CASADA CON EL SUEGRO DE MI EX. ATERRIZAJE EN EL CORAZÓN romance Capítulo 53

Alexis Kontos

Cuando me di cuenta de que se encontraba en asiento trasero dormida, con rastros de lágrimas en su rostro. Mi corazón se llenó de preocupación y cariño.

Con cuidado, abrí la puerta del auto y me deslicé hacia el asiento trasero junto a Tarah. La miré con ternura mientras acariciaba su cabello y su mejilla.

—Tarah, cariño, despierta —le susurré suavemente.

Ella hizo un puchero en su boca, pero apenas si se movió, la volví a llamar de nuevo y esta vez Tarah parpadeó somnolienta antes de abrir los ojos y mirarme con sorpresa. Sus ojos se llenaron de lágrimas de nuevo mientras me veía.

—Alexis... lo siento mucho, no sé qué me pasó… me sentí tan mal cuando le reclamaste a Gregory por Lissa —dijo con voz temblorosa.

—Shh, no te preocupes, Tarah. Estoy aquí porque quiero hablar contigo, que aclaremos lo ocurrido y porque me importas mucho. —Le acaricié la mejilla y le limpié las lágrimas con mis dedos—. Te amo, y no quiero que nuestros celos y peleas nos separen.

Tarah me miró con los ojos enrojecidos, y sus labios temblaron mientras trataba de contener el llanto.

—Lo siento, Alexis… no debería haberme comportado de esa manera. No sé por qué los celos me consumen de esta manera, me da tanta rabia, al mismo tiempo que solo deseo llorar. —Susurró con pesar.

—Tarah, todos tenemos nuestras debilidades y nuestros momentos difíciles. No te juzgo por eso. Lo que importa es que estemos dispuestos a hablar y a trabajar juntos en nuestra relación —le dije con comprensión—. Quiero que sepas que solo te amo a ti, y que no tengo ningún interés en mi ex. Tú eres la única mujer en mi vida. Cuando le reclamé a Gregory, no fue porque me importara Lissa, de hecho creo que no la amaba, sino porque él es mi amigo, siempre le gustó ella, y no fue sincero conmigo, no fue capaz de decirme la verdad sobre sus sentimientos, eso demuestra que no es leal conmigo y me resulta doloroso.

Tarah asintió con lentitud y me miró con una mirada agradecida.

—Entiendo, yo malinterpreté todo. Lo siento, debo aprender a confiar en ti y a manejar mis celos.

Le sonreí con cariño y la abracé con fuerza.

—Eso es todo lo que quiero, Tarah. Ya tranquilízate.

Pasamos un tiempo abrazados en el asiento trasero del auto, compartiendo nuestros miedos y esperanzas.

—Últimamente, solo me siento muy mal, de mal humor, molesta, mareada, me han dado muchas náuseas —pronunció con pesar.

—Tarah, ¿mareada? ¿Desde cuándo? —pregunté con preocupación mientras acariciaba su espalda.

—Sí, desde hace unos días, pero no sé qué me está pasando, Alexis.

Mi mente se llenó de preocupación y cuidado.

—Por ahora, vamos a llevarte de regreso a casa, Tarah. Necesitas descansar y cuidarte y vemos a nuestro pequeño, te ayudaré a sentirte mejor.

Con cuidado, ayudé a Tarah a salir del auto y la sostuve mientras caminaba hacia el asiento del copiloto, una vez que estuvo cómodamente sentada, me dirigí al volante y conduje de regreso a casa.

El trayecto fue tranquilo, y durante el viaje, Tarah se quedó dormida.

Cuando llegamos, no quise despertarla, así que decidí cargarla, la acosté a la cama. La cubrí con una manta y le acaricié el cabello con ternura, pero en ese momento ella abrió los ojos.

—Debes descansar, cariño. ¿Te sientes bien? —pregunté y ella asintió.

—Voy a prepararte una taza de té de jengibre para aliviar las náuseas. —Le prometí mientras le daba un beso en la frente.

Ella asintió débilmente y cerró los ojos. Sabía que necesitaba descansar y recuperarse. Después de prepararle el té, regresé a su lado y me senté junto a ella, cuidando su sueño y esperando que se sintiera mejor.

Minutos después fui a ver a mi hijo a su habitación para saber si estaba durmiendo, cuando llegué estaba despierto en su cuna, cuando me vio se levantó, extendiendo sus brazos hacia mí.

—Hola —me saludó con una sonrisa.

—Hola, mi campeón. ¿Por qué no has dormido? —le pregunté y él se encogió de hombros.

Tarah me miró con ojos tristes.

—Alexis, no sé qué me pasa, pero me siento tan mal. Me duele la cabeza y el estómago, todo me da asco, y tengo muchas ganas de llorar.

La preocupación se apoderó de mí al escuchar sus palabras. No sabía qué estaba causando su malestar, pero sabía que necesitábamos buscar ayuda médica.

—Vamos a llevarla al hospital, cariño. No podemos dejar que te sientas tan mal. —Le dije mientras la ayudaba a levantarse.

Con cuidado, la tomé por una mano mientras con la otra alzaba a Paul, por suerte ya teníamos a la niñera desde hace varias semanas, así que le entregué a mi hijo.

—No home, no me dejes —protestó.

—Escúchame, no puedo llevarte, vamos a un hospital, donde hay muchos gérmenes y no es apto para niño —le dije y él frunció el ceño.

—Niño no gusta gemenes —dijo y yo sonreí.

—Entonces, debes quedarte en casa, prometo que pronto regresaremos.

Al despedirme de mi hijo, conduje hacia el hospital, Tarah se aferraba a mi mano con fuerza, su rostro pálido y ojeroso. Estaba decidido a descubrir qué estaba causando su malestar y asegurarme de que estuviera bien.

Cuando llegamos al hospital, la llevaron de inmediato a una sala de emergencias. Me quedé a su lado mientras los médicos le hacían una serie de exámenes. No podía soportar, verla sufrir.

Pasamos horas en el hospital mientras los médicos evaluaban su estado de salud. Al final, el doctor se acercó a nosotros con una mirada seria.

—Tarah ha estado experimentando náuseas y vómitos, además de mareos y dolores de cabeza. Después de realizar los exámenes, hemos confirmado que está embarazada —anunció el médico, mientras yo abría los ojos de par en par, sintiendo que el aire escapaba de mis pulmones y no podía respirar, porque iba a ser por tercera vez, papá.

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