BEBÉ POR ENCARGO romance Capítulo 35

Para Blair, el día pasó entre juegos con Nathalie y tratando de hacer una comida deliciosa para todos. No podía negar que le resultaba extraño que Nate la llamara a cada hora para preguntar si estaba bien. Las cosas entre ellos no tenían reglas definidas, más allá del hecho de que él debía embarazarla, así que no estaba muy segura de si Nate estaba haciendo protector o solo cuidadoso con su negocio. Lo cierto era que a ella no le molestaba para nada que él llamara.

Esa noche cenaron intentando no dirigirse miradas nerviosas, pero Nathalie acaparó la atención y cuando por fin la durmieron, Nate vio el calendario de reojo… y no tocaba.

Los dos se aseguraron de irse a dormir, porque lo que tenía que pasar pasaría al día siguiente, pero en la mañana, cuando él la llamó para pedirle un favor, Blair se dio cuenta de que la vorágine de trabajo había sorprendido a Nate.

—¿Está todo bien? —preguntó la muchacha escuchándolo agitado.

—Sí, no te preocupes. Es que no recordaba que teníamos la renovación de un contrato y revisar todo esto es una locura. Hay cientos de cambios que hacer, y necesito algunos códigos que tengo anotados en casa. ¿Me puedes ayudar?

—Claro, dime qué hago —se ofreció Blair.

—OK, están en un cajón de mi despacho —le dijo él—, la primera gaveta a la derecha, una pequeña agenda. ¿Ya estás ahí?

Blair entró aquel despacho como si fuera la cueva de los misterios, aunque en verdad se trataba de una oficina minimalista y cómoda. Buscó la libreta que Nate le pedía y le dictó uno a uno a cada código que necesitaba.

—Perfecto —murmuró él—. Eso es todo.

—¿Al menos has comido algo? —se preocupó Blair.

—No, la verdad no... ¡Es que realmente está complicado aquí! Quizás tenga que quedarme algunas horas más.

La muchacha pasó saliva y recordó el calendario. No podían saltarse ni un día, no podía darse el lujo de perder su ventana de oportunidad aquel mes porque sabía que cada vez le quedaba menos tiempo.

—¿Vas a venir tarde a casa hoy? —lo increpó y Nate miró alrededor todo lo que tenía frente a él.

—¿Honestamente? Es probable que ni siquiera consiga llegar a casa —suspiró.

Se despidió de ella deseándole que pasara un hermoso día con Nathalie, y Blair colgó con un suspiro. No quería curiosear; pero era imposible no hacerlo cuando tenía autorización para estar en aquel espacio. Había una duda que todavía le martillaba: todas las fotos de aquella mujer en la cabaña del rancho y él diciendo que hacía años que no estaba allí.

No pudo evitar que la curiosidad le ganara y revisó algunas gavetas, y abrió algunos archivos, pero no había absolutamente nada sobre aquella mujer. Ni una foto, ni un recorte, ni siquiera una nota o un nombre que le dijeran que él aún la recordaba de alguna forma. No tenía idea de quién había sido para Nate, pero era bastante obvio que lo había afectado lo suficiente como para amargar su carácter.

Ni siquiera entendió por qué ya la odiaba sin conocerla. Sin embargo, aquel sentimiento no era el que debía dominarla en ese instante. Salió de allí y se enfocó en lo que de verdad importaba, y era esa carrera contra el tiempo por un bebé.

Arregló una cesta con cosas de comer que sabía que a él le gustaban y se vistió frente al espejo para llamar a Ranger y pedirle que la llevara a la oficina.

—¿Es normal que se quede sin comer? —le preguntó al mejor amigo de Nate, y este bufó con condescendencia.

—¡Mucho más de lo que imaginas!

—Entonces estoy haciendo lo correcto —se consoló la muchacha mientras el auto avanzaba y poco después entraba a la oficina.

—¿Blair, qué hacen aquí? —preguntó cargando a la nena y Blair le mostró una cesta.

—Solo quería dejarte esto...

—Y si ya saludaste a la beba, me la llevo —añadió Ranger quitándole a Nathalie de los brazos—. Vamos a dar una vueltecita por la cafetería a comprar un helado, ¿quieres? —le dijo a la pequeña antes de cerrar la puerta y dejarlos solos.

Nate se acercó a Blair sin saber muy bien cómo saludarla, hasta que vio aquel rastro de incomodidad en ella.

—¿Pasa algo?

—Bueno, es que... sé que no debo molestarte, pero pensé que como no habías comido, quizás te vendría bien algo... —dijo incómoda señalando la cesta, pero se relajó en cuanto Nate le devolvió una sonrisa.

—Me estás salvando la vida. Podría pedir algo de la calle, pero no es lo mismo a que te traigan una cesta de casa, ¿verdad?

Blair asintió mordiéndose los labios, y él la miró con un gesto de curiosidad.

—¿Blair?

—¡OK! No es lo único por lo que vine.

—¿Ajá?

—Pues es que dijiste que a lo mejor no llegabas a casa hoy y... bueno... Ya sabes, el calendario...

—¡Ah, sí, claro! —murmuró él incómodo porque el hecho de que se lo recordaran significaba que era demasiado mecánico—. Es que en la oficina no... Ya sabes, no estaría b...

Pero antes de que dijera otra palabra, Blair se abrió el abrigo que llevaba y a Nate se le escapó un jadeo entrecortado.

—¡Jeeeeeesús!

—¿Nunca ha sido? —preguntó y la vio negar—. Definitivamente tenemos que llevar a los niños, pero cuando sean más grandes, porque ahora no disfrutan nada, créeme.

Y aquel "tenemos" la hizo estremecerse, sin saber si era porque él estaba usando aquel plural inconscientemente o porque sabía que no sería capaz de hacer nada de eso con sus hijos.

Los dos días siguientes fueron muy pesados para Nate, pero esta vez no se olvidó de sacar el tiempo y todos los plus necesarios para hacer aquel bebé. Era el mejor cansancio de su vida, pero finalmente era obvio que todas aquellas carreras entre la casa y la oficina los estaban agotando a los dos.

Un par de días después, mientras regresaban a casa, notaron que la ciudad ya estaba cambiando. Las decoraciones de Halloween habían desaparecido para dar paso a toda la anticipación de la Navidad.

—Me encanta cuando decoran todo —murmuró ella pensativa. Aquella sería su última Navidad—. ¿Nosotros…? Quiero decir… ¿lo celebraremos también?

Nate estacionó el auto frente a la casa y pareció pensarlo durante todo el rato que tardaba en abrir la puerta para ella.

—Pues normalmente siempre lo paso en Texas, la familia se reúne allá... pero honestamente siento que este año ya he pasado demasiado tiempo en la hacienda. Estaría bien que lo celebráramos aquí. Digo… podemos poner un bonito árbol y tener una Navidad tranquila sin grandes dramas.

Blair suspiró con alivio porque eso era exactamente lo que había esperado y les bastó mirarse para saber que estaban de acuerdo.

—Perfecto, entonces solo voy a avisar que este año lo pasaré aquí.

Y como no era un hombre de retrasar sus decisiones, su siguiente movimiento fue alcanzar el celular y llamar a Texas.

—Hola mamá —saludó poniendo el teléfono en altavoz y lanzándolo sobre la encimera mientras sacaban algunos productos que habían comprado de camino.

—Hola hijo, ¿cómo estás? —respondió Adaline en tono neutro.

—Muy bien, estamos perfectamente. Solo te llamo para darte una noticia.

—Y yo tengo otra, pero empieza tú.

—Bueno, quería decirles a papá y a ti que este año no voy a pasar la Navidad a Texas. Blair y yo decidimos pasarla aquí en casa, junto con la bebé.

El silencio se hizo largo y pesado durante algunos segundos, hasta que se escuchó aquella tétrica declaración de Adaline.

—Bueno, supongo que podemos discutir eso durante mi viaje, porque ahora mismo estoy saliendo hacia Nueva York.

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