Matías se dio la vuelta con caballerosidad, pero el sensual cuerpo de ella ya estaba impreso en su mente.
La cara de Clarisa se contorsionó con incomodidad mientras saltaba detrás de la puerta para ocultar su pudor.-
-Yo... yo pensé que era Elida. ¿Qué estás...? -Clarisa estaba desconcertada por completo. «¿Por qué está aquí? ¿Es un Tamayo?».
-¿Tío Mati? ¿Qué haces aquí? -Elida terminó la frase para Clarisa afuera.
«¿Tío Mati ¿Es el tío de Elida?».
Ay, cuánto deseaba Clarisa que el suelo se la tragara entera.
-¿No se me permite estar aquí? -Matías dirigió una mirada a la puerta.
-No, no, pensé que estabas en una cita a ciegas —Elida se rio-. Oh, esta es mi mejor amiga, Clarisa. Veo que ya la conoces.
«Por Dios, es mucho más que eso».
-Clarisa, este es mi tío... -Elida entró y vio que Clarisa era un desastre tembloroso y avergonzado. Se giró y se puso delante de la puerta-. Um, ¿Tío Mati? La verdad es que esto es un pequeño inconveniente para mi amiga en este momento. Así que... em... ¿qué puedo hacer por ti?
Matías se quedó pensativo un momento.
-Nada. Estaba en un viaje de negocios y te he comprado un regalo.
-Gracias, Tío Mati.
Se marchó después de darle el regalo a su sobrina.
Entonces, al cerrar la puerta y girar hacia Clarisa, Elida no pudo evitar soltar una carcajada. Clarisa solo se sintió miserable. Pero debido a lo incómodo de la situación, pronto lo dejaron atrás y dejaron de hablar de ello.
Al vestirse, Clarisa tiraba de su ropa y se sentía incómoda con las preferencias para vestir de Elida. Con una blusa cortada y una larga falda con abertura, dejaba al aire su pequeña y esbelta cintura.
—¿No es esto demasiado revelador?
-Está bien; hace mucho calor fuera -dijo Elida-, Muy bien, deja de jalar la blusa. Se supone que tienes que presumir de tu espléndida figura. Además, en esta casa no hay hombres. Tú eres mía para admirar.
—Tu tío está afuera. ¿Acaso no es un hombre?
Elida negó con la cabeza.
—Lo es, pero es mi tío y deberías llamarlo así también. El Tío Mati debe haber visto todo tipo de mujeres ahí fuera. Para él, las mujeres son sólo mujeres, ¿sabes? Además, eres mi amiga y seguro que ya se fue.
Llevó a Clarisa a la planta baja. Acababan de tomar asiento cuando vieron bajar a Matías. Clarisa era un manojo de nervios. «¿Por qué sigue aquí?».
La atrevida sugerencia asustó a Clarisa; el corazón casi se le sale por la boca. No es que se sintiera incómoda por la propuesta, sino por la persona a la que Elida se lo proponía. Clarisa no se atrevió a mirarlo mientras se preguntaba qué pensaría de ella después de hoy. Elida no se dio cuenta de que su amiga no se sentía bien mientras charlaba con Matías.
-Tío Mati, Clari es bonita, talentosa e inteligente... —Elida continuó con la presentación de Clarisa como si ésta fuera parte de su familia.
Matías, por su parte, no dejaba de contemplar a Clarisa mientras Elida hablaba, aunque sólo podía verle la coronilla.
—¿Qué busca usted en un hombre, Señorita Quiroz?
-¡No, no, no! Por favor, no se equivoque, Señor Tamayo. Todavía no tengo planes de entablar una relación.
-¿Me equivoco? -La voz de Matías era fría.
Elida iba a intervenir, pero Clarisa la hizo callar enseguida al pellizcarle el brazo para que no escupiera más disparates que sólo la humillarían más.
-Todavía soy joven, así que no tengo prisa —aclaró de inmediato Clarisa—. Además, no quiero meterme en una relación ahora; quiero centrarme en mi carrera. Por favor, no escuche a Elida. Gracias por su preocupación, Señor Tamayo.
Elida sólo pudo morderse la lengua al notar la mirada que su mejor amiga le había lanzado. Matías esbozó una sonrisa de satisfacción y dijo:
-Con su talento y su buena apariencia, Señorita Quiroz, debería, por supuesto, buscar al mejor hombre que exista. Pues bien, tengo unos cuantos candidatos adecuados. Ya me encargaré de que se conozcan algún día.
Clarisa se quedó atónita. «¿Este hombre no entiende el español? ¿Por qué insiste en emparejarme con alguien?».
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