Nate no podía dejar de pensar en aquello. Su familia, ¿en serio? Ni siquiera le pasaba por la cabeza quién podía ser tan malvado como para realmente provocar aquellos accidentes y lastimarlos. ¡Maldición, la niña, la niña había quedado en medio de todo aquello y solo era una bebé que no tenía la culpa de nada! Él mismo había estado a punto de morir, pero si no hubiera sido Blair, ¡habría sido Blair! Entonces... ¿Quién era capaz de hacer algo como aquello?
Llegó a la oficina esa mañana a seguir trabajando porque era lo único que podía hacer, y tenía que confiar en Ranger para resolver aquello, o de lo contrario se volvería loco.
Sin embargo, apenas atravesó las puertas, cuando su asistente entró tras él, para comentarle reuniones que tenían el día.
—Ah, señor Vanderwood, ¡otra cosa! —apuntó la mujer—. Desde ayer en la tarde su celular de trabajo no ha dejado de sonar en una de las gavetas del escritorio —le comentó—. Yo sé que ese usted no se lo lleva a casa, pero quizás sea algo importante.
—No te preocupes, enseguida lo reviso —sentenció Nate, y apenas la mujer se fue, se acomodó en su silla y tomó aquel celular viendo una enorme cantidad de llamadas perdidas del mismo número.
No lo conocía, por supuesto. Sin embargo, y para su sorpresa, al final de todo había un pequeño mensaje que bastó para quitarle el poco control que le quedaba.
"¿Ya te olvidaste de mí? ¿O todavía crees que puedes sustituirme?"
Su reacción fue tan violenta que el celular voló contra la pared, haciéndose añicos mientras se estrellaba contra ella.
—¡Maldit@ infeliz! —gritó, mesándose los cabellos fuera de sí, porque ni siquiera necesitaba preguntarse quién era. Sabía muy bien cuál era la única persona que podía soltar palabras como esas.
Su corazón se oprimió por el peso de aquellos recuerdos, mientras la dosis justa de amargura y de frialdad se adueñaba de su carácter, sin saber que no era el único que en aquel momento estaba sintiéndose dominado por la desesperación.
De regreso en casa, el corazón de Blair latía tan fuerte que creyó que se le saldría del pecho.
Frente a ella, Ranger la miraba molesto y confundido, esperando una explicación.
—Te hice una pregunta, ¿qué demonios es esto? —la increpó y ella retrocedió abrazándose el cuerpo.
—Nada que tenga que ver contigo...
—¿Y tampoco tiene que ver con Nate? ¿Eh? —gruñó él, señalando aquellos papeles—. ¿Estás enferma? ¿De verdad estás enferma? —la increpó sin poder creer todo aquello fuera cierto.
—Yo no...
—¡No me mientas! —rugió Ranger, y Blair sintió que las lágrimas se acumulaban en sus ojos—. ¿Crees que soy estúpido? ¿Cuánto pensaste que tardaríamos en darnos cuenta?
—¿Darnos? ¿Nate lo sabe ya?
—¿Y esperas que no se lo diga? —replicó él con incredulidad.
—¡Pues sí, eso es lo que espero, porque esto… lo que sea que yo tenga, no tiene nada que ver con el bebé! —exclamó ella intentando convencerlo.
—¡Pero claro que tiene todo que ver con el bebé, Blair! —bufó él—. ¡Maldición, tengo que ser estúpido para no haberme dado cuenta antes! ¡Después de todo te tiraste delante del auto de Nate para que te matara! ¿no es cierto?
—Ranger...
—¡Por el maldito seguro!, ¿no es cierto? ¡Ya deja de mentirme porque sé que lo sigues pagando, sé que dura un año y sé que estás esperando a morirte después de eso...!
—¡Pues sí! ¿y qué? —le gritó ella mientras las lágrimas corrían desesperadas por sus mejillas—. ¡Sí, me estoy muriendo! ¿y qué?
—¿Cómo que y qué? ¡Que decidiste darle un hijo a Nate!
—¡Porque eso fue lo que él pidió y era mucha mejor opción que morir un año antes! ¿no te parece? —le gritó ella, respirando entrecortadamente—. ¡Me voy a morir, me voy a morir en un año y nada va a cambiar eso! ¡No pude arreglarlo antes y no podré arreglarlo ahora! ¡Mi única donante compatible es Nahtalie, pero no puedo poner la vida de mi hija en peligro, solo es una bebé!, ¿entiendes? ¡Y entre ella y yo, siempre la voy a elegir a ella...!
—¡Pero es que esta no era la solución! —espetó él frustrado.
—¡¿Y cuál era, Ranger?! ¡Dime! —lo increpó Blair—. ¡No tenía dinero para un maldito tratamiento, mi madre es demasiado mayor y está enferma; lo único que este Gobierno hará por ella será meterla en una residencia! ¡Y mi hija iría a parar a un orfanato! ¿Qué tiene de malo que haya querido conseguirle una familia antes de irme, conseguirle un padre que la quiera y que la proteja?
—¡Que lo estás haciendo a costa de ti! ¿no lo entiendes? ¡Maldición, todo esto te va a poner mucho peor...!
—¡¿Y crees que hay algo peor que morirme?! ¡Porque en ese camino ya voy, Ranger! —replicó ella llevándose las manos a la cabeza, mientras un sollozo le rompía el pecho—. ¿No lo entiendes? ¡Me estoy muriendo! ¡Me voy a morir, punto! ¡Solo quiero que mis hijos se queden con alguien que los ame!
Ranger caminó por toda la habitación como si fuera un animal salvaje metido en una jaula.
Nate apretó los puños y todo el dolor de las últimas horas subió a su boca.
—Tan importante como puede serlo la madre de mis hijos —sentenció con frialdad.
—Entonces... ¿No tiene sentimientos por ella? Digo no la...
—¿Amas? —terminó Nate por él y lo único que Ranger pudo escuchar fue una sonrisa sarcástica—. Eres mi mejor amigo y me has conocido en mis peores momentos, ¿crees que me queden ganas de amar a otra mujer? ¿Crees que voy a correr ese maldito riesgo? ¡Por favor!
—Entonces, cuando el contrato se termine, ¿ella de verdad se va a ir?
—Eso es lo que dice el contrato, ¿no? —gruñó y Ranger no supo por qué, pero aquello le provocó una pena enorme, esa pena de comprender que Blair estaba haciendo todo lo posible por proteger a sus hijos y aun así iba a morir sin nadie que la amara y la protegiera a ella.
—Entiendo, solo quería confirmar eso —murmuró.
Se largó de aquella oficina, y pasó medio día dando vueltas como loco por la ciudad, intentando organizar los pensamientos, pero finalmente sabía dónde tenía que volver.
—Está bien, te voy a ayudar —fueron las únicas palabras que salieron de su boca cuando abrió aquella puerta—. Te voy a ayudar a mantener esto en secreto por el bien de Nate y de los niños. Voy a ayudarte a llevar esto hasta el final... —murmuró con un nudo en la garganta—. Cuando vuelvas a sentirte mal, no lo llames a él, llámame a mí.
Balir ni siquiera tuvo tiempo de agradecerle, porque él solo se dio la vuelta y se marchó sin decir nada, pero al menos tenía la tranquilidad de que alguien con quien podía contar sabía su secreto.
Por supuesto, nada de esto iba a hacer que las cosas mejoraran. Nate cada día estaba más ensimismado y lo único que logró hacerlo sonreír una semana después fue aquella ecografía donde ya se podía distinguir el huevito del bebé.
—Quizás ya sea hora de anunciarlo —murmuró él—. Le diré a la familia para que vengan, que se pasen un fin de semana con nosotros, celebramos la Navidad anticipada y después que nos dejen tranquilos, ¿te parece?
Ella sintió saber qué más decirle, sabía que el señor Rufus iba a estar dando saltos de alegría, lo que sí no imaginaban era que en el mismo momento en que recibieron aquella noticia, su querida “suegra” se alejó de todos para tomar su celular y llamar a su mejor amiga.
—Esto ya se jodió, Paloma, tu hija se demoró demasiado, la zorra de Nate ya está embarazada.
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