Tarah Kontos
—¿Pruebas de qué tienes tú? Yo no tengo nada que temer… nadie puede acusarme de hacer algo, aunque no puedo decir lo mismo de ti —expresé sin titubeo, porque estaba segura de que no había nada que él pudiera usar en mi contra.
—¿Estás segura? —me preguntó Alexis alzando las cejas con una expresión de burla en su mirada.
—Por supuesto que lo estoy… —dije con seguridad.
Apenas habían salido las palabras de mi boca, tomó una carpeta de su escritorio y sacó unas imágenes impresas donde aparecía yo acostada en la cama desnuda con la pierna de un hombre. La respiración se me entrecortó mientras miraba las fotos que Alexis me había mostrado.
Las imágenes eran un golpe directo a la seguridad que hasta ahora había sentido, intenté hablar, pero las palabras parecieron atascarse en mi garganta, y por un tiempo sentí que ni siquiera podía coordinar pensamientos lógicos para debatir esa especie de conspiración que el hombre frente a mí había fraguado.
—Y ahora querida esposa ¿Qué puedes decir acerca de esto? —preguntó Alexis, sus ojos escudriñando los míos, como si estuviera ansioso esperando mi reacción.
Mis manos temblaron ligeramente, porque la verdad no tenía idea de cómo podía tener esas imágenes a la mano.
—¿De dónde sacaste esas fotografías? —pregunté con incredulidad mientras negaba con la cabeza—, ¡Estas fotos no son ciertas! ¡Son una mentira! Yo nunca he estado con ningún otro hombre —enfaticé sin poder creer eso que estaba pasando.
—¿Estás segura? —continúo él con su mirada fría y una sonrisa sardónica.
Me sentía atrapada en una pesadilla. Las imágenes que mostraba Alexis eran inquietantemente convincentes, y me pregunté si alguien podría haber manipulado fotos para dañar mi reputación. En ese momento, existía una especie de bloqueo en mi cabeza, que no me permitía ver la realidad, sin embargo, Alexis parecía tener todas las respuestas listas.
—Ni pienses que es un montaje, porque no lo es, tengo evidencia —comenzó a pronunciar con lentitud— de que pasaste una noche en un hotel con un hombre… hace dos noches. Incluso hay imágenes que fueron tomadas por cámaras de seguridad en el lugar. No hay duda de que estabas con otro hombre y si tú te niegas a firmar el divorcio, me veré en la obligación de hacer público todo lo que tengo.
Mis pensamientos se volvieron un torbellino mientras intentaba aclarar toda esa situación tan confusa, por un momento, mi mente estuvo en blanco.
—¡No es cierto! —exclamé con frustración—. Deben haberme confundido con alguien más. No sé de qué estás hablando, ni estuve con nadie hace dos noches.
Alexis negó con la cabeza, se levantó de su escritorio, dando lentos paso y continuó su ataque.
—¿Entonces si estuviste con otro hombre en un día distinto? —preguntó y yo negué con la cabeza, pero él siguió hablando—, No te preocupes, Tarah, solo quiero que firmes el divorcio… porque voy a casarme con mi pelirroja, ella ya me ha aceptado —dijo en tono chocante.
En ese momento caí en cuenta de todo, fue como si la verdad se abriera paso ante mis ojos, volví a agarrar las fotos, las tomé entre mis manos, no era un montaje, la mujer que estaba allí era yo, pero eran del mismo día que estuve con él, y en ese momento supe cómo. Me puse tan pálida que creí que iba a desmayarme.
Alexis me miró, y sonrió.
—Dime mi querida Tarah ¿Ya se te refrescó la memoria? Espero que no te niegues a que esta eres tú… incluso aún tienes el chupón que te hizo ese tipo —pronunció con una sonrisa sarcástica, tocando la marca en mi cuello.
Estaba indignada, pero la verdad es que no podía defenderme sin clavarme de cabeza, porque para hacerlo debía confesar que yo era su pelirroja, y eso es lo que él quería que yo revelara que con la mujer con la cual había pasado la noche había sido conmigo, y que esas fotos las tomó el mismo día y su marca me la dejó el mismo día.
Yo creí equivocadamente que había armado el plan perfecto, pero ahora resulta que había sido engañada y atrapada en mi propio juego. La trampa armada en contra de Alexis se volvió en mi contra porque él había calculado cada movimiento, y ahora me tenía acorralada.
Terminé sentándome porque sentía las piernas como gelatinas, a punto de caer, me recosté en el respaldo de la silla, sintiendo que mi fuerza me abandonaba. Estaba completamente vulnerable y expuesta, y Alexis lo sabía.
—¿Es cierto o no lo que digo? No puedes negarlo, Tarah. Tienes dos opciones: firmar el divorcio y aceptar un acuerdo que te beneficiará financieramente o ver cómo tu reputación y carrera se desmoronan, la elección es tuya, claro, a menos que tengas una tercera opción y puedas justificar las evidencias.
Mi mente estaba en guerra. No podía aceptar el divorcio por infidelidad que me podría llevar a perder parte de mi patrimonio, tampoco podía permitir que esas imágenes se hicieran públicas y mucho menos podría confesarle que la pelirroja y yo éramos la misma persona, aunque era evidente que eso es lo que él buscaba. Así que estaba en un callejón sin salida.
—Dame un tiempo para pensar —dije con la voz temblorosa.
Alexis asintió, satisfecho, con su victoria momentánea.
—Te daré un día. Mañana a esta hora, quiero tu respuesta. Si no firmas el divorcio y no tienes otro argumento, publicaré esto.
Me levanté de la silla, sintiéndome derrotada y humillada, empecé a caminar hacia la salida, acompañada de Jonathan que no quiso dejarme sola.
—No puedes seguir negándolo hombre, estás enamorado de Tarah —su afirmación me puso a pensar, pero antes de responder, la vi abrir la puerta de par en par y regresar.
Me miró desafiante y le pidió a Maxwell los documentos para firmar, vi a mi amigo nervioso y yo no lo estaba menos, porque mi única intención era que ella confesara que ella era la pelirroja, pero esta mujer del carajo, no era predecible, no actuaba como uno se esperaba de ella.
¿Y ahora? Me pregunté sintiendo una sensación de frío recorrer mi espina dorsal, este no era el escenario que había imaginado, pensé que ella aceptaría de buena manera que si había sido ella y todo se aclarara, pero no, ella le encantaba nadar en contra de la corriente.
La vi acercarse con determinación y tomar los documentos de divorcio de las manos de Maxwell. No pude evitar sentir una mezcla de asombro y desconcierto por su cambio de actitud repentino. La miré fijamente mientras ella se preparaba para firmar.
—¿Estás segura de esto, Tarah? —pregunté, luchando por ocultar mi sorpresa, y por buscar una manera de retrasar ese momento.
Tarah mantuvo su mirada en mí con una expresión que no podía descifrar completamente. Aunque sus ojos reflejaban determinación, también parecía haber un rastro de incertidumbre en ellos.
—Sí, estoy segura. —Su voz sonaba firme a pesar de cualquier duda que pudiera estar albergando. —Voy a firmar ese divorcio que tanto deseas, Alexis.
Maxwell, aún un poco aturdido por la situación, le dio el documento, y le pasó la pluma a Tarah.
Ella tomó la pluma con mano firme y comenzó a firmar los documentos con un gesto resuelto. La tinta dejaba una marca permanente en el papel, y era como si cada trazo fuera un paso más hacia el final de nuestra relación.
Una sensación extraña me invadió mientras la observaba firmar. No había esperado que Tarah cediera tan fácilmente. No entendía, ella había querido ese matrimonio y ahora aceptaba sin más dejarlo ir, sin un atisbo de resistencia, me parecía increíble.
Una ráfaga de imágenes del futuro pasó frente a mí, sin Paul, sin ella y eso no podía aceptarlo.
¡Mierda! ¿Qué hago? Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para evitar ese desenlace. Miré a Maxwell con ojos suplicantes, y este entendió el mensaje. Asintió y antes de que ella terminara de firmar el documento, golpeó una taza que había en el escritorio contentivo de café y el documento y la ropa de Tarah terminó manchada, mientras ella retrocedía.
—¡¿Qué diablos?! —exclamó mientras miraba sorprendida el desastre que había hecho Maxwell sobre la demanda de divorcio.
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