ceja!
Me miró por un buen tiempo antes de preguntar.
-¿Te duele? —El dolor y amargura me inundaron al escuchar su pregunta. Lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas y cayeron al piso. No pude evitar estremecerme por el viento fresco que atravesaba por el pasillo, intensificando la tristeza en mi interior.
«Incluso un conocido me pregunta si me duele. ¿Cómo pudo ignorarme la persona con quien he estado casada por dos años como si fuera un descarado?»
Gael tomó mis manos y encogí mi espalda de manera inconsciente, pero me agarró con fuerza.
-¡Soy doctor! -dijo Gael de manera directa sin dejar espacio para discusiones. Era doctor y era su responsabilidad tratarme. Sabía que no era un entrometido y que solo quería revisar mis heridas porque soy la esposa de Alvaro. Lo seguí hasta un cuarto, le murmuró algo a una enfermera en guardia y volteó para decirme—. Ella va a revisar tu herida.
-Gracias. -Asentí. Después de que Gael se fuera, la enfermera limpió la quemadura en mi mano con cuidado y sus cejas fruncieron cuando vio varias ampollas.
-Esto es muy grave. Puede dejarte cicatrices.
-Sabes bien que es inocente. Te ama.
Alvaro lo miró con ojos fríos.
—No sabía que te preocupaba.
Al escuchar sus palabras, Gael frunció.
—No lo pienses demasiado. Solo te lo estaba recordando porque espero que no te arrepientas de tomar esa decisión en un futuro. Aunque te ama, puede dejar de hacerlo en cualquier momento.
—¡Ja! -Se burló Alvaro-. Siempre he menospreciado su amor...
No pude seguir escuchando el resto de su oración.
«Es mejor no escuchar algunas cosas. Sería una tonta si sigo escuchando a escondidas»
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