Amor precipitado con un hombre frío romance Capítulo 2

Confusa, Susana preguntó:

-¿Cómo se supone que te vas a lavar tú si yo salgo fuera?

«Él no puede ver, ¿verdad?».

Sin responder, el hombre permaneció en silencio.

Como el ambiente se había puesto cada vez más tenso, Susana percibió su enfado. Llevándose la ropa de baño con ella, salió y le recordó:

-Ten cuidado. Hazme saber si me necesitas.

En el momento que Susana salió se sintió un poco molesta.

Mirando con frecuencia en dirección al baño, pensaba: «El suelo del baño está resbaladizo. ¿Y si se cae? O peor aún, ¿y si se muere de la caída?».

Puesto que estaba recién casada, desde luego no quería convertirse en viuda tan pronto.

Estando todavía nerviosa, su móvil sonó.

Su mejor amiga Helena Sastre le había enviado un mensaje de video con el título: «¡Para tu instrucción!».

«¿Para mi instrucción?», pensó. Entonces activó el video mientras se preguntaba de qué se trataría, puesto que el examen se había programado mucho más tarde este año.

-Umm...oh...umm...

Cuando el video comenzó, una mujer estaba tumbada encima de un hombre...

Poniéndosele la cara roja, Susana intentó detener el video, pero su móvil barato decidió no hacerle caso en ese momento.

Justo cuando era incapaz de parar el video, la puerta del baño se abrió.

Tan pronto como Pablo salió del baño, escuchó los sonidos vergonzosos.

Con una expresión sombría preguntó:

-¿Qué estás haciendo?

Escuchando esto, Susana sintió escalofríos corriendo su columna, y casi tiró el móvil al suelo.

Con pánico en todo su ser, escondió el teléfono debajo de la manta. Y aunque el sonido no era tan fuerte ahora, la mujer del video parecía gemir incluso más fuerte.

—¿Estás...? —empezó Pablo, frunciendo el entrecejo.

—Yo...estoy viendo un video sobre cómo frotar el cuerpo — explicó Susana mientras se sentaba sobre la manta, esperando que ayudara a amortiguar la voz de la mujer.

Con sus refinadas facciones ligeramente contraídas, Pablo preguntó:

-¿Un video sobre como frotar el cuerpo?

—Exacto. —Sentada encima de su manta se secó el sudor frío de su frente y continuó inventando la historia—: El video es sobre un hombre que le está frotando el cuerpo a una mujer. Lo hace tan fuerte, que la mujer tiene mucho dolor, pero al mismo tiempo se siente muy bien, por eso grita tanto.

Sin saber qué decir, Pablo pensaba: «Además de pensar que estoy ciego, debe pensar que soy imbécil también».

Mientras, la habitación cayó en un silencio incómodo, la voz de la mujer del video todavía era audible. Tumbada sobre la manta en una postura bastante embarazosa, Susana solo llevaba su lencería.

La suave y cálida luz brillaba sobre su piel de porcelana, creando una visión que podía hacer latir con fuerza el corazón de uno.

Sintiendo que su respiración se aceleraba, los ojos de Pablo se ensombrecieron.

Con más sudor en su frente, Susana se dio cuenta ¡de lo agotador que podía ser tumbarse solo sobre unas suaves mantas!

Por fortuna, el video llegó al final.

Secándose el sudor de la frente, sacó el teléfono —que en ese momento estaba muy caliente— de debajo de la manta.

Dedicándole una media sonrisa el hombre se sentó al borde de la cama.

-¿Así que la sesión de frotar el cuerpo ha terminado?

—Sí. Ha terminado... —dijo Susana mientras sonreía incómoda—. Lo que está claro es que no se debería frotar demasiado fuerte.

Una vez más, Pablo se quedó sin palabras.

Viendo que él no iba a contestar, Susana eliminó el video con culpabilidad y envió un mensaje a Helena:

¿Estás intentando que me maten?

Helena contestó enseguida a su mensaje:

¡Qué desagradecida! Solo te estaba echando una mano. ¿No decías que tu marido era discapacitado?Como un ángel que ha descendido del cielo, he encontrado un video que te enseñará cómo solucionar el problema.

Apréndetelo bien.

Podía sentir como su cara se ponía roja de un modo instintivo mientras escribía:

¡Vete al infierno!

—La nueva señora parece tan inocente. Como nuestro amo es discapacitado, ¿crees que todo habrá ido bien entre ellos la noche pasada?

—Eso creo. Escuché a los guardaespaldas que habían oído los gritos de la señora. Al principio eran muy ruidosos, pero poco después, se metieron casi seguro debajo de las mantas. De todos modos, daban miedo.

-¿En serio? Qué sorpresa considerando que la señora parecía tan inocente...

Dirigiéndose a la cocina, las dos sirvientas chismorreaban alegres.

-¡Buenos días a todos!

Llevando unas gafas de montura redonda, la joven señora con un delantal color pastel estaba preparando dos platos de tortitas en la mesa, se la veía contenta.

-No esperaba que vosotras dos llegarais tan temprano.

El ambiente se volvió un poco incómodo mientras las dos sirvientas se miraban sorprendidas.

Tras asegurarse de que Susana no había escuchado su conversación, ambas se dieron prisa y se acercaron para coger los condimentos de sus manos.

-Señora te has levantado muy temprano.

Con una mueca, Susana echó un vistazo al reloj.

—En realidad no. Casi han pasado las 6 en punto.

De hecho, se había levantado más tarde de lo habitual, puesto que no pudo dormir bien la noche pasada.

Sintiéndose nerviosas, las dos sirvientas se preguntaban si estaría enfadada porque hubieran llegado tarde.

De modo apresurado, ambas corrieron a la cocina, pero se dieron cuenta de que el desayuno ya estaba servido en la mesa.

Había huevos estrellados, tocino, así como tortitas con sirope de arce.

Estupefacta, una de las sirvientas empezó:

-Señora, has...

-¡Oh, las he preparado yo! —contestó Susana—. No estaba segura de las preferencias de mi amado, así que preparé el típico desayuno que solía preparar a mi abuela.

Dicho esto, corrió hacia la mesa y les pasó el plato de tortitas.

—No hay muchas porque no esperaba que vosotras dos llegarais tan temprano. Por favor, coged alguna. ¡Iré y haré más!

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