Amor precipitado con un hombre frío romance Capítulo 4

Cuando se escuchó la voz glacial del hombre, todo el ambiente se volvió tenso mientras la Sra. Cala se ponía de rodillas con un golpe seco.

Con los ojos enrojecidos, la Sra. Cala se disculpó:-

—Yo... no debería haber dicho eso a la señora...

Habitualmente, Pablo era conocido como alguien amable y con buen carácter, pero cuando empezaba a perder la paciencia, nadie podía contener su ira.

-Pero amo, no quería molestarla. Solo pensé que sería pesado para la señora preparar ella misma el desayuno...

Lanzándole una mirada a la Sra. Cala, Pablo sonrió:

-¿Así que pensaste que era justificable pisotear sus amables intenciones? Todo lo que ella quería era preparar el desayuno para su nuevo marido.

El comedor se quedó silencioso como una tumba.

Tras escuchar las palabras de Pablo, La Sra. Lucía y la Sra. Cala estaban estupefactas. Incluso Susana, tenía los ojos abiertos de par en par por el asombro, mientras se preguntaba si Pablo había hablado con intención por ella.

Temblando de miedo, la voz de la Sra. Cala balbuceaba:

-No... no es así. No tiramos el desayuno, la Sra. Lucía y yo nos lo comimos todo.

Con una sonrisa vacía en la cara, Pablo dijo:

—Parece que tú te comportas más como la dueña de la casa que yo.

Oyendo esto, la Sra. Cala se arrodilló en el suelo y se arrastró hasta los pies de Susana.

-Señora, por favor di algo a mi favor. No quería herirte, de verdad. Eres nueva así que no quería que pensaras que no hacíamos un buen trabajo y por eso no quería que entraras en la cocina.

Considerando la edad de la Sra. Cala, Susana pensó que sería más o menos como su propia madre.

Por tanto, viéndola de rodillas y rogando el perdón, Susana no podía evitar sentirse incómoda.

Con los labios apretados, dijo con torpeza:

-Que... querido... la Sra. Cala no lo hizo a propósito. Si no te importa, puedo ir a la cocina ahora y prepararte el desayuno...

Ella se levantó de su asiento y se fue a la cocina.

Cuando pasó junto a Pablo, él la cogió de la mano y la atrajo para sentarla en su regazo.

Tan pronto como percibió el aroma único a menta del hombre, las mejillas de Susana se sonrojaron.

Poniendo las manos alrededor de su cintura pequeña, Pablo le preguntó en voz baja:

-¿Qué acabas de llamarme?

—Que... querido. —Su cara se puso aún más roja.

-¿Qué desayuno habías preparado para tu amado?

-Tocino, huevos estrellados... había hecho tortitas de ingredientes normales también...

Viendo su cara encendida, Pablo sonrió y le plantó un beso en la frente:

-Puedes hacerme el desayuno de nuevo mañana.

-¿Qué pasa con el desayuno de hoy? -preguntó Susana.

-Comeremos cualquier cosa de lo que hay en la mesa. De otro modo llegarás tarde -dijo Pablo mientras la ponía de nuevo en el suelo.

Echando un vistazo al reloj, Susana se dio cuenta de que en verdad se le estaba haciendo tarde.

«¡Son casi las ocho en punto! ¡Mi clase empezará a las ocho y media!».

Metiéndose el último bocado, subió a cambiarse y coger el bolso.

Cuando bajó, la Sra. Cala no estaba por ninguna parte, pero la Sra. Lucía aún estaba arrodillada en el suelo.

El hombre con el trozo de seda negra cubriendo sus ojos estaba bebiendo despacio el vaso de leche.

Quizás había oído sus pasos al bajar porque dijo:

-He llamado a un chófer para que te lleve a la universidad. Vuelve a casa después.

-Gracias —dijo Susana, sus mejillas enrojecieron de nuevo.

En el momento que Susana dejó la casa, la Sra. Lucía informó:

-Amo, he entregado tu mensaje a la Sra. Cala. Ella los informará como tú has ordenado.

-Levántate ahora.

Intentando ponerse cómodo en la silla, Pablo dijo: -No lo entiendo. Desde que el abuelo lo arregló para que vinierais las dos a trabajar aquí, el tío Cristian se las ha arreglado para sobornar a la Sra. Cala, pero no a ti. ¿Por qué?

La cara de la Sra. Lucía palideció y se arrodilló de nuevo en el suelo.

—¿Es porque te han dado otra misión? —Se secó con gracia la boca con una servilleta y Pablo añadió—: No te haré nada por el momento. Puesto que el abuelo te ha pedido que me vigiles, mejor le informas. He echado a la Sra. Cala para defender a Susana.

¿ Tienes alguna medicina que pueda ayudar a un hombre con problemas de erección?

Su primo contestó casi al momento:

¿Cuáles son los síntomas?¿Demasiado corta en términos de tamaño o demasiado corto en términos de tiempo?¿O es incapaz de tener una erección?

Con una mirada furtiva a Susana que estaba aplicada tomando apuntes, Helena estuvo segura de que incluso aunque le preguntara, Susana no le contestaría.

Por tanto, Helena actuó por instinto:

Da me un poco de todo. Lo recogeré después de clase.

«Cariño, no puedo hacer más».

Cuando la clase terminó, Helena se quejó de dolor de estómago y estuvo pinchando a Susana para que la acompañara al hospital de su primo.

Por lo que parecía, la enfermedad de Helena parecía seria, así que Susana decidió acompañarla.

Tan pronto como llegaron al departamento de su primo,

Helena y su primo empezaron a charlar de asuntos de familia.

Cuando ella escuchó esto, Susana pensó que debía ser considerada, así que salió de la habitación. Sentándose en una de las sillas del pasillo, sacó el teléfono y empezó a leer una novela.

Hacía poco, había estado leyendo una novela sobre un director ejecutivo. Tras muchos años de estar separado de la directora, acaban juntos al final.

-¿Susana?

Mientras ella estaba en la parte en la que el hombre y la mujer estaban a punto de hacer el amor en su noche de bodas, escuchó la agradable voz de un hombre.

Con franqueza, Susana pensó que no era muy apropiado leer esa historia en un lugar público, por lo que se puso nerviosa cuando alguien la llamó por sorpresa.

Sorprendida, su teléfono se cayó al suelo dando un golpetazo, pero la mano de un caballero con delgados

dedos lo cogió y se lo dio.

-Gracias.

Sintiendo que su cara se ponía roja, Susana intentó agradecérselo, pero se quedó helada al instante cuando miró la cara del hombre. Era Jaime Biedma.

Llevaba una bata blanca, ese hombre con hermoso rostro era su superior. Era alguien a quien admiraba desde sus años de instituto.

Con otro fuerte golpetazo, el teléfono cayó de nuevo al suelo.

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