Tarah Kontos
Estiré mi cuerpo con pereza, no pude evitar sonreírme, porque siempre cuando intentaba castigar a Alexis, terminaba yo autocastigándome y rendida ante él.
Lo vi dormir y aproveché a acariciar su pecho con suavidad, esperando que no se diera cuenta, al mismo tiempo que acercaba mis labios y dejaba un reguero de besos.
Sé que soy débil, pero era imposible no serlo ante semejante monumento de hombre, después de nuestra reconciliación no solo amanecimos juntos, sino que ya estábamos en las primeras horas de la tarde y aún estábamos en la cama, aunque cuando amaneció, me trajo el desayuno a la cama, comimos y volvimos a estar juntos antes de quedarnos dormidos de nuevo.
Cuando alcé la vista, me miraba con intensidad.
—Tienes una sonrisa que ilumina el día —dijo Alexis con una voz ronca y una mirada llena de deseo.
Reí suavemente mientras continuaba acariciando su pecho.
—No es mi culpa, es tu culpa por ser tan irresistible.
Él se rio y me atrajo hacia él para un beso apasionado que me dejó sin aliento. Sus manos recorrieron mi cuerpo con deseo mientras nos entregábamos a la pasión.
Después de un rato, nos relajamos en la cama, abrazados y mirándonos el uno al otro. Aunque Alexis y yo habíamos tenido nuestros altibajos, no podía evitar sentirme profundamente conectada con él en esos momentos.
—Tarah, quiero que sepas cuánto significas para mí —dijo Alexis con sinceridad—. Eres mi todo, y no puedo imaginar mi vida sin ti. Además, no tienes por qué celarme de ninguna mujer, eres la primera con quien entablo una conexión sentimental.
—¡Mentiroso! ¿Dónde dejas a tus dos ex? —pregunté mirándolo con reproche.
—Con ellas nunca tuve ninguna conexión sentimental, solo eran mujeres con quien me acostaba y con la última pensé casarme, más por tener compañía que por amor, pero tú eres diferente, eres todo para mí.
Su confesión me hizo sonreír. A pesar de todas nuestras luchas y desafíos, sabía que el amor que compartíamos era real y poderoso.
—También eres mi todo, Alexis. Y no quiero alejarme de ti nunca más… siento mucho ser un poco celosa y tóxica… —sus risas me interrumpieron.
—¿Un poco? Amor eres retóxica, más que Chernóbil —protestó—aunque te adoro así, me gusta que me celes y seas posesiva conmigo.
Mientras hablaba no dejaba de besarme, yo hice un puchero de tristeza.
—Entonces ¿Significa que tú no me quieres? Porque nunca te veo celándome
Alexis sonrió con complicidad mientras continuaba besándome con ternura.
—No se trata de no quererte, Tarah. Es que confío en ti, y tú también deberías hacerlo en mí. Eres la única mujer en mi corazón.
Mis preocupaciones se desvanecieron mientras sus palabras cálidas envolvían mi corazón. Me había sentido vulnerable y preocupada por la posibilidad de que Alexis pudiera estar interesado en otras mujeres, pero sus palabras sinceras me aseguraron que mi amor era suficiente para él.
—Es que yo sí confío en ti, aunque no en ellas, pero tú me celaste con mi hermano, creo que voy a probarte de nuevo —pronuncié con firmeza.
Él me acarició el cabello con cariño.
—Es diferente, bailabas sonriendo con él, no sabía que era tu hermano y en cuanto a ti, nunca dejes que tus inseguridades se interpongan en lo que compartimos. Te amo, Tarah, y siempre estaré aquí para ti.
Me abracé a él con fuerza, sintiéndome amada y protegida, de pronto mi bebé comenzó a moverse en mi vientre, justo donde Alexis tenía las manos y su mirada de emoción no se hizo esperar.
—¿Es nuestro bebé? —interrogó evidenciando la emoción en su voz, mientras yo asentía, porque era la primera vez que mi hijo se movía y dejaba que su padre lo sintiera.
Alexis se inclinó para colocar su oído cerca de mi vientre, esperando escuchar algún sonido que confirmara que era, de hecho, nuestro bebé quien se movía. Sus ojos se iluminaron con alegría cuando finalmente pudo escuchar algo.
—Escucho suaves sonidos ¿Serán los latidos del corazón de nuestro bebé?
—O el sonido de mis tripas —dije bromeando y él sonrió.
—Déjate de bromas, Tarah, claro que es nuestro bebé. No puedo creerlo. Este es un momento increíble —dijo con un brillo en los ojos y una sonrisa radiante.
Mis ojos se llenaron de lágrimas de felicidad mientras observaba a Alexis acariciar suavemente mi vientre, conectando con nuestro pequeño milagro.
—No puedo esperar para conocerte, pequeño —susurró Alexis al bebé en mi vientre.
Nos quedamos allí, abrazados y emocionados, compartiendo el momento especial de estar juntos y sentir la presencia de nuestro hijo.
—¿Tienes hambre? —preguntó Alexis mientras me tomaba de la mano.
Asentí, reconociendo que la pequeña aventura matutina había abierto mi apetito.
—Sí, pero ¿dónde vamos a comer?
—Tenía en mente hacer algo especial que descubrí recientemente. Sabes, un lugar donde podamos disfrutar de una buena comida preparada por un excelente chef —pronunció en un tono divertido.
Mis ojos brillaron de curiosidad y emoción.
—¡Me tienes intrigada! ¿Dónde es este lugar especial?
—Es una sorpresa, pero te aseguro que te encantará. ¿Te atreves a descubrirlo?
Preocupada, me levanté también, siguiendo a Thalía con la mirada mientras desaparecía corriendo por un pasillo. Al instante, sonaron retumbantes arcadas desde el pasillo.
—¡Oh no! ¿Está bien? —pregunté angustiada.
Alexis miró hacia el pasillo y pareció igual de preocupado.
—Debo revisar qué le pasó. Tarah, por favor, quédate aquí y asegúrate de que todo esté bien.
Mientras Alexis se apresuraba hacia el pasillo, me quedé en la cocina, sintiendo una creciente ansiedad. No sabía si Thalía había tenido algún problema de salud o si algo en la comida había causado su malestar. Mi mente empezó a divagar entre diferentes posibilidades, y mis preocupaciones se intensificaron.
Alexis regresó a la cocina unos minutos después, luciendo preocupado.
—Tarah, Thalía dice que se le revolvió el estómago de repente y no pudo contenerlo.
—¿Fue por la comida? ¿Está enferma?
—No estoy seguro. Está vomitando, pero dice que se siente mejor después de hacerlo.
Estaba aliviada de escuchar que Thalía se sentía mejor, pero seguía preocupada por lo que había causado su malestar. Alexis tomó asiento a la mesa, visiblemente inquieto.
—¿Crees que fue por la comida? —me preguntó.
—No lo sé. La comida me parecía bien cocida y fresca —respondí.
—¿Qué pudo haber sido? —dijo preocupado.
Me quedé mirándolo con inquietud porque una idea me cruzó la mente, y no pude evitar compartir mis pensamientos.
—Alexis, creo que serás abuelo —señalé y él me miró con confusión, como si no entendiera mis palabras.
—¿Qué quieres decir? —preguntó mientras se llevaba un bocado de comida a la boca.
—Mi amor ella dijo que tenía una indigestión, y a veces esos síntomas son similares a los del embarazo. Ella está embarazada.
Los ojos de Alexis se abrieron con sorpresa, al mismo tiempo que escupía el contenido de su boca.
—¡Tu hermano es hombre muerto! —exclamó mientras se levantaba molesto.
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