BEBÉ POR ENCARGO romance Capítulo 43

El paso de la familia aquel fin de semana fue tan estresante como Blair lo había imaginado, pero sabía que no podía negarse. El señor Rufus estaba en la gloria, rezando solo para que fueran dos porque así ya tendría sus tres nietecitos.

—Hija, entiéndeme, tengo que comenzar el equipo de fútbol por algún lugar.

—¿Y si salen niñas todas, señor Vanderwood? —se rio Blair.

—Pues nada, ¡un equipo femenil! —aseguró el patriarca emocionado.

La verdad era que todos parecían muy felices, todos excepto la señora Adaline. Blair notó la tensión con que los felicitaba, pero no volvió a mencionar una palabra ni a ella ni a Nate en casi todo el fin de semana.

Por supuesto, Ranger estaba allí, con sus veinticinco ojos abiertos y deambulando por la casa como un fantasma, siempre detrás de Nathalie o de ella. Pero con el agradecimiento que todos le tenían por haber encontrado a Nate en aquella crecida, ya lo consideraban una parte indispensable de la familia; y no se les hacía raro que estuviera allí.

El domingo en la tarde, por suerte, todos regresaron a Texas, pero la tensión no disminuyó ni siquiera un poco. Nate parecía haberse encerrado en una ostra de incomunicación, pero de vez en cuando Blair lo encontraba apoyado en el marco de su puerta, mirándola como si hubiera algo muy importante que quisiera decirle.

La verdad era que no se separaba de ella mientras estaba en la casa, buscaba espacios de calidad con Nathalie y alguna forma de consentirla cuando se sentía mal. Pero aun así era imposible no notar el cambio tan grande entre ese hombre y el que había ido a Disney con ellas escapando de la familia. Se comportaba con la mayor amabilidad, pero sin una gota de calidez.

Blair intentaba sobrellevar el embarazo como mejor podía, pero la doctora no se había equivocado: aquello ni siquiera podía compararse con el embarazo de Natalie. Estaba cansada todo el tiempo, apenas podía levantar a la niña para mecerla, y tenía que tener demasiado cuidado con todo porque bastaba una suave presión sobre la piel para dejarle una marca oscura.

—Oye, ¿estás bien? —La voz de Ranger sonó preocupada fuera de la puerta de su baño, y Blair intentó limpiarse las lágrimas mientras salía.

Ya se había acostumbrado a que cuando Nate no estaba, Ranger parecía un fantasma vigilante por toda la casa, entraba y salía sin que ella lo notara; pero cada vez que empezaba a sentirse mal, lo primero que escuchaba era su voz preocupándose.

—No pasa nada, es... Es lo normal en el embarazo... —intentó sonreír, pero la verdad era que ella no se había mirado al espejo. Sin embargo, el hombre frente a ella sí pudo notar lo mal que se estaba poniendo.

—¿Blair? ¿puedes verme? ¡Oye, niña, enfócate! —la llamó chasqueando los dedos frente a su cara, pero finalmente la vio trastabillar y tuvo que correr para alcanzarla—. Tranquila, tranquila... Ya se te va a pasar... ¡A ver, mírame, mírame...!

Blair sentía que sus piernas eran como de mantequilla, le pesaba la cabeza, y las náuseas hacían que el mundo girara a su alrededor demasiado rápido. Solo atinó a asirse a las mangas de Ranger, pero no era capaz de ver nada claro, ni siquiera a Nate parado en la puerta.

—¿Qué diablos está pasando? —susurró él por lo bajo, y Ranger lo miró feo.

—¿Te vas a quedar parado ahí o vas a venir a ayudar? —le gruñó—. ¡Acaba de ponerse mal, busca agua, haz algo! ¡Muévete! —le ordenó porque no podía creer que solo estuviera viendo y ya.

Nate pareció reaccionar en ese instante, y aquel pequeño y mezquino sentimiento de celos murió en él cuando se dio cuenta de que la muchacha estaba realmente lívida. Ranger puso en la cama, para dejarla descansar, y Blair estaba tan agotada que en cuestión de segundos se quedó dormida.

—¿Qué es lo que le pasa? ¿No debería llevarla al doctor? —preguntó Nate hundiendo los dedos en su cabello, y Ranger negó.

—Los embarazos son así, unos mejores y otros peores —le dijo.

—¿Y ella… te llamó a ti?

—No, yo estaba pasando, igual que hago siempre —murmuró Ranger, dándole la espalda porque sabía que el mismo Nate le había pedido que las vigilara, así que no tenía nada extraño que estuviera allí.

Nate respiró profundamente y se quedó el resto de la tarde con ella, cuidándola mientras intentaba recomponerse.

—Esto no me está gustando —le dijo cuando la vio apartar la comida lejos de ella por cuarta vez en la semana—. Vamos a que te revise la doctora...

—Ya le hablé —le aseguró Blair—. Y no está preocupada porque el embarazo de Nathalie fue exactamente igual —mintió—. Pero al final todo estará bien, de verdad que sí.

Nate alcanzó su mano sobre la mesa, acariciándole el dorso con un gesto suave, pero aun así la muchacha podía sentir cuán distante estaba.

—¡Pero tú tienes que ser cínic...! —escupió dándose la vuelta con rabia, y las palabras murieron en su boca; no por Sienna, sino por la mujer que estaba detrás de ella, pestañeando despacio como si acabaran de golpearla—. ¡Blair...! ¿Qué...?

“El paseo de compras para el bebé”, recordó y trató de acercarse a la muchacha que parecía en shock ante aquellas declaraciones.

Sin embargo, Sienna fue más rápida para llegar hasta ella.

—¿Esta es la mujer con la que estás tratando de reemplazarme? —dijo mirándola de arriba abajo—. ¿Ya le dijiste la verdad? ¿Ya le dijiste que ese hijo que está esperando solo es un sustituto para el nuestro?

Blair abrió mucho los ojos mientras perdía el aliento ante aquella declaración y retrocedió, mirando a Nate con la acusación reflejada en los ojos.

—¿Otro hijo? ¿Como que otro hijo...? —Su cabeza comenzó a dar vueltas en un instante.

—¡Cállate Siena, maldit@ sea! —le ordenó Nate—. ¡¿No te cansas de mentir!?

—¡No es mentira, y no puedo entender cómo lo has callado todos estos años! ¡Tuvimos un hijo, y no se lo has dicho a nadie...! ¡Nadie sabe lo que...!

—¡Basta! —gritó Nate fuera de sí, pero para el momento en que intentó llegar a Blair, la muchacha ya corría hacia el ascensor—. ¡Maldición! —gruñó viendo aquellas lágrimas corriendo por su rostro mientras ella golpeaba furiosamente el botón del estacionamiento.

Las puertas se cerraron justo en sus narices, y Nate las golpeó con el dorso del puño antes de lanzarse a las escaleras. Ni siquiera supo cómo no se mató de bajada, saltándose escalones hasta de tres en tres solo para llegar rápido.

—¡Blair, espera...! ¡Por favor! —Y en aquel momento ya no le importó ni Sienna, ni sus mentiras ni nadie, solo aquel maldito auto que giraba en el estacionamiento y que Blair no alcanzaría a ver.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: BEBÉ POR ENCARGO