BEBÉ POR ENCARGO romance Capítulo 5

Por qué no había registros de su hijo. Por qué no había ni certificado de adopción, ni siquiera certificado de ingreso. Por qué no había ni una pista, ni un indicio, ni nada de nada.

¡Era por ella! ¡Porque la responsable de ingresar sus datos y hacer su expediente había omitido esa parte y se lo había llevado!

—¡Maldición! —gruñó con impotencia al darse cuenta de que solo había llegado allí por una mera coincidencia, por conversaciones casuales, básicamente porque el destino así lo había querido, porque de lo contrario no habría forma de encontrar al pequeño.

Aquella mujer que parecía tan dulce se había encargado de desparecer toda la evidencia y había escapado con su hijo.

—Bueno… ¡te aseguro que no lo harás dos veces! —murmuró Matt con rabia mientras hacía acopio de autocontrol para no ir hacia ellos en aquel mismo momento y llevarse a su hijo.

Los vio caminar de la mano y casi le dolió el corazón por la forma en que aquel pequeño la quería, de una forma en que a él le costaría mucho ganarse. Sin embargo por más frustración e impotencia que sintiera, tenía emociones muy encontradas, porque también significaba que su hijo no se había criado solo en un orfanato, sino al calor de una madre… loca, pero madre al fin.

La vio dirigirse a un pequeño café en el centro del pueblito y sentar al pequeño en uno de los reservados. Él regó sobre la mesa sus libretas y colores y se puso a pintar mientras ella le daba de comer y luego pasaba las siguientes tres horas sirviendo mesas y trabajando en aquel lugar.

“El tercer trabajo del día”, pensó Matt frunciendo el ceño, y sus ojos escrutaron cada gesto de cansancio que se convertía en una sonrisa instantánea cuando pasaba frente a la mesita de su hijo.

Para las seis de la tarde ella recogió todo y salieron de allí de la mano, dieron una larga caminata y Matt la vio entrar en un pequeño edificio de casas bajas ordenadas alrededor de un patio parecido a una plazuela. Bastó que la puerta se cerrara tras ellos cuando de una casa cercana salió un hombre y se tomó su tiempo pegando en la puerta aquel aviso de desalojo.

No tenía idea de que adentro Heilyn estaba desesperada, intentando descifrar qué demonios haría con aquel hombre, porque la hora de verlo se acercaba y tenía todos los miedos a flor de piel.

Por desgracia, ella tampoco tenía idea de que él no era de esos hombres que esperaban a que las cosas simplemente pasaran, y mucho antes de que pudiera prepararse para aquel encuentro, escuchó que tocaban a su puerta, y Heilyn la abrió solo para quedarse petrificada.

—Usted… ¿qué…? —balbuceó y su boca se secó en un segundo—. ¿Cómo…?

—¿Cómo encontré tu casa? —gruñó Matt entre dientes—. Evidentemente no me conoces, porque no hay nada que no haría por mi hijo, ¡incluyendo seguir por media ciudad a la mujer que se lo robó!

Los ojos de Heilyn se abrieron desmesuradamente y su expresión era tan azorada que Matt no sabía si había dado en el clavo o se había equivocado rotundamente.

—¡Soy su padre!

—¡Sí bueno, la que lo parió tampoco es un tesoro! —replicó Heilyn y Matt se envaró porque era evidente que aquella mujer había conocido a Sienna—. Así que déjame ponértelo claro: Te acercas si yo digo que te acerques, le hablas si yo permito que le hables, porque me importa muy poco de cuál de las dos pelotas te salió. ¿Entiendes? ¡Ese que está allá adentro es mi hijo, mío! ¡Y no tengo problemas con tirar tu sexy cuerpecito al mar atado a un ancla si es lo que tengo que hacer para protegerlo!

Los ojos de aquella mujer echaban chispas como Matt no había visto jamás en los de ninguna persona. Era una loca, una loca desquiciada, pero solo había que ver la forma violenta y rabiosa en que su pecho subía y bajaba para saber que estaba hablando en serio y que estaba dispuesta a todo para proteger a ese niño.

Sin embargo antes de que cualquier respuesta pudiera salir de la boca de Matt, alguien tiró de la puerta por dentro y ni siquiera ella fue capaz de evitar que el pequeño saliera.

—¡Sian…!

—Mami, ¿por qué no…? —El niño se interrumpió viendo al hombre frente a él y de repente su expresión pasó de la curiosidad a la sorpresa al darse cuenta de que los ojos de aquel extraño eran iguales a los suyos—. ¿Papi…?

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