Nate frunció el ceño porque si algo no era normal era que su madre planificara viajes sin avisarle antes. De hecho, Adaline jamás había salido de Texas para ir a verlo más que un par de veces. Que hubiera estado antes en Nueva York había sido por ruegos suyos, pero muy pocas cosas sacaban a aquella mujer de su hábitat natural.
—¿Qué quieres decir, mamá? ¿Cómo que estás viniendo…? ¿De visita?
“¡Pues claro que de visita, Nate! ¿En calidad de qué otra cosa iba a ir?”, espetó su madre con cierta frustración, y Nate se dirigió a la heladera para sacar una botella de vino helada porque definitivamente iba a necesitarla.
—Bueno, mamá, es que normalmente avisas que vienes —replicó.
“Pues sí, pero pareciera mentira que siempre tengo que avisar para ir a la casa de mi hijo. Solo quiero pasarme una temporada con ustedes y si quieren pasar la Navidad allá, está bien. Entonces, yo los acompaño”.
—¿Temporada? ¿Hasta Navidad? —murmuró Nate.
Blair pasó saliva al escuchar aquello. No era que le molestara su suegra, pero honestamente tener a alguien metido en casa cuando estaban intentando tan desesperadamente embarazarse no era la mejor opción del mundo. Teniendo en cuenta, además, que aquello trastocaría todas sus vidas de nuevo porque alguien estaría vigilándolos constantemente.
Pero aunque sabía que no tenía derecho a negarse y mucho menos a protestar, Nate fue capaz de leer el cansancio y la preocupación en toda su cara, y la respuesta que le dio a Adaline seguidamente la dejó muda.
—¿Sabes qué, mamá? Nos encantará tenerte aquí un par de días, pero ahora no es un buen momento para que vengas por una larga temporada —dijo y Blair no pudo contener la sonrisa de alivio.
“¿Cómo que no es un buen momento?” gruñó su madre molesta. “¿Me estás diciendo que tengo que esperar un buen momento para que tu madre te visite? ¡Tú no eres así, Nate ¿qué está pasando contigo?”
—No está pasando nada, mamá. Tengo mucho trabajo y estamos muy ocupados con la bebé y los preparativos… literalmente hay cientos de cosas que hacer. Simplemente ahora no es un buen momento, ¿de acuerdo?
Sin embargo, al otro lado, aquella voz pareció explotar.
“¡¿Es una m*****a broma, Nate?! ¿¡Cómo me estás diciendo que no puedo ir a verte!? ¡¿Es por culpa de esa... verdad?! ¡Ella es la que no quiere que yo vaya!
Él se volvió sorprendido hacia el teléfono y Blair dio un respiro impresionado en su banqueta. Nate pudo notar la contrariedad en ella, porque él se sentía de la misma forma, sobre todo porque hasta ese instante habían creído que la muchacha tenía buenas relaciones con Adaline. Y ahora descubrían que de repente la llamaba “esa”, como si fuera alguien a quien no soportara.
La confusión en su rostro le sentó a Nate como un puñetazo en el estómago y tomó el teléfono, quitándole el altavoz.
—Escúchame muy bien lo que te voy a decir porque me parece que las palabras que acaban de salir de tu boca le han faltado el respeto a mi mujer —siseó sin cortarse—. Blair no tiene nada que ver con que tú no vengas; pero si tengo que decírtelo claro, lo voy a hacer: estamos intentando quedarnos embarazados. Eso significa que me lo estoy follando como un maldito conejo por toda la casa. No hay un mueble que no haya bautizado, ni siquiera los de mi oficina se están salvando. Y honestamente, no puedo dedicarme a disfrutar con mi novia mientras te tengo a ti como visita. ¿Me expliqué bien?
“¡Nate, ¿pero qué falta de respeto es esa?!” se escandalizó Adaline.
—No es falta de respeto, es simplemente la verdad. Si quieres díselo a mi padre, y él te va a decir lo mismo que yo: ahora no es un buen momento para que vengas.
“¡Pues ya verás tú qué haces!” gruñó su madre con impotencia. “Porque mi avión está saliendo ahora mismo”.
Colgó sin que otra palabra saliera de su boca y Nate lanzó el teléfono sobre la encimera con un gesto un gesto de frustración.
—Dice que su avión ya está despegando. ¿Sabes lo que eso significa? —murmuró mirando a Blair con un gesto de disculpa.
—¿Que tampoco va a salir el bebé este mes?
—¡No! ¡Significa que vamos a saber qué tan rápida eras para empacar! —le sonrió Nate—. ¿Te apuntas a Disney?
La muchacha abrió mucho los ojos, pero un segundo después la sonrisa se extendía por su cara de oreja a oreja.
—¿Es en serio?
—¡Tan en serio como que soy capaz de hacer mi maleta antes que tú! —exclamó Nate mientras pasaba corriendo a su lado, y Blair lo siguió.
En media hora todo estaba listo, y parecían tres niños pequeños que se subían a aquel avión con destino a la felicidad.
—¡No puedo creer que estemos haciendo esto! ¡Es que no está bien escaparnos de tu madre...! —suspiró porque sabía que sería su culpa, aunque honestamente después de la forma en que la había escuchado hablar, realmente no era algo que le molestara.
—Ya tuvimos a la familia sobre los hombros dos semanas el mes pasado. Si tengo que quedarme en Disney a vivir el próximo año, te aseguro que lo haré. ¡Dios sabe que tengo dinero para eso! —replicó Nate con una carcajada y en efecto, apenas llegaron a Orlando, reservó la mejor suite en el mejor hotel y no tardó nada en sacarlas de paseo.
—No lo sé, pasó algo raro con mi madre y Blair, como que de repente explotó y te juro que estuvo a punto de decir algo horrible de Blair ¿sabes? Yo pensé que le gustaba.
Ranger no quería meter el dedo en la llaga pero sabía que no había forma de suavizar aquello.
—Bueno, los dos sabemos que en ese sentido tu madre jamás ha tenido la brújula bien orientada, su favorita de siempre no resultó ser la mejor persona. ¿Verdad?
—No, no lo fue… —murmuró Nate—. Así que tendrás que conformarse con mi favorita a partir de ahora.
—¡Uy! ¿Escalamos a la categoría de favorita? —lo provocó Ranger—. ¿O solo es eso que tu madre mencionó indignadísima sobre follar como conejos?
—¡Y hablando de eso! ¡Hoy me toca! ¡Adiós!
—¡Nate! ¡Nate! No dejas a un amigo con la palabra en la boca para irte a foll… ¿Nate? ¡Dios, los amigos solo somos accesorios! —exclamó con dramatismo—. Mejor me voy a tratar de controlar a la señora Vanderwood.
Sin embargo ni Ranger ni Nate sabían que aquel desplante ya había desatado el caos. Cualquier oportunidad de arreglar o controlar algo había desaparecido desde el momento en punto en que no podía meterse entre Nate y Blair.
—Lo siento, esto se me salió de las manos —murmuró al teléfono y la mujer del otro lado suspiró con molestia.
—No sirves ni para incordiar, Adaline. ¡Maldit@ sea! Solo espero que puedas afrontar las consecuencias.
—O…
—¿O qué?
—O podrías dejar que ella se encargue de una vez por todas —sentenció Adaline tratando de quitarse aquel problema de encima—. Honestamente no sé qué ha estado esperando para regresar.
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