Tarah Kontos.
Miré la peluca con una expresión de sorpresa y preocupación en mi rostro. Mis ojos se encontraron con los suyos, no pude evitar tensarme, mientras buscaba una respuesta que no me dejara en evidencia.
—Alexis, yo... —empecé a decir, pero sentí mi boca seca, y las palabras se quedaron atascadas en mi garganta.
El ceño de Alexis se frunció, esperando una explicación de mi parte. me había atrapado en una mentira.
—¿Por qué tienes una peluca pelirroja? ¿Me vas a decir la verdad, por fin, Tarah Kontos? —preguntó con firmeza mirando fijamente mi rostro.
Suspiré profundamente antes de finalmente hablar, no tenía ninguna excusa que dar, más que decir la verdad.
—Alexis, esa peluca es mía… porque la pelirroja que conociste en el bar, fui yo
disfrazada.
Yo me quedé viéndolo, esperando su reacción, pensando que se iba a molestar, pero segundos después, lo vi acercarse a mí con una sonrisa de oreja a oreja.
—Al fin logré que confesaras que eras la pelirroja que conocí en el bar, y que cautivó mi corazón. Yo siempre he sabido que eres tú ¿Acaso crees que me habría acostado con otra mujer que no fueras tú?
—Así que siempre lo supiste —balbuceé.
Él asintió.
—Sí, por eso acepté las atenciones de la pelirroja y sé que lo hiciste para dejarme en evidencia y decir que te había sido infiel —me dijo y no pude evitar sonrojarme ante su acusación—, en la noche dormiremos a nuestro hijo y a usted señora la voy a castigar por engañarme —pronunció en tono seductor.
Mi corazón latió con fuerza mientras observaba a Alexis acercarse a mí con esa mirada traviesa en sus ojos. Había confesado la verdad sobre la peluca, y en lugar de enojarse, parecía estar disfrutando de la revelación. Una mezcla de alivio y nerviosismo se apoderó de mí.
—¿Castigarme? —pregunté con una sonrisa tímida, jugando junto a él en ese juego de complicidad.
Alexis se acercó aún más, su mano acariciando suavemente mi mejilla.
—Sí, señora Kontos, castigarte por ser tan traviesa y por llevar a cabo ese atrevido disfraz. —Su voz era suave y sugerente.
Mis mejillas ardían mientras sus dedos seguían su recorrido, dejando un rastro de fuego en su paso. Me encontraba hipnotizada por sus ojos intensos y su proximidad.
—¿Y cuál será mi castigo, señor Kontos? —pregunté en un susurro, acercándome a él.
Alexis sonrió con malicia, sus labios rozando los míos antes de responder.
—Tendrás que compensarme de la manera que yo elija, señora Kontos.
No necesitaba más incentivo. Mis labios se encontraron con los suyos en un beso ardiente y apasionado. La tensión de la confesión se desvaneció, reemplazada por el deseo que siempre existió entre nosotros.
Nuestras manos exploraron los contornos familiares de nuestros cuerpos, recordándonos mutuamente la atracción inquebrantable que compartíamos. La necesidad y la pasión nos envolvieron, pero un grito nos hizo reaccionar y nos separamos mientras nuestro hijo nos miraba con molestia.
—Home gande ¡Deja a mamá! —exclamó y yo me quedé mirando a mi hijo sorprendido.
—Deja los celos, tu mamá es la mujer que amo, mi esposa y puedo besarla —expresó mientras ambos se miraban a los ojos en un duelo silencioso de miradas—¿Y cuándo me vas a decir papá? —le preguntó y mi hijo se cruzó de brazos negando, al mismo tiempo que él lo miraba con una expresión triste.
Me causó pesar porque sabía cuánto amaba Alexis a sus hijos, él era capaz de dejarse matar por ellos, la respuesta de mi hijo no se hizo esperar.
—Tú no eles mi papá, tu hombre gande, papá es Paul —dijo con firmeza.
En ese momento su celular repicó, me hizo una seña que era de su oficina y salió, dejándome sola con mi hijo.
Lo senté en las piernas mientras le empezaba a hablar.
—Bebé ¿Sabes que Alexis es tu papá, verdad?
—Sí —dijo con el ceño fruncido.
—¿Y entonces por qué le dices home gande? —pregunté y él se quedó pensativo.
—Poque papá es home gande —respondió encogiéndose de hombros.
Nuestros corazones latían al unísono, compartiendo el ritmo de nuestro amor ardiente. En ese momento, en medio de la pasión, éramos más que marido y mujer; éramos amantes devorados por el deseo y la conexión única que compartíamos.
Los minutos se convirtieron en horas mientras nos perdimos en nuestro encuentro apasionado. El mundo había desaparecido, y solo existíamos nosotros fundidos el uno en el otro.
Finalmente, exhaustos y satisfechos, nos acurrucamos juntos, nuestros cuerpos entrelazados como una muestra de la unión indisoluble que compartíamos. Las palabras no eran necesarias; nuestros corazones latían en perfecta armonía, y todo lo que necesitábamos estaba expresado en los susurros suaves de nuestros alientos.
Alexis me miró con ternura mientras me acariciaba el rostro, y su voz era suave y apacible.
—Tarah, te amo más de lo que las palabras pueden expresar. Eres mi vida, mi amor y mi todo.
Mis ojos se llenaron de lágrimas de felicidad mientras acercaba sus labios a los míos en un dulce beso. La emoción y el amor llenaron la habitación, y sabíamos que nuestro vínculo era indestructible.
Quería decirle que también lo amaba, pero las palabras no salieron de mi boca, parecían atascadas y en su lugar le agradecí.
—Gracias por este momento tan especial.
Nuestros cuerpos se relajaron, abrazados en el regazo del maravilloso momento que compartíamos. La habitación estaba llena de una sensación cálida de satisfacción y complicidad.
—Por cierto… me falta castigarte, pero aún estoy pensando en la mejor forma de hacerlo —expresó mientras me tomaba del mentón y comenzaba a devorar mis labios.
Los días pasaron y llegó el momento en que el juez daría el veredicto sobre el caso de Thalía, todos estábamos reunidos en la sala del tribunal, con el corazón en la garganta, esperando escuchar la noticia que determinaría el futuro de Thalía.
El juez habló con seriedad.
—Después de revisar todas las pruebas y testimonios presentados en este caso, este tribunal ha llegado a una decisión. La señora Thalía Kontos ha demostrado que está comprometida en su recuperación y ha recibido el tratamiento necesario para manejar sus problemas de salud mental. Por lo tanto, este tribunal determina que es competente para cuidarse a sí misma y la solicitud de tutela de Anthony ha sido denegada.
El juez continuó.
—Además, considero que Anthony Whitman ha actuado con motivos cuestionables en esta corte. Ordeno que Thalía pueda seguir adelante con el divorcio y mantener su libertad.
La expresión en el rostro de Anthony cambió de confianza a furia mientras el juez dictaba su veredicto. Thalía y nosotros nos abrazamos llenos de alegría y gratitud. Habíamos ganado la batalla y, finalmente, ella podía librarse de la influencia destructiva de Anthony, lejos estábamos de saber, que nada de eso había terminado.
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