Mudo, esa era la palabra correcta para describir cómo se había quedado Matt, pero solo era la primera de ellas. Mudo, furioso, exasperado, incrédulo porque no cabía en su cabeza que una madre pudiera abandonar a su hijo de aquella forma, pero de tener que hacerlo ¿cómo podía pagar para que jamás recibiera el amor de una familia?
El corazón le dolía de una forma horrible y apretó los dientes en un intento de que aquellas lágrimas de rabia que tenía al borde de los ojos no salieran.
—¿Dices que pagó? ¿A quién le pagó? —la increpó y Heilyn suspiró con frustración.
—A la directora del orfanato —murmuró Heilyn—. Yo estaba allí ese día, yo recibí a Sian, era un bebé tan pequeño y… —Los recuerdos la invadieron y Matt la vio sentarse con un gesto de tristeza—. Era muy pequeñito. Esa mujer vino de noche y apenas atravesó la puerta me lo puso en los brazos y lo dejó ahí, tirado conmigo mientras entraba al despacho de la directora…
—¿Y fue Sienna? ¿Estás segura de que no fue su madre? —preguntó Matt, no porque lo dudara sino porque quería asegurarse.
—No fue una mujer mayor la que vino, sino una mujer joven, bonita, se veía muy distinguida —respondió Heilyn—. Me dejó a Sian y se metió a hablar con la directora, pero…
—¿Pero?
—Las paredes del orfanato eran muy delgadas… y yo era un poco chismosa —murmuró ella por lo bajo.
—Así que las escuchaste hablar —comprendió Matt.
—Esa mujer le dijo que quería dejar al niño, pero que no quería que nadie lo adoptara. Aquello se me hizo muy extraño porque no parecía la clase de mujer que no tuviera dinero para cuidar de su bebé y luego… —Los puños de Heilyn se apretaron con un gesto de furia—. Luego sacó dinero, más que todo el que había visto en mi vida, y se lo dio a la directora. Veinte mil libras esterlinas para que el bebé jamás fuera adoptado.
Matt ni siquiera sabía cómo sentirse con todo aquello. Quizás esa fuera una de las razones por las que había logrado encontrar y sabía que podría recuperar a su hijo, pero desde el pensamiento del padre que lo amaba, sabía que aquello podría haber significado que su hijo jamás crecería con el amor de una familia.
—¡Maldit@ infeliz! —gruñó por lo bajo y solo se abstuvo de romper algo porque en aquella casa todo era tan básico y elemental que probablemente terminaría rompiendo algo de valor sentimental.
Aquello solo confirmaba la horrible idea que desde hacía años tenía de Sienna. ¡Pagar para que no adoptaran a su bebé! Sin embargo, eso hizo saltar una pregunta en su mente de inmediato.
—Heilyn… si Sienna pagó para que nadie adoptara a mi hijo… ¿entonces cómo es que lo tienes tú?
Los ojos de la muchacha se llenaron de lágrimas y terminó negando.
—Cuando esa mujer se fue la directora salió y me dijo que no registrara a Sian. Como si jamás hubiera llegado, que no le hiciera expediente, que su estancia en el orfanato no sería oficial y que nadie podía adoptarlo así que yo… hice lo que me dijo —respondió con tristeza—, pero Sian… era un niño tan lindo y era… era tan bueno, por Dios, lloraba tan bajito que hasta las cuidadoras se olvidaban de que debían alimentarlo y yo… yo no pude dejarlo ahí, sabiendo que jamás iba a tener una familia que lo quisiera y lo cuidara.
Matt pasó saliva tratando de comprender.
—Así que te lo robaste —murmuró y la vio levantar la cabeza negando con fuerza.
—Sian es toda mi vida —murmuró finalmente—. Entiendo que para ti es… ¡Dios no puedo siquiera imaginar cómo es, pero ese niño es toda mi vida, no puedo dejar que me lo quites!
—¡Y no te lo quiero quitar! —replicó Matt—. No se me ocurriría lastimar a mi hijo de esa forma, apartándolo de la única madre que conoce, pero quiero estar en su vida, que conozca a sus tíos y a sus abuelos, agradar esa familia que ya le diste ¿entiendes? No voy a renunciar a él.
Unas lágrimas que casi hicieron temblar a Matt corrieron por las mejillas de la muchacha y la escuchó suspirar.
—Yo solo quiero que mi hijo sea feliz —sentenció—. ¡Dios, Sian ha pasado por tanto desde que era pequeñito…!
De pronto Heilyn se quedó en silencio y Matt pudo sentir que su mirada cambiaba drásticamente, como si el miedo se estuviera apoderando de ella en un solo instante.
—Dijiste… dijiste que tuvo un accidente cuando era bebé… dijiste…
La muchacha temblaba y Matt solo atinó a alcanzar sus hombros para controlarla.
—¡¿Qué pasa?! ¡¿Qué pasa con eso, Heilyn?! ¡¿Qué pasa?!
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