BEBÉ POR ENCARGO romance Capítulo 23

Era difícil ponerlo en palabras, simplemente no había nada en ella, ni siquiera aquel nerviosismo inicial que tanta gracia le había hecho. La primera vez le había dicho que estaba bien si no quería acostarse con él, que entonces podía marcharse. La segunda vez hasta le había pedido permiso para sentirse como de verdad quería, para hacérselo como de verdad quería. Y como a la tercera va la vencida, por supuesto que en la tercera la había cagado monumentalmente.

Y ahora estaba allí, frente a lo que se había ganado y simplemente no podía soportarlo. Aquella resignación, aquella indiferencia… se suponía que no le importara, se suponía que solo quería un bebé, y aun así en algún punto aquello había dejado de ser la maldit@ prioridad.

—Blair por favor... por favor perdóname, te juro que quiero arreglar esto, te lo juro, solo dime cómo —susurró apoyando la frente en la suya mientras aquel nudo en la garganta lo hacía apretar la mandíbula—. ¡Maldición, Blair, así no puedo, sabes que no puedo! Si no me miras, si no te puedo besar yo no... Blair te juro que no te voy a volver a tocar sin que me des permiso alto y claro, con tres meses de anticipación, firmado por el maldito notario... —La sintió tensarse y vio que sus ojos estaban clavados en él—. ¿Blair?

—¿Crees que todo esto es por el consentimiento? —murmuró ella sin poder creer lo que estaba escuchando—. ¿Todavía no entiendes nada, verdad?

—¿Qué no entiendo? No sé...

—¡El maldito consentimiento estaba implícito, Nate! ¡Estaba implícito desde el mismo momento en que firmé ese papel! ¡No soy estúpida, siempre sube a lo que venía, y desde el momento en que accedí a ese contrato supe que decir “no” no era una opción! ¡Pero una cosa es que yo esté de acuerdo y otra cosa es que tú no seas capaz de controlarte, que no seas capaz de preguntar…! ¡Otra cosa es ver al hombre que yo vi, alguien con quien no se podía razonar, alguien que no sentía nada ni bueno ni malo, alguien que no era capaz de gestionar sus propias emociones, mucho menos hacerse cargo de las de los demás!

Nate interpretó los labios mientras sus ojos se humedecían porque sabía que así era. Hacía años que su vida se había resumido largas temporadas de insensibilidad entre momentos oscuros como aquel. Y por desgracia regresar a casa con Blair le había revuelto demasiados recuerdos dolorosos.

—Tienes razón, tienes toda la razón... ¡Es cierto, cada palabra que dices es cierta, y no tengo justificación! Lo que hice estuvo mal y yo... Lo siento, sé que nada de lo que diga o haga lo va a arreglar. Hay cosas que simplemente no tienen arreglo.

Se agachó para recoger el camisón y se lo puso a Blair con un gesto mecánico antes de darle un beso en la frente y encerrarse en el baño.

Blair se restregó la cara con las manos, sabiendo que él no podía ducharse en ningún otro lugar, porque su familia se daría cuenta de que algo pasaba. Pero para cuando finalmente salió, ella ya estaba rendida.

No sabía dónde estaba durmiendo Nate, pero al otro día, cuando bajó, se dio cuenta de que la casa estaba extrañamente silenciosa. La normalidad era que los gemelos y Elijah estuvieran haciendo escándalo desde temprano. En lugar de eso, en la terraza estaba sentada su suegra con una señora que parecía muy distinguida, una visita.

—Blair, cariño, ven para que pueda presumirte —le dijo Adaline con una sonrisa—. Ella es la novia de Nate, Blair, y ella es su hija Nathalie, muy pronto también hija adoptiva de Nate —la presentó su “suegra”—. Y ella es mi mejor amiga, Paloma, que hoy se dignó a hacerme una visita.

La mujer la saludó con una sonrisa suave y un apretón de manos firme, pero antes de que pudieran siquiera invitarla a sentarse con ellas, Blair sintió el brazo de Nate alrededor de su cintura con un gesto posesivo.

—Hola amor, buenos días, estaba buscando —murmuró dándole un beso en la mejilla—. Y ¿cómo está mi chiquita hermosa? —rio cargando a Nathalie y la pequeña le dio un sonoro beso—. ¿Listas para irnos de paseo? ¿Estás lista, mi chiquita? Entonces nos vamos. Paloma, con tu permiso.

Adaline se quedó con la palabra en la boca y la mujer junto a ella exhaló un suspiro indescifrable.

—¿Tienes alguna explicación para esto o es simplemente “extraño”? —murmuró Paloma con un tono impenetrable—. Nate jamás ha vuelto a tener una pareja durante años, ni siquiera lo han podido captar en Nueva York con alguna aventura pasajera. ¿Y me dices que se presentó aquí de repente, con una novia y con una hija adoptiva? ¿De la noche a la mañana? ¿Te parece que eso sea normal?

Adaline pasó saliva y se llevó la taza de café a los labios porque no estaba muy segura de qué responderle.

—Pues no, no parece muy normal, ¿verdad? —murmuró, y su mejor amiga le dirigió una mirada asesina.

—No, Adaline, no es para nada normal.

Quizás si se hubiera quedado con ellas, todas las alarmas de Blair habrían saltado al notar el ambiente pasivo agresivo que había entre aquellas dos mujeres. Sin embargo, lo único que la sorprendió fue la forma tan abrupta y casi maleducada en que Nate se la llevaba de allí, sin siquiera saludar bien a la visita.

—Tienes que venir a visitar a Wind para que se acuerde de ti, mi amor —le sonreía Nate a la pequeña mientras paseaban por los cuartones de los potrillos, y en cierto punto tomó la mano de la muchacha y la llevó hacia uno que ya conocían bien.

—¡Ya se levantó! —exclamó ella viendo que el potrillo ya estaba mamando de su nueva madre junto con su hermanito adoptivo.

—Sí, ya está feliz, de hecho te quería invitar a... —Pero la palabra murió en su boca en el mismo momento en que aquel trueno retumbó sobre ellos.

Sabía muy bien lo que tenía que hacer, y Nate estaba tan concentrado en el ruido de la ducha que ni siquiera la escuchó llegar hasta que la puerta de cristal se cerró tras él.

Se dio la vuelta a espacio para verla allí, desnuda mientras el agua de la ducha la salpicaba y sus recuerdos se iban al día en que la había tenido aún más mojado en aquel ojo de agua.

Su primer instinto fue alcanzar la puerta de cristal para salir, pero una mano de Blair se cerró sobre su muñeca.

—Hoy es el último día el calendario —le recordó—. Se supone que tenemos que hacer esto.

Lo vio negar despacio, con los ojos cerrados, y se acercó a él haciendo que los abriera.

—Te voy a mirar esta vez —murmuró conteniendo el aliento—. Te voy a mirar... Te voy a besar y...

La boca de Nate se estampó contra la suya con un beso suave y demandante al mismo tiempo, mientras sus brazos se cerraban a su alrededor y daba un giro para meterla bajo la fina lluvia de agua. La sintió responder a sus labios y aun así una risa amarga se le escapó en el mismo momento en que se separó de ella.

—¡Maldición! Todavía eres malísima fingiendo —le sonrió acariciando su mejilla antes de alcanzar una toalla y salir de la ducha.

—¡Nate! —lo llamo Blair abrazándose al cuerpo—. No puedes seguir retrasando esto, tengo que embarazarme ¿recuerdas? ¿O si no para qué estoy aquí?

Él apretó los labios con una mueca de impotencia y se mesó los cabellos.

—No lo sé, Blair, honestamente ya no sé ni por qué te tengo aquí.

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