BEBÉ POR ENCARGO romance Capítulo 76

La sala del hospital estaba envuelta en un silencio fatal, roto solo por el pitido constante de los monitores mientras Nate gritaba y trataba de que lo dejaran llegar a la cama de Blair.

—¡No se atreva! —le gritó al doctor, interrumpiéndolo antes de que pudiera declarar la hora de la muerte—. ¡Sálvela, sálvela…!

—Señor Vanderwood…

—¡No se rinda, maldit@ sea! ¡Haga algo!

El médico apretó los dientes y puso aquel carro de choque en su mayor descarga antes de gritarle a todos que se separaran.

—¡Despejen! —gritó antes de ponerse a trabajar de nuevo sobre el cuerpo de Blair, mientras Nate caía de rodillas en el suelo de aquella habitación y rezaba como jamás lo había hecho.

Su miedo fue el primero en captar la interrupción de aquel pitido y jadeó sorprendido cuando los médicos se pusieron a gritar de nuevo.

—¡Pulso, tengo pulso aquí!

—¡Muévanla, vamos a llevarla a la Unidad de Cuidados Intensivos!

Ni siquiera fue capaz de llegar a ella cuando ya la estaba sacando del cuarto y poco después la veía a través del cristal de la UCI.

—Por favor dígame que no está peor, por favor dígame que esto no la afectó… —le suplicó al médico jefe cuando este se acercó a hablarle.

—Señor Vanderwood… “peor” para ella, en este momento solo queda la muerte —le dijo con una triste sinceridad—. Blair está más delicada que nunca, su recuento de células está aumentando pero el resto de su cuerpo está fallando. Vamos a tener que dejarla en la UCI a partir de ahora.

Él asintió despacio porque entendía que tanto él como los doctores se estaban jugando todo por aquel tratamiento, pero jamás le habían dado esperanzas.

—¿Puedo verla? ¿Puedo entrar con ella? —suplicó con voz rota y el doctor asintió porque ya nada podría ponerla peor de lo que estaba.

—Mandaré a que le traigan un uniforme limpio —cedió el galeno y poco después de darse una ducha de desinfección y cambiarse, Nate pasaba a aquel pequeño cubículo de la Unidad de Cuidados Intensivos y se sentaba al lado de Blair.

—Quédate conmigo, nena, por favor… No me dejes —murmuró entre lágrimas mientras intentaba contener aquel dolor que lo atenazaba por el miedo a perderla.

Se inclinó para besar su frente con ternura, y sus lágrimas se mezclaban con la promesa silenciosa de que, de alguna manera, superarían esa oscura tormenta juntos. Solo se separó de ella casi veinticuatro horas después, cuando Ranger llegó a relevarlo y solo porque sabía que sus hijos lo necesitaban también.

Esa noche la señora Margo se lo encontró durmiendo en el diván al lado de sus cunas y solo lo cubrió con una manta, porque además de besar y abrazar a sus hijos por él y por su madre, sabía que no había nada más que pudiera hacer.

Pero mientras Nate peleaba contra aquella desesperación, en la hacienda Matt enfrentaba una muy diferente.

Los chicos Vanderwood preferían salir del camino de Sienna desde que Matt había elegido perdonarla, así que solo la miraron feo mientras ella se reunía en el despacho con él.

—¿Sienna…? ¿Estás bien? ¿Qué es lo que pasa, por qué estás así? —le preguntó viendo que la mujer lloraba a lágrima viva.

—¡Oh, Matt… estoy destrozada! ¡Este fue el primer lugar al que atiné a venir y no sé…! ¡Dios, no sé ni cómo decirte esto! —Sollozaba con tanta fuerza que temblaba de una forma incontrolable y Matt la sentó frente a él.

—Por favor dime qué pasa.

—¡Es mi madre! ¡Le dije…! ¡Le comenté lo del testamento de tu padre y se puso como loca! ¡Me dijo…! —Se cubrió la cara con las manos y negó acercándose a Matt para abrazarlo.

—¡¿Qué te dijo, Sienna?! ¡¿Qué puede haberte dicho para que estés así?!

—¡Me dijo que nuestro hijo está vivo! —exclamó Sienna y Matt se levantó retrocediendo, encajando aquella noticia mientras su pecho subía y bajaba pesadamente.

—¡¿Qué estás diciendo?! ¡¿Cómo que…?! ¡¿Qué fue lo que pasó?! ¡Contéstame!

Sienna se abrazó el cuerpo, sobresaltada y negó.

—¡Me dijo que creía que el bebé sería un estorbo para mí, que solo me dijo que estaba muerto para que yo no me dedicara por completo a él y pudiera seguir con mi vida! —le contó entre lágrimas—. ¡Dios, no puedo creerlo, todos estos años mi bebé estuvo lejos de mí…!

Pero él ni siquiera la dejó terminar, con un gesto furioso se dirigió a la puerta y sin decir una palabra se encaminó hacia la camioneta. Sienna lo siguió, intentando detenerlo pero apenas puso un amano sobre su hombro cuando él se dio la vuelta, sacudiéndola.

—¡Vienes o te quedas, me da igual, pero esto no se va a quedar así! ¿¡Entiendes!?

—Si necesitas algo sabes que solo tienes que llamarme —le aseguró dándole un beso en la frente y despidiéndose mientras enfilaba la camioneta hacia el aeropuerto, donde ya un avión privado lo estaba esperando para llevarlo a Europa de inmediato.

Sin embargo no podía hacerlo sin pasar antes por la casa de Nate a decirle lo que iba a hacer.

Vio a su hermano sentarse en aquella butaca y llevarse las manos a la cabeza mientras intentaba procesar que aquella culpa que había sentido durante tantos era injustificada porque aquel niño no había muerto. Pero en aquel momento ya a ninguno le importaba eso.

—Me voy preocupado. No quiero dejarte en un momento en que nos necesitas tanto a todos —murmuró Matt pero Nate se levantó y le dio un abrazo.

—No te preocupes. Ve por tu hijo, Matt. Blair y yo estaremos bien. Todos estaremos aquí, esperándolos, así que por favor, solo ve y encuéntralo —le pidió Nate con sinceridad.

Y mientras ese avión por fin despegaba para llevarlo hasta Gales, su hermano mayor salía de la casa y se dirigía a un pequeño departamento en el centro de la ciudad.

Metió la llave en la cerradura y suspiró aliviado de que aquel hombre estuviera viendo la televisión tranquilo en lugar de andar rezongando por todo el piso.

—No puedo creer que haya tomado tantos años verte como un niño bien portado —susurró abrazándolo.

—¿Qué quieres que te diga? ¡Soy un abuelo obediente!

Nate dejó las bolsas de comida que llevaba sobre la mesa y se sentó en un sofá frente a él.

—Matt siempre tuvo razón. Lo que tú y él hicieron… no se equivocaron, papá. El hijo de Matt está vivo. Sienna lo soltó todo.

Los ojos de Rufus Vanderwood brillaron con una mezcla de alivio y victoria.

—¡Dime que lo encontraron! —pidió con el corazón en la mano.

—Todavía, pero Matt está ahora mismo volando hacia Europa para buscar a tu nieto, y te garantizo que no va a volver sin él.

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