BEBÉ POR ENCARGO romance Capítulo 24

En aquel punto Blair ya ni siquiera sabía qué responderle. Si él no estaba seguro de lo que quería, ¿cómo pretendía que ella lo entendiera? Terminó de bañarse y se sentó en aquella ventana viendo cómo llovía afuera; la tormenta estaba en todo su apogeo, así que durante toda la noche el agua no cesó.

Blair no tenía idea de dónde estaba durmiendo Nate, ni de que siempre se escabullía en la madrugada para llevarse ropa limpia sin despertarla. Al día siguiente, muy temprano, el clima había mejorado un poco, pero la preocupación de la muchacha solo iba en aumento.

Necesitaba saber si todo aquel desastre había cumplido su objetivo, si estaba embarazada o no, así que dejó a Nathalie a cargo de la amable niñera, y después del desayuno se acercó a Adaline para pedirle aquel favor.

—¿A la ciudad? —preguntó la mujer sorprendida—. Estoy un poquito ocupada, cariño, y creo que con estas lluvias el resto de los peones también lo está. ¿Es muy urgente?

—No... Bueno...

—Linda, puedes hablar ¿Necesitas algo importante?

—Pues quería ir a comprar una prueba de embarazo —murmuró Blair y Adaline se quedó muda por un segundo.

—¿Y por qué no le dices a Nate que te lleve?

—No, es que... Bueno, es que quería que fuera sorpresa —mintió la muchacha—. Así que preferiría ir sola.

—Bueno, pero para eso no tienes que meterte en la ciudad, cariño. Tenemos una farmacia muy buena como a unas cinco millas, pasando el puente... Espera, te doy las llaves de uno de los autos —le dijo Adaline rebuscando entre las gavetas de la cocina—. Aquí siempre tengo las copias. Toma. Puedes llevarte este, solo sigue la carretera de la derecha, y el letrero está enorme e iluminado allí. No te puedes perder.

Blair le dio las gracias y tomó la llave que le ofrecía, pero apenas puso el trasero sobre el asiento cuando sintió una risita tierna que conocía muy bien.

—¿Nathalie...? Nate —dijo, viendo que traía en los brazos a la pequeña.

—¿Vas a salir? —la increpó él y Blair suspiró, pero no tenía pensado mentirle.

—Necesito saber qué terreno estoy pisando —declaró—. Quiero ir a la ciudad a comprar una prueba de embarazo.

Nate asintió en silencio y acomodó a la bebé en la sillita para niños del asiento trasero.

—Muy bien, te llevo.

—No hace falta, yo...

—No es algo que me perdería —replicó él abriéndole la puerta del copiloto.

La muchacha se sentó, y pocos minutos después salían de la propiedad.

Nate pasó de largo la farmacia que le había indicado Adaline y continuó varias millas más hasta la ciudad, donde se metieron en una de las farmacias más grandes. Pagó por una prueba de embarazo y se la puso en las manos, señalándole un baño cercano.

—Mejor salimos de dudas aquí mismo, ¿no? —susurró abrazando a Nathalie, y Blair no hizo ni un sonido mientras se dirigía hacia el baño.

Un largo minuto, extremadamente largo, pero cuando la muchacha salió de allí, solo le mostró el resultado antes de lanzarlo al bote de basura.

—Nada —murmuró, intentando guardarse la desesperación que sentía—. Negativo.

—Tranquila, todavía es demasiado pronto para saber.

—Ese test es el mejor que hay, detecta el embarazo incluso con pocos días.

—Entonces nos llevaremos más de esos —le aseguró Nate—. Y estarás haciendo pipí en una barrita hasta que salga el resultado que queremos. Ahora, ¿qué te parece si nos distraemos de todo esto y te llevo a almorzar?

Podía decir que no, pero el torrencial estaba horrible afuera de nuevo, y el ambiente en la casa cada vez se sentía más pesado para ella, así que accedió y permitió que Nate las llevara a un bonito restaurante, donde se sentaron cerca de un enorme ventanal acristalado para ver la lluvia.

—Hay algo que me ha estado dando vueltas en la cabeza —dijo él de repente y Blair lo miró con atención—. Es sobre lo que dijo mi padre, sobre darle mi apellido a Nathi, y creo... A lo mejor tiene razón, ¿no es cierto? ¿Para qué tenemos que esperar?

—Porque así lo dice nuestro contrato —replicó Blair—. Dice que adoptarás a Nathalie después de que yo te dé un hijo, no antes.

—Lo sé, pero...

—¿Qué pasa si no salgo embarazada? —preguntó, y un segundo después se dio cuenta de que aquel límite de tiempo era algo que solo existía para ella.

—Saldrás embarazada tarde o temprano, así que no importa, pero si Nathi lleva mi apellido ahora...

—No lo sé, Nate —lo interrumpió la muchacha con honestidad—. Yo no... Lo siento, pero yo no confío en ti. Y no veo cómo podría dejarle a mis hijos a un hombre en el que no confío. Todavía estoy tratando de resolver eso.

—¡Uy, qué emoción, la parejita de tórtolos! —escucharon detrás de ellos la voz risueña de Elijah y se giraron para verlo empujando a Matt hacia ellos—. ¡Vamos, no seas pesado, ya estamos aquí, es más divertido si comemos todos juntos!

Blair y Nate les hicieron espacio en su mesa, y la conversación corrió casi todo el tiempo a cuenta de la muchacha y de Elijah, porque los otros dos ni siquiera despegaban los labios.

—No les hagas caso, en el fondo, ellos son igualitos —dijo el hermano menos dramático—. Pareciera que nacieron con una tusa en el trasero, pero con el tiempo te acostumbras.

—¡Elijah! —lo regañaron al unísono.

—¡Ah, pero para eso sí se ponen de acuerdo!

Blair procuró disfrutar del almuerzo, y un par de horas más tarde, aunque la lluvia seguía cayendo, no tuvieron más remedio que volver a casa.

Nate iba adelante con el auto mientras Matt y Elijah los seguían en una de las camionetas de la casa. La lluvia estaba cada vez más intensa, Nate iba cada vez más lento, el agua golpeaba los cristales con una fuerza que lograba detener los limpiaparabrisas, el camino apenas se veía, y el sonido era tan fuerte contra el techo de metal que casi llegaba a desesperarlos...

Y en medio de aquel caos, nadie vio al animal que se le metió en medio en el inicio del puente.

El freno y aquel giro brusco del volante hizo que el auto derrapara sobre el asfalto mojado. Nate era un conductor excelente, pero un toro de mil kilogramos era un tercio de lo que pesaba el auto, que se fue de costado después de golpear al animal y rompió las barandas del puente cayendo directamente al río.

Blair sintió el impacto de frente, uno que no llegó a romper el cristal frontal pero que la hizo golpearse la cabeza contra el tablero, aturdiéndola. Abrió los ojos cuando escuchó los gritos, y aquel nombre de inmediato la hizo espabilarse.

—¡Nathi, Natalie! —La voz de Nate se escuchaba angustiada mientras peleaba por quitarse aquel cinturón de seguridad y girarse hacia la bebé.

A su alrededor, el agua subía a la altura de las puertas mientras el auto se hundía lentamente, y mientras ella ni siquiera lograba reaccionar, los ojos de Nate ya estaban llenos de lágrimas y su gesto era de absoluta desesperación.

—¿Blair, estás bien? —preguntó y siguió hacia atrás cuando la vio asentir—. ¡Nathalie, Nathi!, ¿estás bien? ¿Estás bien, mi amor? ¡Mírame, mírame!

Había logrado soltarse el cinturón y se inclinó hacia el asiento trasero, tomando a la pequeña en brazos. Gracias a Dios, había estado muy bien ajustada en su sillita y no se había dado ningún golpe, pero eso no impedía que llorara asustada.

—¡Estás bien, vas a estar bien, hija! ¡Vas a estar bien! —exclamó Nate, sin darse cuenta de las lágrimas que salían de sus ojos—. ¡Papá te va a sacar de aquí, te lo prometo, papá te va a sacar de aquí…!

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