Tarah Kontos
—¡Oh por Dios! ¿Qué hizo? ¿Cómo pudo ser tan torpe? —inquirí mirándolo molesta.
El abogado me miró sin un ápice de culpabilidad, fruncí el ceño, sin entender por un momento su reacción, al mismo tiempo que observaba boquiabierta cómo el café manchaba los documentos y parte de mi ropa.
La mancha se extendía rápidamente, arruinando la impecable blancura del papel y dejando un rastro de café en mi vestido. Mi mirada se alternó entre los documentos manchados y Maxwell, quien parecía relajado ante lo que acababa de ocurrir.
—¡Lo siento, lo siento mucho!, Tarah, que terrible accidente —exclamó Maxwell, tratando de secar la mancha de café con un pañuelo que sacó de su traje, pero en realidad su preocupación me parecía falsa, todo era tan actuado.
Lo miré por un momento, y me di cuenta de que sus palabras de arrepentimiento, no coincidían con su expresión corporal, giré mi vista hacia Alexis, y lo pillé sonriendo, aunque al verme que lo estaba mirando trató de ponerse serio, pero era demasiado tarde, había quedado en evidencia frente a mí.
Entrecerré los ojos, y recorrí mi mirada de uno a otro, Maxwell parecía complacido, y a decir verdad, no creí en su torpeza, su aspecto me decía que era un hombre de expresión firme, y demasiado hábil para cometer ese tipo de errores.
Y Alexis parecía estar a punto de celebrar unas fiestas patronales, porque se veía que estaba conteniendo su sonrisa, y su postura era relajada, como si hace un momento no hubiera estado presionándome para que le firmara el maldit0 divorcio.
Estaba atónita y confundida, porque entonces eso significaba, que él no había esperado que firmara, sino mi confesión de que era la pelirroja, y como para comprobar mi hipótesis lo escuché decir con tranquilidad.
—Parece que el destino no quiere que firmemos ese divorcio tan rápido, Tarah. —pronunció Alexis con voz suave, muy distinto al tono usado antes cuando me exigió el divorcio—, Maxwell tendrás que hacer de nuevo el documento.
—¡Hágalo abogado! Yo espero, me imagino que lo tiene guardado en su computador, ¡Imprímalo! —ordené.
Al escucharme, la expresión de ambos cambió y pude observar una mezcla de desesperación y frustración.
—No, ese documento no lo hice aquí… sino en mi bufete, que está ubicado lejos, a una hora aproximadamente, quizás sería bueno fijar una nueva fecha para volver a firmar —expresó el abogado de Alexis.
—Yo no tengo ningún problema de esperar dos e incluso tres horas aquí, vaya o envíe a alguien para que lo busque —propuse sentándome con tranquilidad.
—Yo estoy muy ocupado, creo que es mejor reprogramar para otro día la firma, con más tranquilidad —dijo Alexis en un tono que era evidente su falsa resignación, como si la situación estuviera completamente fuera de sus manos.
Me quedé mirando y asentí.
—Está bien… me hacen llegar la nueva hora de reunión con mi abogado —dicho, eso salí de allí sin mirar atrás.
Jonathan aún me estaba esperando frente al ascensor.
—¿Qué pasó? ¿Por qué te regresaste? —preguntó mi abogado y amigo.
—Para firmar la demanda de divorcio —respondí encogiéndome de hombros.
—¿Y por qué firmaste eso sin que yo lo leyera? Voy a regresar a revisar ese documento —dijo Jonathan comenzando a caminar por donde yo me vine, pero antes de que se alejara, lo detuve.
—No te preocupes, después que lo firmé el abogado le tiró el café encima no solo al documento, sino también a mí… tengo la impresión de que Alexis no quería que firmara el divorcio, y mandó a su abogado a lanzar el café —pronuncié con un suspiro.
—Por lo que deduje de sus palabras, creo que su intención era que confesaras que lo de las fotografías e imágenes eran una trampa tuya… Kontos es un hombre que no es fácil jugar con él, es demasiado astuto. ¿Ahora qué piensas hacer?
—Por ahora, no quiero pensar en eso. Mejor se me ocurre una idea ¿Me quieres acompañar esta noche a un centro nocturno? Le hablaré a Thalía y al ama de llave para que cuiden a Liam Paul, necesito drenar mi frustración y mi enojo y la mejor manera es bailando, eso siempre me relaja.
—Por cierto, tu hermano Zachary me llamó, llegó de su viaje por Asia y se enteró de tu matrimonio con Alexis Kontos y quiere venir a enfrentarlo, intenté persuadirlo, pero sabes que con él no funciona nada —susurró y yo giré los ojos.
—Lo que me faltaba, para hacer más complicada mí ya jodida existencia ¿Y cuándo llega? —interrogué mal humorada.
—El fin de semana —respondió Jonathan y yo asentí con resignación.
—Entonces déjame aprovechar el tiempo antes que aparezca… pásame buscando por la mansión de Kontos a las nueve de la noche.
—Allí estaré —me respondió mi amigo, me despedí, caminé a mi auto y conduje hasta la casa.
Cuando llegué, pregunté por mi hijo y me dijeron que estaba en la sala de juegos, caminé sigilosamente hasta allí y lo encontré jugando con Thalía, quien parecía mucho más joven de sus poco más de veinte años, mientras estaba concentrada haciendo un dibujo de su hermano.
La observé en silencio, ella parecía sumida en sus propios pensamientos, mientras mi hijo armaba unos rompecabezas de cubos a su lado.
Un par de minutos después, ella se dio cuenta de mi presencia y tomó el dibujó y lo escondió en su espalda, nerviosa.
Ante esos pensamientos, mi conciencia se burló “¿Seguro que es quien más odias? A mí no me engañas, si así odias ¿Cómo amarás?”, Yo la ignoré porque no quería pensar en la veracidad de esas palabras.
—Tarah… voy a escoger una de las… habitaciones para lo que me dijiste… apenas la encuentre… la empiezo a organizar y… te busco para que la veas —dicho eso salió corriendo con una sonrisa, parecía una niña a quien le han dado el regalo que más deseaba.
Thalía Kontos
Después de las palabras de Tarah, me sentía feliz, salí con mis dibujos y empecé a revisar las habitaciones de la casa y encontré una en la planta baja que tenía entrada independiente.
Así que cuando sentí que ese sitio era el lugar correcto, decidí ir a mi habitación para buscar todo lo que tenía para mi estudio, busqué una escalera y me subí a bajar lo que había guardado allí en los estantes de mi vestier, cuando renuncié a mis sueños, por casarme.
Suspiré, pensando que podía lograr ser lo que quería, tal vez podía llegar a ser una pintora famosa.
—Creo que estoy pensando demasiado en grande —me dije en voz alta, tratando de frenar mi optimismo, y ese ímpetu que había nacido en mí, al escuchar a Tarah.
Bajé los caballetes, pinceles, pinturas, colores. Encontré varias carpetas contentivas de los dibujos que había hecho a lo largo de los años, los llevé conmigo a la habitación y me senté en la cama, empecé a revisarlos, uno por uno, sin poder evitar sonreírme ante los recuerdos. Suspiré, sintiéndome bien, por primera vez en mucho tiempo, me sentía tan tranquila.
Hasta que de pronto la puerta se abrió de par en par y apareció Anthony, abrí los ojos con sorpresa al verlo porque no me lo esperaba.
—¿Qué… haces aquí? —inquirí nerviosa mientras él se acercaba lentamente.
—Vine a verte, después de todo eres mi esposa ¿Por qué hablas así arrastrando las palabras? ¿No me digas que quedaste más defectuosa después de intentar matarte? —inquirió con crueldad, como yo me quedé en silencio, él siguió burlándose.
Tomó mis dibujos y los miró con desprecio.
—¿Qué es toda esta porquería? —no esperó respuesta y continúo—, Creo que es bueno botar la basur4.
Enseguida tomó mis dibujos y comenzó a romperlos, mientras lo lanzaba en el cesto, y yo miraba la escena con dolor.
—¡No! —exclamé, pero no me prestó atención y los siguió destruyendo, mientras yo lo observaba sin poder decir nada y con mis ojos anegados en lágrimas.
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