Podía haberse subido a su auto en ese mismo momento y regresar a Cardiff, donde seguramente habría podido encontrar a un detective privado decente que lo ayudara a encontrar a su hijo, pero para el momento en que volvió a la posada ya había anochecido y estaba tan cansado que apenas podía mover los pies.
Y como lo último a lo que quería arriesgarse era a un accidente, Matt decidió pasar la noche allí. Se dio un baño para quitarse un poco el agotamiento y decidió comer en el exiguo bar—restaurante que tenía la posada.
Pidió la bebida tradicional de la casa y agradeció que aquel Whisky estuviera lo bastante fuerte como para aflojarle la tensión.
—¿Malas vacaciones? —preguntó la mesonera delante de él y Matt le sonrió con amabilidad.
—No, solo… no logré encontrar lo que estaba buscando —respondió.
—¿A una chica linda? —curioseó la señora, porque evidentemente aquel extranjero era muy apuesto.
—Más bien a un chico, mi hijo —dijo él con un suspiro—. Lo dejaron en el orfanato del pueblo pero no aparece nada de él cuando se supone que lo dejaron.
—¿Fue hace mucho? Digo, porque usted parece muy joven —le dijo la mesonera limpiando concienzudamente uno de sus vasos y lo vio negar.
—Hace seis años, pero en los registros no aparece —respondió Matt—. No sé… quizás se les haya perdido el archivo de adopción y el director no lo sabe
Durante un largo momento la mesonera se mantuvo pensativa y luego se acercó a la barra.
—Bueno, hace seis años la directora del orfanato era la señora Prosser —recordó la mujer—. Una mujer bastante buena, un poco avara pero en su defensa no robaba al orfanato. No era muy agradable pero hacía su trabajo.
Matt frunció el ceño y una idea cruzó pro su cabeza.
—¿Sabe dónde puedo encontrarla? Quizás ella sí recuerde algo, mi hijo tiene características muy distintivas. ¿Tiene su dirección? —le pidió apurado y la mesonera hizo una mueca de tristeza.
—Lo siento, pero ahora tiene su residencia en el cementerio local, falleció hace un par de años —respondió y ante la expresión decepcionada de Matt levantó un índice frente a él.
—Pero… aunque ella ya no esté, recuerdo a alguien que todavía vive. La señorita Payne, era su secretaria… linda muchacha, la directora la maltrataba mucho hasta que se cansó y se fue. Solo le dijo adiós a unos pocos, incluyendo mi hija. Espera que la llamo. ¡Deeeeryyyyyyynnnn!
Un segundo después apareció detrás de la barra una chica joven que era la viva imagen de su madre.
—¿Qué pasó, mamá?
—Esta amiga tuya, la que trabajaba en el orfanato, la señorita Payne.
—Bueno… no necesariamente a todos… —murmuró para sí mismo—. Solo necesito encontrar un negocio por el que todos pasen, ¿cierto? —se detuvo frente a una bonita panadería y se encogió de hombros—. Todos comen pan, ¿no?
Así que ahí se metió a preguntar por la señorita Payne, aunque por desgracia nadie la conocía. Le tomó una larga caminata y visitar otras dos panaderías antes de que alguien le sonriera con familiaridad antes de escuchar aquel nombre.
—Claro, Hei-Hei —respondió el encargado que era un señor mayor—. Esa muchacha es un ángel.
—¿Sabe dónde puedo encontrarla? —preguntó Matt con el corazón acelerado.
—¡Sí, claro! Bueno… déjame ver porque tiene varios trabajos… —dijo pensativo—. Hay muchos turistas esta semana así que debe estar trabajando en el castillo, es guía ahí. Si no me equivoco ahora mismo está abierto.
Matt agradeció casi a gritos mientras se marchaba y corrió hacia la alta fortaleza que se recortaba contra el cielo de la tarde.
Estaba listo para preguntar por ella al llegar allí, pero la verdad solo había un pequeño grupo de personas y frente a todos, la mujer más “suave” que Matt había visto en su vida. Realmente no tenía otra palabra con qué describirla, porque su gesto era dulce y extremadamente amable.
Se acercó entre la gente y durante pocos minutos la escuchó contarle a aquella gente sobre la historia del castillo hasta que mandó a todos a explorar a su gusto. Y como Matt fue el único que no se movió mientras la gente se dispersaba, fue solo cuestión de tiempo para que su mirada tropezara con la suya, y él pudo ver la sorpresa, la consternación y el miedo, todo eso a la vez mientras aquella certeza los invadía a los dos.
—¡Tú sabes quien soy! —le dijo con una voz profunda que hizo a aquella mujer estremecerse—. ¡Tú sabes quién soy porque ya has visto estos ojos antes!
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