La lluvia había comenzado a caer con fuerza, reflejando el caos que se había desatado en la vida de Adaline. La policía rodeaba la casa, las luces de las patrullas destellaban en la oscuridad de la tarde, mientras a ella la sacaban esposada y un oficial le leía sus derechos a mantener la boca cerrada.
No era capaz de asimilar lo que estaba pasando, había pasado los últimos treinta años de su vida intentando que Paloma no la traicionara y le contara a todos su secreto, y ahora resultaba que la que la había traicionado de la peor manera era Sienna.
Nate se detuvo en el umbral, observando cómo se llevaban esposada a su madre mientras ella lanzaba amenazas y maldiciones contra todos.
—Detective, espero que este caso sea su prioridad —sentenció Nate con voz cruda, y el policía asintió porque era obvio que todos estaban con los nervios a flor de piel.
—No se preocupe, señor Vanderwood, me encargaré personalmente de recoger todas las declaraciones de testigos necesarias, y de mandar a validar las pruebas —aseguró—. La señora Adaline no se va a librar de esto con tanta evidencia en su contra.
Los labios de Nate hicieron una mueca amarga y asintió dándole la espalda.
—Eso espero.
Volvió a la biblioteca y despidió de una vez a los abogados porque ya no había nada que decir sobre el testamento, y todos los hermanos se sentaron en uno de los salones a intentar pasar aquel mal trago con algo de whisky.
Solo uno de ellos pareció caer en cuenta que todavía tenían una invitada en la casa, una no muy deseada por cierto, pero Mathew se levantó al instante y se encaminó hacia la cocina.
Sienna, desde la penumbra, observaba la escena con los ojos llenos de preocupación. Era bueno quitarse de encima la sombra de Adaline, en especial si eso invalidaba cualquier acceso de aquella mujer a la fortuna de los Vanderwood, sin embargo estaba muy lejos de imaginar cómo había quedado en verdad la distribución de bienes.
Se encogió sobre sí misma con aquella expresión débil que tan bien sabía poner en cuanto vio que Matt se acercaba a ella, y no se sorprendió de que tratara de brindarle algo de consuelo en medio del caos. Después de todo Matt era un amable ñoño.
—Sienna, ya no tienes nada que temer —le dijo Matt, acariciando sus brazos con un gesto confortable—. Puedes irte.
—¿Estás seguro? —preguntó ella que no había esperado ser despedida después del incidente con tanta facilidad.
—Sí, mi madre está en custodia policial y yo…
—Eso es lo importante. ¿Tú cómo estás? —lo interrogó Sienna acariciando una de sus manos entre las suyas—. No tienes que estar solo Matt, sé cuánto querías a tu padre y solo quiero que sepas que voy a estar aquí para apoyarte en todo.
Matt apretó los labios y Sienna trató de esconder su sonrisa porque verlo vulnerable era la mejor noticia para ella. No era lo que había querido, pero era mejor tener en sus garras a un Vanderwood que a ninguno.
—Y te lo agradezco, Sienna, pero con todo lo que está pasando tengo mucho que pensar. No sé si me quedaré en la empresa o continuaré con mi negocio…
La mujer arrugó el ceño sin comprender y pasó saliva antes de hacer aquella pregunta.
—Pero por qué… ¿por qué dejarías la empresa? —balbuceó por lo bajo—. Ahora que tu madre está… bueno que está presa, todo pasa a ustedes, ¿no es cierto?
Matt suspiró como si aquella pregunta no hubiera hecho un clic dentro de su cabeza y negó despacio.
—Pues sería así si mi padre le hubiera dejado algo a mi madre, pero al parecer cambió su testamento hace unos meses y la heredera universal de toda su fortuna es Blair.
—¿¡Quééééé!? —Sienna se cubrió la boca con una mano porque sabía que no debía haber hecho aquella pregunta en aquel tono, pero Matt no pareció molestarse por eso—. ¿¡Bla… Blair!? ¡¿Tu padre se lo dejó todo a esa mujer?!
—Bueno, no a ella exactamente, sino a Brasen… —Matt se rascó la cabeza y negó de nuevo—. No, a Brasen no, en realidad se lo dejó todo a su primer nieto, y por tanto a su madre. Y como el primer nieto de mi padre fue Brasen… entonces supongo que todo será para él.
Sienna se quedó atónita al escuchar esas palabras.
—Entonces… ¿el primer nieto lo heredará todo?
—Así es, y su madre será la albacea hasta su mayoría de edad, aunque supongo que Nate tendrá que encargarse de eso —murmuró él.
La expresión de preocupación y amor estaba impresa en su rostro, y el médico se acercó a él con expresión triste.
—¿No ha mejorado nada? —preguntó desolado y vio al galeno negar.
—El recuento de células sanas ha subido un poco, pero aun falta demasiado tiempo para verla recuperarse y la infección en los pulmones nos está jugando en contra, porque Blair depende de ese soporte vital —le informó—. Está muy débil, señor Vanderwood. Lamento decirle esto, pero… será mejor que la acompañe en todo momento —aconsejó el médico, porque ya había visto muchas veces cuánto sufrían los familiares por no poder despedirse de sus seres queridos.
Nate asintió con la garganta apretada por la tristeza. Se sentó junto a Blair, tomando su mano con suavidad, y le besó el dorso mientras intentaba no desmoronarse.
—Hola nena… dice el doctor que tienes que pelear un poquito así que aquí estoy —susurró Nate, buscando aferrarse a esa fe de que ella podía estarlo escuchando—. Y yo sé que tú eres una luchadora, ¿Verdad? Nadie tiene idea de lo fuerte que eres, mi amor, pero yo sí… ¡Yo sí! Y sé que quieres estar aquí conmigo, y ver crecer a nuestros bebés. ¡Si vieras cuánto ha crecido Brasen en tan poco tiempo! ¡Te juro que ya está a punto de sonreír! Por favor, amor, pelea ¿si? Pelea todo lo que puedas porque yo siempre voy a estar aquí, peleando contigo.
Las horas de aquella noche fueron largas y dolorosas, pero Nate no tenía ni idea de que el amanecer sería mucho peor. Tenía la frente apoyada en su mano, y de fondo soñaba con el interminable silbato de un tren… uno que lo despertó sobresaltado al darse cuenta de que era el pitido largo y contante del monitor de Blair.
El corazón se le disparó en el pecho, pero antes de que pudiera correr a llamar a un médico, ya un equipo completo venía corriendo en su dirección. Apartaron todo a su paso, incluyéndolo a él, mientras solo se escuchaban gritos, órdenes, alguien mandando a que lo sacaran y el sonido de sus propios y desesperados gritos pidiéndole a Blair que volviera.
—¡Está teniendo un paro, preparen en carro de choque! ¡Paletas, gel…! ¡Despejen…!
Los médicos batallaban por estabilizarla y Nate ni siquiera sabía que había tres hombres intentando impedir que corriera hacia aquella cama. El mundo era una cámara lenta de desesperación mientras los médicos intentaban sacar a Blair de aquel paro.
El sonido de los equipos médicos y las voces apresuradas se mezclaban en un eco doloroso en la habitación. Cada segundo se sentía como una eternidad, y solo había dolor mientras mientras veía cómo poco a poco se le escapaba la vida de la mujer que amaba.
—¡Blaaaaaaaaiiiiiiiirrrr! —Se escuchó gritar como si aquella voz no fuera la suya, y en el fondo aquella sentencia.
—Declaren la hora de la m…
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