CASADA CON EL SUEGRO DE MI EX. ATERRIZAJE EN EL CORAZÓN romance Capítulo 59

Alexis Kontos

Maxwell y yo salimos de su despacho, en mi caso más preocupado que como llegué luego de la llegada de la hija de Leyton, debía hallar la manera de neutralizar a Anthony Whitman, porque mientras ese hombre anduviera suelto, seguiría intentando hacernos daño, al parecer tenía una obsesión con nosotros.

Cuando bajábamos del ascensor en el piso inferior, vimos a Emma que hablaba con un hombre, al darse cuenta de nuestra presencia se le notó no solo la rabia, sino también la sorpresa.

Mi amigo se acercó a ella como un león que acecha a su presa.

—¿Qué haces en mi bufete y sonsacando a mis empleados? ¿Sabes que Puedo acusarte de espionaje? —espetó molesto, aunque también con un deje de soberbia en su expresión.

Pero si mi amigo creyó que ella iba a quedarse callada, no fue así.

—Cada ladrón juzga por su condición, porque como eso fue lo que tú hiciste en la empresa de mi padre… pero no se va a quedar así voy a ir a los medios y te voy a denunciar por perverso, no tengo miedo a tus acusaciones —pronunció ella más indignada yéndosele encima.

Los dos se pusieron frente a frente como dos boxeadores a puntos de iniciar un combate, así que no me dejaron otra alternativa, si no la de ser referí, sobre todo porque la gente empezó a rodearnos.

—¡Basta ya! —intervine enérgicamente, separando a Maxwell y Emma antes de que la situación escalara—. Estamos en un edificio de abogados, no es el lugar para resolver esto. Vamos a mantener la calma y hablar de manera civilizada.

Ambos me miraron con desconfianza, pero finalmente cedieron y retrocedieron. La tensión en era palpable, y era evidente que esta disputa estaba lejos de terminar.

—Ahora, los dos vamos a ir a un lugar neutral, un café, restaurante, y vamos a hablar, cada uno dará su versión de los hechos, de lo que sabe —señalé con un suspiro, creyendo que por lo menos por ahora los había logrado controlar, aunque para mi desgracia no fue por mucho tiempo.

—¿Yo hablar con este? —inquirió Emma mirándolo de manera despectiva—, prefiero meterme en un hueco lleno de alacranes que socializar con un abogado y menos este, que es el causante de todas mis desgracias.

—¡Y yo prefiero estar entre serpientes ponzoñosas, que con una loca de remate como tú! —respondió mi amigo tan alterado como ella.

Tomé una respiración profunda antes de responderles, al mismo tiempo que me preguntaba ¿Así nos vemos Tarah y yo peleando? Y enseguida negué con la cabeza, no, nosotros no peleamos delante de la gente y en un rincón de mi mente vi a mi conciencia burlándose y la ignoré. Presté la atención a ese par que otra vez estaban a punto de irse a las manos.

—¡Niños, basta! —exclamé burlesco y los dos giraron su mirada hacia mí como Linda Blair en El Exorcista, tan sincronizados que alcé las cejas sorprendido— ¡Vaya! Así que si pueden ponerse de acuerdo en algo, vamos a un restaurante y allí hablamos, dejen de comportarse como seres irracionales que no tienen idea de lo que hacen.

—Por supuesto que sé lo que hago, necesito justicia para mi padre. Creo que Maxwell y su bufete tuvieron un papel en el colapso de la empresa de mi padre, y estoy decidida a hacerlos pagar.

Maxwell asintió y habló a continuación, acercándose bastante a ella, la tensión entre los dos era palpable.

—Y yo estoy aquí porque no estoy dispuesto a permitir que tú me sometas a acusaciones infundadas y arruines mi reputación y la de mi bufete. No tengo nada que esconder, y estoy seguro de que nuestra investigación revelará la verdad.

—¿Arruinar tu reputación? —inquirió—, mijito, yo no necesito arruinar tu reputación, lo haces solito, tu comportamiento de hombre promiscuo es bien conocida por toda la ciudad.

—Mi vida privada es mi problema —espetó mi amigo con los dientes apretados.

—¡No cuando la dejas expuesta a los cuatro vientos!

—Pedazo de metiche —susurró Max en tono bajo—, si sigues con tu actitud ¡Te demando!

—Deja de amenazar y actúa ¡Demándame! ¡No te tengo miedo!

Estos dos eran como un par de volcanes en plena erupción y definitivamente se odiaban. Miré a ambos con determinación.

—¿Se están dando cuenta que los están grabando?

Ellos se alejaron uno de otro con sorpresa y observaron a las personas que lo rodeaban, dándose cuenta de que era verdad, quedándose en silencio.

—Ahora que capté la atención de los dos, escucharé a ambos lados, pero hagámoslo de manera adecuada. Acompáñenme.

Al final terminamos en un restaurante cercano, viendo cómo ese par se llevaba, decidí no sentarnos a la vista.

—Señor, puede ubicarnos en una mesa más privada —pedí al mesonero y este accedió.

—Lo siento, tuve una llamada urgente que debía atender. Pero esta conversación deberá continuar en otro momento, porque debo retirarme. Lo siento amigo, hablamos luego, paga por mí y luego nos arreglamos. Y en cuanto a ti nos vamos a volver a ver, con mis reglas —concluyó amenazante.

De esa manera y sin esperar una palabra de nosotros, salió de manera intempestiva. Suspiré con frustración. Emma se levantó y dejó unos billetes en la mesa, yo extendí la mano para evitarlo.

—No es necesario, yo pago la cuenta —dije y ella negó.

—¡No gracias! A mí no me gusta que me paguen la cuenta, no me gusta deberle nada a nadie.

Se dirigió hacia la salida del restaurante, cuando iba caminando, se fue hacia un lado, pegando un grito, a punto de caer al suelo, reaccioné rápido y la sostuve, mientras ella se aferraba al saco de mi traje.

—¡Oh por Dios! —exclamó asustada, mirando hacia el suelo, revisando sus pies y el tacón se le había roto—, gracias, señor Kontos.

Se quitó el zapato, pero no podía afincarlo.

—Creo que no podré conducir de regreso a mi casa, voy a tener que llamar a un taxi —dijo contrariada.

—No te preocupes, dime la dirección y te acerco allí —expresé con resignación.

—Bueno, está bien —respondió.

Así que la ayudé a caminar y a subir a mi auto y conduje a la dirección que ella me había dado.

Cuando apenas llevábamos, unos diez minutos conduciendo que estaba parado en un semáforo esperando que cambiara la luz a verde, sentí un golpe en la parte trasera.

—¡Qué diablos es eso! —exclamé, bajándome furioso del auto, dispuesto a pelear con quien fuera, pero toda mi rabia se esfumó al ver la identidad del otro chofer que me había chocado.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: CASADA CON EL SUEGRO DE MI EX. ATERRIZAJE EN EL CORAZÓN