CASADA CON EL SUEGRO DE MI EX. ATERRIZAJE EN EL CORAZÓN romance Capítulo 22

Tarah Kontos

Alexis apretó los puños con furia, sus ojos lanzando chispas de enojo.

—Esto no es una broma, Tarah. No sé si te das cuenta de la magnitud de lo que está sucediendo aquí. Mi vida está hecha un desastre.

Levanté una ceja y me crucé de brazos, intentando mantener una actitud desafiante a pesar de la situación.

—Oh, creo que sí me doy cuenta. Pero la culpa es tuya, se los advertí, él que por su gusto peque que vaya al infierno a quejarse. Además, va a ser divertido para la gente especular como un magnate griego con problemas familiares y su esposa, destruyen una habitación de hotel en su noche de bodas, a lo mejor piensen como yo, que creí era parte de la tradición griega.

Alexis se acercó a mí, su mirada intensa.

—Esto no es lo que yo quería, Tarah… te dije que dejaras a mi hija fuera de todo esto… e insististe en arrastrarla, conmigo puedes hacer lo que quieras, pero con ella no.

Sonreí de manera sarcástica.

—Me sorprende lo maravilloso padre que eres, lástima que eso solo lo aplicas a Thalía y no a mi hijo —pronuncié con amargura—, y ahora deberíamos seguir disfrutando nuestra noche de bodas al estilo Kontos. ¿Qué opinas, mi esposo griego? ¿Por qué no seguimos destruyendo cosas? Porque eso es la tradición, ¿o no?

Alexis me miró con seriedad, pero segundos después su expresión se suavizó, mientras se acercaba a mí de manera peligrosa.

—No, esposa, tengo una mejor manera de celebrarlo —pronunció con voz ronca y sin siquiera dejarme moverme atrapó mis labios.

El beso de Alexis fue apasionado, lleno de deseo y, al mismo tiempo, de una necesidad de liberar la tensión acumulada. Sus brazos me rodearon con fuerza, como si intentara fusionarse conmigo en ese abrazo.

No pude evitar responder con la misma intensidad, entrelazando mis dedos en su pelo castaño y dejándome llevar por la pasión del momento.

La habitación destrozada y el pasado lleno de venganzas parecían desvanecerse mientras nos sumergíamos en el presente. Cada beso, cada caricia, era un recordatorio de que, a pesar de todas las circunstancias, todavía éramos dos personas con deseos y necesidades.

Alexis se separó de mí, viéndome con un profundo deseo, pero al ver la intensidad de su mirada terminé empujándolo, salí corriendo y me encerré en el baño, mientras sentía mi corazón a punto de salírseme por la boca.

Me llevé la mano al pecho, atrapada en un torbellino de emociones, un enredo confuso de deseo, ira, pasión. Estar en la misma habitación que Alexis era un peligroso juego de fuego y hielo, y estaba a punto de perder el control.

Desde el otro lado de la puerta, pude escuchar a Alexis llamando mi nombre. Su voz estaba cargada de urgencia y deseo, y eso solo aumentó mi confusión.

Sabía que no debía ceder a la pasión, que había demasiado en juego, pero mi cuerpo no parecía dispuesto a escuchar la razón.

—Tarah, abre la puerta… tenemos que hablar —lo escuché decir, pero ni loca abriría esa puerta, porque si lo hacía caería en la paila más ardiente del infierno, los besos de ese hombre eran la tentación personificada.

—Lo siento, puedes hablar conmigo a través de la puerta, para eso no necesitas que nos veamos a la cara —grité.

Escuché un suspiro de frustración, respiré profundamente y traté de calmarme. Me decía a mí misma que tenía que recordar por qué estábamos en esta situación, todo era parte de una venganza y una farsa, y no podía permitir que la pasión nublara mi juicio.

—Está bien Tarah, voy a salir… no te voy a obligar a hacer nada que no quieres —pronunció.

¡Idiota! Ese es precisamente el problema, me dije, mi mente no quiere, pero mi cuerpo tal parece que tiene vida propia y está empeñado en llevarme la contraria, está bastante dispuesto. Me metí en la ducha para tratar de apaciguar el fuego que ardía dentro de mí.

La habitación estaba vacía, y un alivio momentáneo me inundó. Me vestí rápidamente con ropa cómoda, ocultando mi piel bajo un pantalón de dormir largo y una franela de cuello alto y mangas largas. No quería darle a Alexis la oportunidad de acusarme de intentar seducirlo.

Mientras esperaba en la habitación, cada sonido me hacía saltar, pensando que era él quien regresaba. Pero el tiempo pasó, y finalmente el cansancio me venció. Me acurruqué en la cama, sintiendo la confusión y la pasión luchando dentro de mí.

Finalmente, el sueño me envolvió, y me perdí en un mundo donde los deseos y la realidad se mezclaban, donde Alexis y yo éramos simplemente dos almas atrapadas en un torbellino de emociones.

Alexis Kontos

El roce de mi piel en el cuerpo de Tarah, sus besos, provocaron un torbellino de pasión en mí, cuando vi que huyó al baño, intenté detenerla, pero ella ni siquiera me prestó atención, sabía que debía salir de allí porque si me quedaba junto a ella no creo que sería capaz de contenerme.

Salí a dar vuelta por la orilla de la playa, mientras pensaba en mi pasado.

Había conocido a la madre de Thalía cuando estaba en la universidad, por meses ella había estado empeñada en seducirme, pero no me gustaban las mujeres intensas ni demasiado lanzadas y ella lo era.

Un par de meses después, apareció embarazada queriendo que me casara con ella, no lo acepté, pero le dije que me haría cargo del pequeño, pero ella estaba fuera del paquete… fue allí cuando quiso abortarla, milagrosamente la niña se salvó y para que no volviera a atentar contra ella me la llevé a mí vivir conmigo al apartamento y le ofrecí una alta suma de dinero para que aceptara.

Cuando Thalía nació, le mandé hacer una prueba de ADN y resultó que si era mi hija, allí me quedé con ella, lidié con su enfermedad, con su cuidado, trabajaba y la atendía de día, y estudiaba de noche, por lo menos sus primeros dos años de vida.

Pensé que sobreprotegiéndola y dándole todo lo que quería, podría de cierta manera retribuirla por todo el sufrimiento que padeció de niña.

Thalía, mi preciada hija, era todo para mi, merecía una vida mejor, lejos de la traición y el dolor. Daría parte de mi felicidad por solo lograr la de ella.

Aquella experiencia con la madre de Thalía, me dejó con cicatrices emocionales, por eso nunca confiaba en las mujeres, luego de eso, las relaciones más prolongadas habían sido con Hilary y Lissa, sin embargo, nunca logré enamorarme realmente de ellas, solo estaban para llenar el vacío de la soledad.

Y ahora, me encontraba atrapado en una farsa matrimonial con Tarah, una mujer que, a pesar de todas las circunstancias, despertaba en mí una intensa atracción, que nunca había sentido.

Había jurado no volver a ser vulnerable, a no dejarme llevar nunca por los deseos a una mujer, pero Tarah Hall, desafiaba mi control.

Mientras caminaba por la playa, una mezcla de frustración, enojo y deseo me atormentó. Mi mente se debatía entre resistirme o dejarme arrastrar por la pasión. Pero una parte de mí, se negaba a que mi vida se convirtiera en un desastre por una mujer.

Regresé al hotel después de haber recorrido la playa en busca de claridad. Me dirigí a la habitación, temiendo el enfrentamiento con Tarah. Sin embargo, al entrar, vi que ella estaba profundamente dormida en la cama.

Me quedé observándola por un momento, con la tentación de acercarme y perderme en el calor de su cuerpo, pero sabía que eso solo empeoraría las cosas.

Me duché, me cambié de ropa y me senté en uno de los muebles mientras la observaba dormir, no podía apartar mi mirada de ella, era tan tentadora, que no podía resistirme.

Sin pensarlo un segundo más, me levanté y la besé con suavidad. Un segundo después, la escuché susurrar dormida mi nombre y sus amenazas.

—Alexis Kontos… no vas a poder conmigo… voy a vengarme de ti —pronunció mientras la observaba en silencio.

Iba a levantarme, pero ella se movió y se aferró a mí, y aunque pude separarla, no lo hice porque su contacto me agradó… y sin pensarlo más me quedé dormido junto a ella en un apacible sueño como nunca lo había sentido.

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