CASADA CON EL SUEGRO DE MI EX. ATERRIZAJE EN EL CORAZÓN romance Capítulo 102

Zachary Hall

Contaba con que ese día me dieran de alta, estaba ansioso por regresar junto a Thalía y temía lo que fuera hacer en mi ausencia, me había levantado temprano y con el teléfono en la mano, esperaba que me llamara.

La noche anterior, solo nos habíamos comunicado por mensajes de texto, me pareció extraño que no me llamara, pero luego pensé que quizás estaba demasiado cansada y por eso no me llamó.

Me pregunté si ya estaría despierta, pero como me ganó la ansiedad, marqué su teléfono, pero ella no respondía.

Eso me causó preocupación, por eso decidí llamar a la casa, me atendió Alexis.

—Hola, Suegrito, Cuñadito ¿Cómo te digo? —inquirí en tono divertido y un gruñido se escuchó al otro lado.

“Deja de ser idiotita”, respondió molesto “¿Qué quieres?”, inquirió de mala gana.

—Llamo porque deseo saber ¿Cómo amaneció mi mujer? —pregunté de esa manera para molestarlo, mientras contaba hasta tres para escucharlo, explotar.

“Mi hija no es tu mujer hasta que no te cases, así que no te des título en su vida que no tienes”.

—Pues, pronto será mi esposa con todas las de la ley, y serás tú mismo Alexis Kontos que me la entregues en las manos, ahora deja de pelear como un puberto y ve si ya se despertó —pedí y para mi sorpresa, Alexis no discutió, lo escuché caminando, tocar la puerta y después abrirla.

“¡Thalía! ¿Dónde estás? Te llama el idiota de tu novio —dijo, escuché los pasos y después una exclamación de sorpresa” ¡Oh por Dios!

—¿Qué pasa? —inquirí nervioso.

“Ella no está, se fue a reunir con la loca de su madre, me dejó una nota, debo salir a buscarla, está en el restaurante del Hotel Aman” expresó con preocupación.

—Ella tiene un par de guardaespaldas que le asigné, ya los llamo, a mí me iban a dar de alta en un par de horas, pero he decidido darme de alta yo mismo, voy para allá.

Corté la llamada, me arranqué el suero del brazo, me coloqué las pantuflas y comencé a caminar hacia la puerta, cuando iba saliendo una enfermera entró.

—¿Qué pasa señor Hall? ¿Para dónde va? Usted no puede irse —me reprendió poniéndose frente a mí en la puerta para evitar que saliera.

Pero yo no estaba dispuesto a que nadie se interpusiera en mi camino para ir a buscar a Thalía y así se lo hice saber.

—Me va a disculpar por lo que le voy a decir, pero se aparta por las buenas o lo hago yo por las malas, porque nadie va a impedir que yo vaya en este momento a buscar a mi mujer que está en peligro —dije con determinación y para mi buena suerte no fue necesario que cumpliera mi amenaza porque la enfermera se apartó.

Salí de allí corriendo, cuando mi hermano Levi me vio, comenzó a caminar detrás de mí, mientras no dejaba de reprenderme.

—¡¿Qué diablo haces?! ¿Te volviste loco? ¿Por qué te estás yendo así?

—Thalía está en peligro, se fue a encontrarse con su madre biológica, Alexis me dijo que dejó una nota y yo no pude comunicarme con los guardaespaldas que están con ella. Tengo que llegar al Hotel Aman antes de que le pase algo —respondí apresuradamente, sin detener mi paso.

Levi frunció el ceño, preocupado por la situación.

—¡No irás solo, espera! —exclamó apresuradamente, alcanzándome en unos pocos pasos—. ¿Dónde está Thalía exactamente?

—Al restaurante del hotel. La loca de su madre quería encontrarse con ella allí, y temo que le cause daño —respondí mientras intentaba comunicarme una vez más con los guardaespaldas, pero el teléfono sonaba sin respuesta.

—Sube al auto, te llevaré —decidió Levi, agarrándome del brazo para encaminarnos hacia su coche.

Agradecí su ayuda y nos apresuramos a llegar al Hotel Aman. Cada minuto se sentía como una eternidad. Intenté llamar nuevamente a los guardaespaldas, pero la línea seguía sin respuesta.

—¿Por qué no contestan? ¡Esto no está bien! —murmuré, con la preocupación claramente reflejada en mi rostro.

Llegamos al hotel y salí corriendo hacia el restaurante, con Levi a mi lado tratando de detenerme, instándome a mantener la calma, pero mi preocupación era abrumadora.

Al llegar a la puerta del restaurante, vi a través del cristal a Thalía parada y a una mujer elegante parada frente a ella, la tensión en el ambiente, se veían alterada. Thalía lucía perturbada y la mujer parecía a punto de abofetearla.

Entré y en ese momento venía llegando también Alexis, y juntos entramos al restaurante.

—¡Thalía! —grité su nombre, corriendo hacia el interior, seguido de cerca por Levi, porque Alexis se me adelantó.

Thalía se mantuvo firme, desafiante ante las palabras del hombre, aunque claramente preocupada por la situación tensa que se había desencadenado.

—No tengo intenciones de mantenerme al margen cuando alguien intenta lastimarme. No me intimidan tus amenazas, ustedes me secuestraron e hirieron a mi marido ¿Pretenden que los deje salirse con la suya? —respondió Thalía con determinación, mirando directamente al hombre, sorprendiéndonos a todos.

El hombre pareció más irritado por la valentía de Thalía y se acercó con gesto desafiante, pero antes de que pudiera decir algo más, el personal del hotel y algunos comensales se acercaron para calmar la situación, pidiendo a todos que mantuvieran la calma y se retiraran.

Mientras tanto, los guardaespaldas de Thalía finalmente se acercaron, para asegurarse de la seguridad de su protegida.

—¿Dónde diablos estaban? ¿Por qué no estaban protegiéndola? —inquirí irritado.

—Porque ellos están comprados, porque solo así se explica que esta —dijo Alexis señalando despectivamente a la mujer y mirando con rabia a los guardaespaldas—, se haya atrevido a atacarla.

No dudé ni un segundo en las palabras de Alexis y miré a los hombres con rabia.

—¡Están despedidos! —exclamé y antes de que pudiera agregar más lo hizo mi suegro.

—Y me voy a asegurar de que nunca más sean guardaespaldas ni siquiera de un perro —dijo molesto.

Los mandé a sacar con el personal del hotel, la situación se calmó y Ronald Tremblay visiblemente molesto, se retiró con su esposa.

Thalía, aún tensa por el encuentro, se acercó a mí con gesto preocupado.

—Lo siento mucho, Zachary. No era mi intención que las cosas llegaran a este punto, pero necesitaba escuchar respuestas —expresó, con evidente pesar en su voz.

—No tienes nada de que disculparte. Entiendo que quisieras enfrentarla —aseguré, abrazándola con suavidad—. Pero ya se acabó, estamos juntos y estamos bien y no quiero que te vuelvas a acercar a ella ¿Entendido?

Ella hizo un gesto militar en señal de aceptación, mientras emitía una sonrisa y se abrazó a mí, sin embargo, no podía quitarme esa sensación de que eso no había terminado.

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