BEBÉ POR ENCARGO romance Capítulo 78

No había palabras para describir la frustración y la ira en el rostro de Sienna Williamsburg. Por supuesto que recordaba a Heilyn, aunque si era honesta ni siquiera se sabía su nombre, solo era un borrón en su memoria en aquel paso suyo por Gales.

—¿Cómo te atreves a meterte entre nosotros? ¡No sabes de lo que estás hablando! —gritó furiosa—. ¡Mi madre fue la que me robó a mi hijo! ¡Se lo llevó y lo entregó en un...!

—Bueno, pero es que yo a tu madre no la vi —replicó Heilyn, interrumpiéndola—. La que estaba allí ese día con la directora del orfanato entregando a un bebé de pocos días no era tu madre, eras tú.

Sienna contuvo el aliento y se giró hacia Matt con expresión adolorida, adoptando aquel tono que solo buscaba dar lástima y victimizarse.

—¿Y tú le estás creyendo? ¿Eso fue lo que te dijo y tú le crees? —les reclamó con los ojos llenos de lágrimas, pero el hombre frente a ella solo se encogió de hombros.

—Pues sí, la verdad es que le creo bastante —aseguró él, porque en todos aquellos meses que había pasado buscando a su hijo, había tenido tiempo de comprobar que Heilyn Payne era de esas personas que decían la verdad de frente sin importar cuánto doliera.

—¿Qué te parece si nos saltamos el drama y reconoces la verdad? —le dijo a la muchacha, cruzándose de brazos—. Entiendo que ni siquiera me miraste dos veces; es lo bueno de ser la secretaria invisible de una directora de orfanato. Pero yo sí pude verte muy bien, y te vi en el momento entregaste a Sian y saliste corriendo.

—¡Maldit@ infeliz, ¿cómo te atreves?!

—¡Pues con los huevos que a ti te faltaron para criar a tu hijo, fíjate! —la ubicó Heilyn con firmeza—. Y no me malentiendas, soy muy consciente de que hay muchas mujeres que no tienen cómo criar a sus bebés, pero jamás había visto que ninguna de ellas fuera tan egoísta como para pagarle a la directora para que no dieran a su bebé en adopción.

Sienna se puso lívida en un solo segundo porque aquella mujer solo abría la boca para descubrirla.

—¡Eso no es cierto, no es cierto! ¡Yo jamás haría algo así! —intentó defenderse, pero en los ojos de Matt no había ni un solo indicio de que le creyera.

—¡Sí lo hiciste! ¡Diez mil dólares le pagaste a la directora del orfanato para que jamás pusiera a Sian en adopción, para que jamás pudiera estar con una familia! Y yo jamás entendí eso, pero después de tantos años por fin comprendo: Sian jamás fue para ti un hijo, solo fue un instrumento que querías tener reservado para cuando necesitaras usarlo, como ahora, ¿no es cierto?

—¡Mentirosa, eso es mentira! ¿No te das cuenta de las incoherencias que dices? —gritó Sienna volviéndose hacia Matt—. ¡¿Cómo puedes creerle?! Si eso fuera cierto, ¿cómo es que ella entonces logró adoptar al niño?

Pero ante aquella pregunta los labios de Heilyn se curvaron y solo le dirigió una sonrisa sarcástica.

—Porque yo pagué más —sentenció antes de dar dos pasos que l acercaron a Sienna—. Me interesan muy poco tus lágrimas de cocodrilo, pero a mi hijo no te acercas, y Matt tiene muy claro que en el mismo momento en que te permita de nuevo acercarte a nuestras vidas, me desaparezco con mi hijo y no me vuelven a ver. Así que, con permiso de los anfitriones, la puerta está por allá: ya te puedes largar.

La cara de Sienna parecía una granada a punto de estallar. Temblaba de rabia y Matt estaba seguro de que lo único que saldría de su boca sería una rabieta. Sin embargo, frente a ella, tenía una mujer impávida y sarcástica, y un hombre al que no le importaba para nada.

—¡Esto no se va a quedar así, ¿me oyen?! —les gritó retrocediendo porque sabía que en aquel instante no lograría nada más—. ¡Esto no se va a quedar así, los voy a demandar! ¡Los voy a demandar por la custodia de mi hijo porque ya vi lo que están haciendo! Lo único que les interesa es quedarse con su herencia, quieren robar el dinero que su abuelo le dejó a mi hijo. ¡Eso es lo único que quieren, malditos interesados! —exclamó antes de lanzar algunas amenazas más y largarse de allí.

Matt se giró hacia Heilyn con un suspiro.

—¿Estás bien? —le preguntó preocupado y la muchacha negó.

—¡Claro que no! ¿No ves que ni siquiera me dio una justificación para ponerle las manos encima? —rezongó la muchacha—. Hasta que no le rompa la nariz a esa, no voy a ser feliz.

—Bueno, no te desesperes —le sonrió Matt—. Si conozco bien a Sienna, no va a demorar mucho en darte motivos, créeme.

Heilyn asintió con cansancio y volvió a la celebración, donde su hijo disfrutaba de su nueva familia y, sobre todo, con sus dos primitos.

Matt suspiró viéndola caminar hacia la terraza y un segundo después alguien presionaba su mentón para cerrarle la boca.

—¡Ahora sí estamos en la hacienda, te van a entrar moscas, muchacho! —se rio Rufus, y Matt no se molestó en disimular porque era demasiado obvio que aquella mujer lo traía de cabeza—. Es una leona, ¿verdad? —murmuró su padre—. Y presiento que cuando se trata de su cachorro, es de las que muerden bastante.

Las máquinas seguían pitando de forma intermitente, pero el médico se veía bastante preocupado.

—¿Qué sucede, qué le está pasando? —preguntó nervioso, y el galeno extendió hacia él toda una serie de estudios y resultados que Nate no entendía.

—Señor Vanderwood, la situación ha llegado a un punto de evolución en el que no podemos seguir manteniéndola con el equipo de soporte vital —le explicó.

—¿Qué? ¿Qué está diciendo, no puede tener soporte vital?...

—Es que ya le está haciendo daño —suspiró el médico—. Los tubos, las vías... Su cuerpo ha comenzado a rechazarlo, así que tenemos que seguir el curso natural de su estado y sacarle todo el soporte vital.

—Pero, pero eso quiere decir... —Nate estaba tan nervioso que ni siquiera lograba hilvanar las palabras.

—Quiere decir que tendremos que sacarla del coma inducido —explicó el médico—. Tendremos que quitarle los sedantes y rezar para que vuelva con nosotros.

Nate se cubrió la cara con las manos, pero durante meses había confiado en la habilidad de aquel doctor y sabía que ya no podía hacer nada diferente.

—¿Y qué pasará... qué pasará si no logra respirar por sí misma? —preguntó, y como siempre, el doctor prefirió ser honesto con él.

—Ese también es mi mayor temor, señor Vanderwood. Pero ya no podemos retrasarlo. Si no le quitamos los equipos a Blair en la siguiente hora, solo conseguiremos empeorar su condición. —Alcanzó una tablilla con un formulario que había en una mesa cercana y se le extendió—. Sé que esto es muy difícil para usted, pero necesito que firme la autorización.

Nate tomó los documentos con manos temblorosas, y miró a Blair en aquella cama. Era su última oportunidad, la última para volver con él, y Nate solo rezaba para que ella quisiera hacerlo.

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