Emma Leyton
Mis ojos se abrieron como platos al reconocer al abogado Maxwell Crane en ese comprometedor acto en el baño del centro nocturno. La sorpresa, el asco y la incredulidad, se mezclaron en mi interior mientras me mantenía paralizada en la puerta del cubículo.
El tiempo pareció congelarse mientras mis pensamientos se agitaban. ¿Cómo podía ser esto posible? ¿Por qué este hombre tenía que estar en un sitio público sin reparo haciendo esos espectáculos?
Una oleada de emociones me invadió, desde la furia hasta la confusión, no pude contenerme, mi lengua parecía tener vida propia.
—¡¡Es usted un asqueroso!! ¿Cómo puede agarrar un baño público para hacer sus cochinadas? —espeté con indignación, sin poder contener mi sorpresa y repulsión.
Mi voz resonó en el pequeño espacio, atrayendo la atención de las personas que entraban al baño.
Maxwell Crane se sobresaltó y la mujer que lo acompañaba dejó escapar un grito de sorpresa antes de ponerse de pie rápidamente. La mirada de ambos se encontró con la mía, y pude ver la vergüenza en ella y la molestia en el rostro de él.
—¿Qué clase de abogado eres tú para comportarte de esta manera? —inquirí, pero no esperé respuesta y seguí hablando —, no me gustaste cuando te conocí y tenía razón—, eres un amoral, promiscuo, sinvergüenza.
Sin ninguna vergüenza, el Maxwell se levantó, y comenzó a vestirse, erguido sin ningún ápice de remordimiento, mientras tanto la mujer, aún avergonzada, se disculpó y salió del baño rápidamente, dejándonos a solas.
Me dirigí hacia la puerta del baño, no sin antes le lancé una última mirada de desprecio a Maxwell, pero no había dado ni dos pasos, cuando el hombre me tomó por el brazo y con los dientes apretados me emplazó.
—¿Quién diablos te crees para que te metas en mi vida? —inquirió con evidente molestia Maxwell Crane apretando su agarre en mi brazo.
Su mirada ardía de rabia mientras me enfrentaba. No retrocedí ante su actitud intimidante y respondí con determinación:
—No te metas conmigo, Maxwell. Tienes mucha suerte de que no llame a seguridad o la policía por tener sexo en un lugar público, y así te saquen arrastrando de este lugar, o mejor no llame a la prensa y haga viral la noticia de este desagradable y triste episodio, ¡¿Eres tan miserable que ni siquiera puedes pagar un hotel para follar?!
Mi voz no temblaba, pero mis manos sí lo hacían. La tensión en el ambiente era palpable, y sabía que cualquier movimiento en falso podría desencadenar una situación aún más peligrosa.
Maxwell estaba furioso, daba la sensación de querer lanzárseme encima.
Finalmente, después de unos segundos que a mí me parecieron eternos, Maxwell soltó mi brazo con brusquedad y se apartó de mí.
—Que sea la última vez que te metas en mi vida, lo que haga o deje de hacer no es tu problema, no tengo la culpa de que seas una mujer frustrada, con días grises, frígida, que seguramente en días lluviosos, debe estar con su gato y una taza de chocolate, en vez de tener a un hombre en su cama dándole placer, es evidente por tu cara que tu vida sexual es nula, es que ni siquiera te imagino con un vibrador —expresó mientras una mezcla de rabia, sorpresa y decepción se apoderaba de mí.
—¡Mi vida sexual no es tu asunto! —exclamé indignada.
—¡¡Ni la mía tampoco es tu asunto!! —respondió con un gruñido.
Maxwell Crane, con su mirada desafiante y su actitud provocadora, se había convertido en una presencia incómoda y desagradable en mi vida en ese momento. Me había insultado y ofendido, y aunque deseaba con todas mis fuerzas volver a mi rutina de investigación y olvidar aquel bochornoso episodio, no podía permitir que sus palabras hirieran mi autoestima.
Mi rostro se enrojeció de indignación, y me esforcé por mantener la compostura en medio de la confrontación. No dejaría que Maxwell Crane me humillara.
Mi necesidad de orinar, que me había impulsado a entrar al baño en primer lugar, había desaparecido por completo. El reciente incidente había apagado cualquier otra preocupación momentánea.
Decidí ir a un lugar más tranquilo en el centro nocturno para esperar a que llegara el hombre misterioso.
Me instalé en una mesa, tratando de ignorar la música atronadora y la gente que disfrutaba de la noche a mí alrededor.
Esperé pacientemente durante lo que pareció una eternidad, verificando constantemente mi teléfono en busca de mensajes de mi contacto. Sin embargo, a medida que avanzaba la noche, mi esperanza de que mi cita se presentara comenzó a desvanecerse.
Finalmente, en el último momento, recibí un mensaje de texto en mi teléfono. Mi corazón latía con expectación mientras lo abría. Sin embargo, lo que leí me desanimó.
El mensaje decía: "Lamento no poder reunirme contigo esta noche. Circunstancias inesperadas. Pronto me comunicaré de nuevo."
Mi frustración aumentó ante el mensaje y la cancelación inesperada de la reunión. ¿Quién era este hombre misterioso y qué podría haber causado que cancelara nuestra reunión? Me sentía impotente y frustrada, como si alguien más estuviera jugando conmigo.
Decidí abandonar el centro nocturno y regresar a mi apartamento. Sabía que necesitaba recuperar la calma y considerar mis siguientes pasos en esta investigación. Sin embargo, cuando llegué a mi apartamento y abrí la puerta, una oleada de horror me recorrió.
Mi apartamento estaba destrozado. Los muebles estaban revueltos, los cajones abiertos y el suelo estaba cubierto de papeles y objetos personales. Alguien había entrado sin permiso y había buscado en cada rincón de mi vida.
Mi corazón latía con fuerza mientras caminaba por la sala, tratando de comprender la magnitud de lo que había sucedido. Necesitaba responder a la pregunta ¿Quién había hecho esto? Porque las razones para hacerlo estaban claras, querían los documentos que estaba investigando. Al parecer había puesto el dedo en la llaga de algo grande, y ahora mi seguridad estaba en riesgo.
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