Michael Hall
Regresé a Montreal, llegué al apartamento que había compartido con Sarah. Apenas entré, todo me la recordaba, la decoración, cada objeto, y los recuerdos llegaron a mi mente sin poder detenerlos. Las veces que la veía cocinar para mí, mientras me miraba con una sonrisa, su dulce aroma que me resultaba tan embriagadora, no entendía que había hecho mal para que ella tomara esa decisión de dejarme.
Me comencé a quitar la ropa y la lancé al suelo molesto, porque a Sarah siempre le había gustado el orden, pero lo hacía porque necesitaba liberar esa frustración que sentía en ese momento.
Me dirigí a la habitación, en mi interior rogaba que ella no se hubiese llevado sus cosas, pero cuando fui a la habitación y abrí el closet no había ni una sola prenda suya.
Busqué en cada cajón del closet y no había nada de ella, se había ido, aprovechó mi ausencia y se fue como una ladrona. Tenía una mezcla de tristeza, rabia, decepción, pensaba una y otra vez, tratando de encontrar alguna pista o razón para entender por qué había tomado esa decisión.
Nuestra relación había sido estable, al menos eso había pensado hasta ahora. ¿Qué había pasado para que de repente quisiera alejarse? No lo entendía, mi mente se llenó de dudas y confusiones.
Tomé el teléfono para llamarla, a pesar de recordar muy bien sus palabras: "No me busques ". No estaba dispuesto a escucharla.
El celular se cansó de timbrar, pero no recibí respuesta, respiré profundo mientras trataba de controlar mi frustración, me dirigí al baño para tomar una ducha y tratar de relajarme un poco.
El agua caliente golpeando mi espalda ayudó a aliviar la tensión, pero mi mente seguía dándole vueltas a lo ocurrido. ¿Había algo que había hecho o dicho para que ella se sintiera así?
No dejaba de pensar en Sarah, recordando nuestros momentos felices, aunque cuando nos vimos la primera vez tuvimos algunos enfrentamientos, al irnos conociendo, nos enamoramos, y pensé que era la mujer perfecta para mí, pero resultó que todo se había ido por la borda y yo trataba de identificar el momento exacto en que las cosas comenzaron a cambiar entre nosotros, meditando cuando empecé a ver los cambios en ella.
Salí de la ducha, me vestí y me tumbé en el sofá, no tenía ganas de hacer nada, estaba deprimido, en ese momento el celular repicó, lo respondí sin siquiera verlo, y segundos después me lamenté de hacerlo, se trataba de mi hermano Zucker.
“Hermanito, ¿Cómo estás? Bárbara y yo estamos preocupados por ti, no queremos que te quedes a lamer las heridas en el apartamento, te queremos invitar a salir con nosotros”.
—Lo siento, hermano, no quiero ser mal tercio —respondí y mi hermano replicó.
“No harás mal tercio, de hecho van varias personas más, unos amigos y familiares de Bárbara irán, no quiero que estés solo, sé que estos momentos son difíciles para ti, quiero acompañarte, consolarte y animarte”.
Me volví a negar, pero mi hermano fue tan insistente que al final terminé accediendo.
—Está bien, déjame vestirme y te llego allá —respondí, pero mi hermano se negó.
“No, prefiero buscarte yo mismo, porque eres muy capaz de no aparecerte” debatió y tenía razón, porque eso era lo que pensaba hacer.
No me quedó otra alternativa.
Me alisté lo más rápido posible, me puse una camisa casual y unos jeans, aun con el peso emocional de la situación con Sarah. En menos de media hora, el timbre sonó, y al abrir la puerta, encontré a mi hermano, me forcé a sonreír, tratando de mantener un semblante alegre a pesar de mi evidente tristeza.
—¡Hermanito! —exclamó Zucker, tratando de animarme—. ¡Vamos a pasar un buen rato, te lo prometo!
Asentí con un gesto débil, aceptando su intento de sacarme de la depresión en la que me encontraba sumergido. Salimos del apartamento y nos dirigimos hacia el auto, cuando subí no estaba solo Bárbara, sino otra chica.
—Cuñadito, espero que no te moleste, te presento a una prima, queríamos que compartieras con ella, quizás se conozcan y uno nunca sabe lo que pueda pasar —dijo con una risita que me pareció molesta.
Miré a mi hermano molesto, no podía creer que se hubiera prestado para esto, se encogió de hombros, mientras yo negaba con la cabeza.
Intenté ser cortés, pero firme en mi negativa.
—Lo siento, Suzanne. Realmente no estoy de humor para bailar. Quizás en otra ocasión.
—Baila con ella, no la desprecies, yo hablándole que los hermanos de mi novio son maravillosos, y tú te portas así —dijo Bárbara con un puchero, deberías complacer a tu cuñada y a tu sobrino.
Había algo en Bárbara que no me gustaba, es como si todo lo hiciera con terceras intenciones, antes de poder responderle, habló mi hermano.
—Claro hermano, baila, sin ningún tipo de compromiso.
Apreté mis manos a un lado, pero finalmente acepté bailar con Suzanne, sin embargo, segundos después me lamenté no haber insistido en no hacerlo, porque se acercó demasiado a mí, prácticamente rozando sus tetas en mi pecho, la tomaba por el brazo tratando de separarla y poner distancia entre nosotros, pero ella no cedía se mantenía cerca de mí.
Se seguía moviendo sensualmente su cuerpo pegado al mío, soplaba en mi oído, tocando mi cuello, incluso llegó un momento que pasó su lengua por mi oído y ese fue mi límite, la tomé fuertemente de los hombros.
—Suzanne, te estás pasando, como no has entendido mis expresiones corporales donde te he dejado claro que no estoy interesado en ti, tal vez deba decírtelo de manera oral y clara. No estoy interesado porque sigo casado con Sarah y la amo, y aunque en este momento estemos pasando por una difícil situación, sé que vamos a superarlo –dije, separándome de ella.
La mujer frente a mí sonrió de manera lasciva.
—Tal vez no estás interesado en mí, pero yo sí estoy interesada en ti y siempre logro lo que quiero —dijo, y de manera sorpresiva me tomó por la nuca y me besó.
Sin importarle que le hubiera dicho que no, la tomé para alejarla, pero ella se aferró a mí, muy lejos estaba de saber todo lo que eso desencadenaría.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: CASADA CON EL SUEGRO DE MI EX. ATERRIZAJE EN EL CORAZÓN