BEBÉ POR ENCARGO romance Capítulo 11

Por suerte o por desgracia Nate ya estaba perfectamente acostumbrado a aquellas órdenes intempestivas de su padre, así que Ranger le deseó buena suerte y un par de horas después cuando llegó a su casa, traía en la cajuela de su auto las dos maletas que se necesitaban para Blair y para Nathalie.

—¿Nate, está todo bien? —se sorprendió Blair al verle llegar tan temprano.

—Sí, pero surgió un imprevisto... familiar —replicó él—. Vamos a viajar a Texas, a la casa de la familia, porque mi padre quiere verte. Voy un momento a cambiarme y a hacer la maleta, no te preocupes por las de ustedes, ya están las dos en mi auto.

Blair frunció el ceño sin comprender.

—¿Las nuestras?

—Mi asistente se encargó de comprar todo lo necesario para un viaje corto para la niña y para ti. Espero que no tengamos que pasar más que un fin de semana.

Él tenía una habilidad especial para zanjar conversaciones importantes, y Blair no estaba en posición de decir que no quería hacer aquel viaje. Así que solo fue a cambiarse de ropa y acomodar a la bebé para un viaje en avión de varias horas.

Poco después abordaban aquel avión privado con destino al sur del país. Blair solo se había subido a un avión un par de veces en vuelos muy cortos pero la pequeña Nathalie jamás había subido a uno, y apenas el avión empezó a ascender cuando la bebé comenzó a llorar desesperadamente.

—Cálmate mi amor, no tengas miedo, mami está aquí —intentó calmarla Blair pero a cada segundo la nena lloraba más y más alto—. Ya, mi vida, todo está bien…

—No tiene miedo —replicó Nate y alargó sus brazos hacia ella para que le entregara a la niña—. Sólo le duelen los oídos por la diferencia de presión, ¿tienes su biberón?

—No, jamás le gustó —murmuró Blair pero eso no pareció inquietar al hombre, que sentó a la bebé en su regazo y comenzó a hacerle masajes suaves justo debajo de las orejas, en la unión de la mandíbula.

—Eso es, vamos a decir “aaaaah”, tú todavía no lo sabes pero este masajito es mágico, te va a quitar ese dolor de oídos en un santiamén, ¿verdad que sí, princesa? ¿Verdad que ya te duele menos? —le preguntó haciéndole muecas y a medida que los oídos de Nathalie se iban descongestionando la pequeña empezaba a sonreír—. ¿Ves? Ya está todo bien. No hay que llorar. —Nate le devolvió la sonrisa y luego le acarició la espaldita con un gesto tranquilizador mientras la pequeña se acomodaba sobre su pecho y se quedaba dormida.

Blair miraba por la ventanilla intentando espantar aquellas lágrimas, pero en el fondo sentía un alivio inmenso al verlo hacerse cargo hasta de algo tan sencillo como aquello.

—Nate… ¿dijiste que tu padre quería verme? —pareció recordar ella de repente y él suspiró asintiendo.

—Así es, nos vio en ese video en la televisión y me exigió que te llevara —respondió.

“Oh Dios”, pensó la muchacha tragando en seco.

—¿Algo que deba saber antes de llegar? —preguntó nerviosa.

—Pues nada demasiado interesante. Somos una familia de rancheros, mi padre se llama Rufus, mi madre se llama Adeline, y tengo cuatro hermanos menores, Matthew, Elijah, Sebastian y Asher, en ese orden.

—Y a ellos… digo, ¿a ellos tu padre les puso la misma condición que a ti?

—Ellos no son quienes representan a la compañía familiar, así que no, yo soy el único metido en esta clase de enredos —susurró él y Blair prefirió no seguir insistiendo con aquel tema.

Sin embargo, varias horas después mientras conducían hacia la casa en la camioneta que habían dejado para ellos en el aeropuerto, Blair sintió que sus palmas empezaban a sudar frío.

—¿Qué se supone que le dirás a tus padres sobre nosotras?

—La verdad —sentenció él encogiéndose de hombros—. Mi padre me pidió un hijo biológico y es justo lo que voy a darle. No me pidió un matrimonio así que no veo por qué tengo que mentirle respecto a lo que estoy haciendo.

Llegaron a la casa y apenas bajaron del auto le dieron la vuelta a la propiedad hasta llegar a un hermoso invernadero de cristal.

—Papá siempre está aquí a esta hora —dijo Nate—. Solo espérame un momento en lo que le explico.

Blair se sentó con la bebé en una de las bancas rodeadas de enredaderas y se dio cuenta de que los cristales eran delgados y todo lo que se hablaba dentro del invernadero se podía oír afuera.

Así que pudo escuchar la emoción genuina con que el señor Vanderwood increpaba a su hijo.

—¡No lo puedo creer que ya están aquí! ¿Y dónde está la chica? Sí la trajiste ¿verdad?

—Sí, papá pero…

—Déjame ver si entiendo. ¿Tienes una relación con esta muchacha, vas a adoptar a esta niña como tu hija, y le vas a dar nuestro apellido para que sea mi nieta? ¿Es así?

Y eso era algo que definitivamente Nate no iba a negar.

—Sí papá así es. Eso es exactamente lo que voy a hacer.

—¿¡Esto es en serio!?

—¡Claro que es en serio, papá! ¡Nathalie va a ser tu nieta! —espetó Nate con determinación.

Rufus se mesó los cabellos con ademán frustrado y se acercó a él.

—¡Te juro que no sé si planeas avergonzarme cada vez o solo te sale espontáneo! ¿Cómo no se te ocurre avisarme sobre esto? —fue lo único que gruñó antes de salir intempestivamente por aquella puerta mientras Blair se quedaba con el corazón encogido por esa reacción.

Nate apretó los puños con impotencia, pero antes de que el primero de sus hermanos pudiera intentar consolarlos, vieron a su padre volver llevando a un pequeño potrillo de las bridas.

—¡Ahora sí, princesa, vengase para acá! —rezongó quitándole a Nathalie de los brazos a su madre—. ¡Ese padre suyo es definitivamente tonto! ¡¿Como no le dice al abuelo que ibas a venir para que el abuelo te tuviera un regalo preparado?! —La niña acariciaba su cara, Blair tenía las lágrimas al borde de los ojos y Nate parecía que estaba a punto de tragarse la lengua—. ¡Pero no te preocupes que tu abuelito Rufus es muy inteligente, mira qué cosa más linda! —le dijo sentándola sobre el potrillo mientras la niña reía entusiasmada—. El abuelo te va a enseñar a montar muy bien…

—¡Cariño…! —Adaline carraspeó cuando se dio cuenta del animal que su marido le estaba regalando a la bebé—. Mi amor recuerda que ese es Wind… dijiste que era el purasangre que estabas criando para el primer hijo de Asher… —le recordó y Rufus sólo miró al menor de sus varones.

—¿Planeas tener hijos pronto? —lo increpó.

—¡Dios me guarde y me proteja y me los mande como de aquí a quince años, de preferencia criados, comidos y produciendo! —Asher se persignó de todas las formas posibles lanzando besos al cielo y todos rompieron en carcajadas ante aquella ocurrencia.

—Bueno, en quince años hay mucho tiempo para criar más potrillos. ¡Wind va a ser para esta princesa consentida! —sentenció Rufus y nadie se atrevió a llevarle la contraria—. Sólo tengo una pregunta más que hacer: ¿cuándo le van a poner mi apellido a mi nieta y a quién tengo que matar para que me lo hagan rápido?

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