Durante un largo segundo los dos se quedaron mirándose a los ojos. Heilyn sentía que el mundo le daba vueltas, porque ni en sus mejores sueños ni en sus peores pesadillas había llegado a imaginar jamás que el padre de Sian pudiera aparecerse frente a ella para reclamarlo.
Porque de eso no le cabía duda. Bastaba haber visto los ojos de su hijo una sola vez para darse cuenta de que las manchas color miel en aquellas pupilas verdes eran idénticas en los dos.
Pero antes de que pudiera hacer el primer movimiento aquel hombre tomó sus manos y la estrechó con fuerza como queriendo prevenir que escapara.
—Estoy buscando a mi hijo —dijo Matt apresurado—. Estoy buscando a mi hijo y en Cardigan me dijeron que tú procesabas a todos los niños del orfanato.
Heilyn contuvo el aliento, pero aquella sola sentencia la hizo tranquilizarse un poco, porque era evidente que él no sabía que aquel bebé era ahora su hijo.
—No se equivocaron cuando me dijeron que podía ayudarme. Usted ha visto un niño con mis mismos ojos, ¿verdad?
El tono de Matt era tan ansioso que Heilyn apretó los labios, se notaba que aquello era muy importante para él.
—¿“Le dijo” quién? —murmuró con sospecha y Matt cerró los ojos intentando recordar.
—¡Deryn! Creo que se llama Deryn, es la hija de la posadera, me dijo que era tu amiga…
Heilyn reconoció el nombre de inmediato y asintió, pero sabía que ni siquiera a ella le había dicho que se marchaba de Cardigan con un bebé.
—Sí… sí la conozco.
—Por favor. Esto es urgente, vengo del otro lado del mundo y casi no tengo información. Estoy buscando a mi hijo y… bueno no hay registros en el orfanato y a estas alturas ya no sé ni quién me está mintiendo… —bufó Matt con impotencia y en el momento en que sus manos se crisparon se dio cuenta de que aun tenía la de aquella mujer entre las suyas—. Lo siento, lo siento… pero no me equivoqué al venir, tú viste a ese niño, lo procesaste… ¿Sabes dónde está? ¿Si fue adoptado?
Heilyn se acarició aquella mano que él había tocado y carraspeó. Dentro de ella tenía un dilema enorme y doloroso, por una parte el hecho de que su hijo ya estaba en esa edad en que no dejaba de preguntar por su padre y ella trataba de manejarlo lo mejor posible; y por la otra estaba el hecho de que no tenía derecho a negarle a un padre la existencia de su hijo.
Se dio la vuelta y para cuando desapareció entre la multitud, Heilyn se dio cuenta de que ni siquiera le había preguntado su nombre.
Pasó el resto del día en una zozobra constante, mientras el miedo de perder a su hijo y el remordimiento por no querer que nadie más lo tuviera la invadían. Terminó allí y se fue a hacer otras tres horas en una pequeña empresa de reparto para la que llevaba paquetes, y recorrió medio pueblito en su bicicleta, llevando y trayendo paquetes hasta que finalmente fue la hora de ir por Sian a la escuela.
Ni siquiera imaginaba que Matt Vanderwood había dejado el hígado corriendo detrás de ella para ver qué hacía o con quién hablaba. Sin embargo, verla detenerse delante de aquella escuela no le causó la impresión que debía haberle causado. Heilyn Payne era una mujer muy hermosa, pequeña, rubia y de facciones delicadas, probablemente estuviera más que casada y tendría hijos…
La vio buscar ansiosamente entre los niños que salían de la escuela y agacharse para recibir en sus brazos a uno en particular. Y en ese momento Matt ni siquiera necesitó acercarse.
Todo su cuerpo se recargó contra la pared cercana porque de lo contrario sentía que se caería de la impresión. Aquel niño era suyo, todo se lo decía, desde el color del cabello hasta aquella sonrisa que se torcía un poco hacia la derecha.
¡Ese era su hijo! ¡Ese pequeño que rodeaba el cuello de Heilyn Payne y la llamaba “mamá” con tanta emoción… ese era su hijo!
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