BEBÉ POR ENCARGO romance Capítulo 60

Quizás lo peor no fueron aquellos dos disparos, quizás no fue la adrenalina, o el riesgo, o el miedo.

Lo peor de todo fue cuando aquella mujer se asomó al interior de la limusina y vio que la que estaba tirada dentro intentando respirar entrecortadamente no era Blair.

Lo peor de todo fue cuando cuatro autos derraparon junto a ellos sin que supiera ni de dónde salían, y vio a cada uno de los chicos Vanderwood corriendo hacia la limusina mientras Elijah gritaba desesperado.

Lo peor fue cuando el conductor de la limusina se bajó con el rostro desencajado para verla sosteniendo aquel revólver.

Nate sentía que el corazón se le saldría del pecho, o que dejaría de respirar, o que el mundo se rompería de repente y alguna grieta hacia el infierno se abriría bajo sus pies.

Aquella era una trampa para Sienna, una trampa para conseguir pruebas de que realmente quería lastimar a Blair y de que había planeado aquel accidente en el que él casi había muerto. Pero en lugar de eso la mujer que estaba allí, la mujer que le había disparado a la pobre Jocelyn que valientemente había hecho de señuelo... ¡Esa mujer era nada menos que su madre!

—¡Joss, Joss! —gritó Elijah abriendo la puerta del pasajero por el otro lado y arrastrando a la muchacha, que trataba de respirar desesperadamente—. ¡Dios, mírame, dime que estás bien, dime que estás bien! —suplicaba intentando soltar el chaleco antibalas blanco que la chica llevaba puesto y que había disimulado bastante bien debajo del velo de novia.

La acostó sobre la hierba apurado y Sebastian se acercó también corriendo, para ayudarlo a soltar el chaleco y palpar sobre el pecho de la muchacha.

—¡No está sangrando, no está sangrando, cálmate! —le dijo Sebastián sacudiéndolo y Elijah abrazó a Jocelyn con un gesto instintivo antes devolver la cabeza bruscamente para mirar a su madre.

El resto de los Vanderwood estaban como estatuas. El resto de aquella familia estaba petrificada viendo de lo que era capaz la que hasta ese momento había sido madre y esposa ejemplar.

Eran incapaces de reaccionar. Eran incapaces de decir nada y Adaline tenía los ojos muy abiertos mientras en su mano todavía temblaba el arma.

Rufus Vanderwood se acercó en silencio y le arrancó aquel revólver de la mano, justo un segundo antes de darle una bofetada que casi la mandó al suelo.

Adaline gritó y Asher corrió para detener al viejo, porque era evidente que en aquel momento estaba más que dispuesto a golpearla de nuevo.

—¡¿Cómo pudiste hacer algo así, infeliz!? —gritó Rufus con los ojos llenos de lágrimas—. ¿¡Dispararle a una mujer inocente!? ¿¡A la mujer de tu hijo!? ¡A la madre de mi nieta! ¡¿Cómo fuiste capaz, Adaline!?

La mujer retrocedió sosteniéndose la mejilla y negó vivamente.

—No... esto es un error... ¡Esto es un error, yo…!

—¿¡Un error!? ¡¿Pero qué ibas a hacer después, mamá?! ¡¿Matar al conductor, eh!? ¡¿Qué ibas a hacer?! ¡Responde!

Los ojos de Nate también estaban llenos de lágrimas por la consternación, lo último que había esperado en su vida era que su madre tratara de matar a la mujer que... Pero por desgracia aquel no era momento para desvelar sentimientos, solo para hechos y ahora Nate los conocía por más dolorosos que fueran.

—¡Fuiste tú! ¡Dios, no puedo creerlo pero fuiste tú! ¡La que causó el incidente en el río en el que casi me muero fuiste tú! ¡La que metió esa res en el camino y luego logró desaparecerla, mamá...! ¿¡Cómo pudiste?!

Adaline negaba con fuerza, pero ya no importaba lo que ella dijera, porque lo que había acabado de hacer simplemente lo habían visto todos.

—¡Dime que eso no es cierto, Adaline! —murmuró Rufus mientras aquel dolor seco se extendía por su pecho—. ¡Dime que no es cierto que trataste de matar a Nate! ¡Dime que no es cierto que trataste de matar a tu propio hijo! —rugió el viejo con tanta desesperación que Matt se acercó a él para calmarlo, porque estaba seguro de que le daría un ataque allí mismo.

Sin embargo la voz que se alzó para responderle no fue la de su mujer, sino una muy diferente.

—No es cierto que quería matar a Nate —sentenció Asher adelantándose, y miró a su madre a los ojos mientras aquel episodio volvía a su memoria y comprendía cada palabra que había escuchado—. Dijiste que se suponía que Blair debía ir sola. Solo querías matarla a ella.

—¡Cállate Asher, no sabes lo que dices! —gritó Adaline mientras negaba una y otra vez con la cabeza—. ¡Cállate, tú no sabes...!

—¡Lo dijiste delante de mí! ¡Lo dijiste en el hospital y yo creí que solo estabas demasiado ofuscada y asustada porque a mi hermano le fuera a pasar algo! ¡Pero te escuché decirlo muy claro: que se suponía que Blair debía ir sola! ¡Tú sabías que ese accidente iba a pasar, mamá, lo sabías! ¡Sabías que iba a pasar porque tú lo habías preparado para ella!

Nate se llevó las dos manos a la cabeza y se mesó los cabellos con aquella mezcla de decepción y de dolor que no le permitiría reaccionar.

¡¿Qué se suponía que hiciera!? ¡¿Qué se suponía que hicieran todos después de descubrir algo como aquello?! Sentía que el pecho se le rompía de dolor y jamás jamás iba a entender cómo era posible que su madre hubiera orquestado un atentado como ese.

—¡Por favor, viejito, aguanta! —murmuró Elijah acariciándole el cabello—. Aguanta ¿sí? Esto no es nada, no es nada...

Su padre respiraba cada vez con más dificultad y se notaba todo el esfuerzo que estaba haciendo por soportar aquel dolor.

Sólo unos minutos después se escucharon las sirenas de la ambulancia y en cuestión de segundos los paramédicos lo atendieron y lo subieron a una camilla para llevárselo. Por supuesto también tuvieron que aprovechar para llevarse a Jocelyn, porque ellos dos balazos en el medio del pecho definitivamente podían haberle roto alguna costilla y tenían que revisarla.

Al sonido violento de la sirena de la ambulancia le siguió el de las patrullas de policía, pero cuando Matt y Nate se giraron para buscar a Adaline, ya la mujer no estaba por todo aquello.

—Déjalo así —gruño Nate con impotencia—. Papá es lo primero, él es lo primero... Nuestra madre ya tendrá que aparecer.

Todos se subieron a los autos para seguir a la ambulancia hasta el hospital, y Nate fue el único que giró en redondo y condujo hasta la casa, porque ya no era capaz de dejar a Blair y a Nathalie fuera de su vista, ni siquiera aunque el mismísimo Ranger las estuviera cuidando, porque ahora más que nunca temía que no podía confiar en nadie de la hacienda.

Atravesó aquella puerta como un zombi y Blair corrió hacia él cuando lo vio llegar tan pálido y demacrado.

—¿Nate? ¡Nate, por Dios, ¿qué fue lo que pasó!? —lo increpó apretando su mano que estaba fría y rígida.

—Tenemos que irnos al hospital ahora —susurro él—. Papá se puso mal.

—¿Mal? —se preocupó Ranger.

—¿Qué tan mal, Nate? —preguntó la muchacha y él clavó aquellos ojos desesperados en ella.

—Blair yo... Tengo que decirles algo.

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