Maxwell Crane
La vi salir, pero como no estaba vestido, regresé a mi habitación donde Ligia me estaba esperando, apenas me vio, se me lanzó encima para besarme, pero yo aparté el rostro, y la tomé por los brazos alejándola de mí, a decir verdad, no quería quitarme la sensación de los labios de Emma, a pesar de que me había mordido y causado una leve herida en los míos.
Ligia entrecerró los ojos y una expresión de molestia se dibujó en sus labios.
—¿Qué ocurre? ¿Por qué no me quieres besar? —preguntó.
—Ligia necesito que te vistas y te vayas de mi casa —ella me miró con incredulidad, pero antes de que pudiera decir algo, yo me adelanté—, tuviste razón, todo fue por Emma, hasta hacerte el amor hace un momento lo hice pensando en ella, hacerte gritar para que escuchara y se incomodara.
Ante mis palabras la mujer me miró con incredulidad, mientras negaba por la cabeza.
—Eres mucho peor de lo que imaginé… un completo desgraciado como ella te dijo, aunque yo sabía en lo que me metía, no por nada he trabajado contigo por cinco años, pero te voy a dar un consejo si en verdad esa mujer es importante para ti, te puedo asegurar que esta no es la manera, lo que vas a lograr es alejarla y que te desprecie.
—No necesito tus consejos, Ligia, si los quisiera te lo pidieras, y ella no es importante para mí, será una muesca más en mi cama, como lo has sido tú y todos los demás, así que no actúes como si me conocieras, ahora lárgate de aquí antes de que cambie de opinión y te termine también echando del trabajo —respondí con un tono de desprecio y rabia, sin embargo, ella se burló.
—Siempre he sabido que eres un hombre arrogante y egoísta que solo busca satisfacer sus propios deseos, un completo cretino, no sé por qué esperé un trato diferente para mí de tu parte, pero lo que no esperé es que fueras un hombre capaz de respetar a las personas, incluso cuando no te interesan. Me equivoqué contigo. Solo espero que te enamores de esa mujer, que te haga sufrir tanto que todos te vean, suplicando o llorando por ella —dijo tomó la ropa y antes de salir expresó— nunca se sabe Maxwell como te las cobra la vida, a veces lo hace con lo que más nos importa, pero cómo a ti no te importa Emma, no hay problema con eso.
Salió de allí dejando tras su paso un ambiente denso, y sus palabras me hicieron sentir incómodo, tuve la impresión de que se trataba de una amenaza.
—Tengo que encontrar a Emma —expresé en voz alta.
Saqué una ropa y me comencé a vestir, mientras trataba de detener esa contradicción de emociones que sentía, porque, por una parte, quería darle alcance y por el otro deseaba mantener intacto mi orgullo, al final ganó la primera alternativa, y al estar listo, tomé una decisión ¡Debía alcanzarla!
Salí de allí a toda prisa, pensando en donde pudo haberse ido, y enseguida un pensamiento se vino a mi mente.
—A visitar a su padre —dije en voz alta y conduje a toda velocidad, rogando que no le hubiese pasado nada.
Emma Leyton
Llegué al centro de salud donde estaba mi padre, con el corazón en la boca, ansiosa por la noticia que me tenían.
Me dirigí al doctor, quien al verme sonrió complacido.
—Señorita Emma, me alegra que haya venido, le tengo una excelente noticia, hizo bien usted en no desconectar a su padre, porque sorpresivamente se ha despertado justo antes de llamarla —expresó y yo no pude contener la emoción.
—Déjeme verlo.
Inmediatamente, el médico me llevó a la habitación de mi padre y al llegar sus ojos se iluminaron de alegría, corrí hacia él abrazándolo tan fuerte como cuando era pequeña, mientras lágrimas de felicidad salían de mis ojos.
—Papá, ¡Qué bueno que estés bien! Te he extrañado —expresé con voz quebrada de la emoción, mientras él acariciaba con suavidad mi espalda.
Los minutos me parecieron eternos mientras los médicos seguían con sus esfuerzos por reanimarlo, pero el pitido continuo de la máquina indicó de un destino inevitable. Mis ojos se llenaron de terror cuando finalmente los médicos se retiraron, sacudiendo la cabeza en señal de derrota.
—Lo siento mucho, señorita Emma —dijo el médico con quien hablé al llegar.
—¡No puede ser! —grité, incapaz de aceptar lo que estaba ocurriendo—, usted me dijo que había mejorado ¿Cómo va a decirme ahora que murió?
Estaba desesperada y no entendía por qué el médico terminó engañándome, diciéndome que había reaccionado y ahora no.
—Señorita, muchas veces los pacientes mejoran de manera inexplicable, para a las horas o a los días morir —explicó, pero yo no creía en su palabra, estaba indignada, porque me costaba aceptar que el hombre que más amaba y era mi familia más cercana se había ido.
Caí de rodillas junto a la cama, sintiendo que mi mundo se derrumbaba. Abrazaba el cuerpo inerte de mi padre, incapaz de aceptar que ya no estaría conmigo.
—Por favor, papá, despierta. No me dejes sola, por favor, por favor... —supliqué entre sollozos, mientras mis lágrimas caían sobre su rostro.
Pero no había respuesta. Mi padre se había ido para siempre, dejándome con un vacío inmenso en el pecho. Mis sollozos llenaron la habitación, ahogados por la pérdida y el dolor.
En ese momento, en medio de mi desesperación, vi a Maxwell entrar en la habitación. Sus ojos se encontraron con los míos, pero yo lo miré con una mezcla de odio y rabia. La presencia de ese hombre, a quien responsabilizaba por la situación de mi padre, me llenó de un rencor inmenso.
—¡Tú! ¡Tú eres el culpable de todo esto! —le grité, señalándolo con un dedo tembloroso, mientras mis ojos se llenaban de furia y Max me miraba como si me hubiese vuelto loca o salido una segunda cabeza.
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