Emma Leyton
Maxwell permaneció allí, parado, mirándome con una expresión que no pude descifrar completamente. Sus labios se movieron, pero yo estaba sumergida en mi propio dolor, incapaz de escuchar una sola palabra que pudiera salir de su boca.
Mi mente estaba nublada por la ira y el dolor. Cerré los ojos con fuerza, apretando los puños, sintiendo la rabia inundarme por completo.
—¡Vete de aquí! ¡Fuera! ¡No quiero verte! ¡Vete! ¡Eres un maldito monstruo! —grité con todas las fuerzas que me quedaban, incapaz de soportar la presencia de Maxwell en ese momento.
Mis emociones se desbordaron, el odio y la tristeza eran demasiado abrumadoras. Me sentí perdida en un mar de emociones encontradas, incapaz de racionalizar o controlar mi dolor. Las lágrimas continuaron cayendo mientras deseaba con todo mí ser que Maxwell desapareciera de mi vista para siempre.
Maxwell Crane
Me quedé frente a Emma, atónito ante sus palabras. No esperaba ser señalado como culpable de nada. Mi expresión pasó de confusión a preocupación cuando vi el estado de Emma, sumida en una tristeza y rabia profundas.
—Emma, yo... —comencé a decir, pero ella me interrumpió con un grito.
—¡No quiero escuchar nada de ti! ¡Fuera de mi vida! ¡Fuera! Deja de fingir que te preocupa lo que está pasando —gritó Emma, con los ojos llenos de lágrimas y una ira intensa en su voz.
Recorrí la distancia que nos separaba, pero Emma comenzó a golpearme el pecho, me daba golpe tras golpe.
—¡Eres un asesino! Ya papá me dijo la verdad antes de morir, que fuiste tú el responsable de lo ocurrido —habló histérica con la voz desgarrada por el dolor.
—¡Ya basta Emma! ¡Cálmate! No sé qué te habrá dicho tu padre, pero yo no soy responsable de nada de lo que me estás acusando —espeté con firmeza, sin embargo, mis palabras no parecieron convencerla y siguió atacándome.
—¡No te creo! ¡Porque eres un cretino! ¡Un prostituto! ¡Te odio con toda mi alma! ¡¡Como quisiera no verte más!! —sollozó con lágrimas en los ojos, se notaba que estaba cegada por el dolor.
Pero no me alejé, aunque me molestaba su manera de atacarme sin aceptar mis explicaciones, no quería dejarla en ese estado de desesperación.
La vi perder las fuerzas y estuvo a punto de caer al suelo con las manos cubriendo su rostro, hasta que yo la sostuve con fuerza, momento que aprovechó a aferrarse de mis brazos y lloró más.
—Me quedé sola… mi papá era mi todo —pronunció con voz quebrada.
Yo la estreché entre mis brazos, mientras le acariciaba con suavidad sus cabellos, inhalando su dulce aroma, me sentí embriagado por su olor, y una parte de mi anatomía se encendió con el solo toque de sus manos.
Sin embargo, no pude evitar sentir remordimiento, porque yo estaba sintiendo deseo por ella al mismo tiempo que no cesaba en su llanto producto de su pérdida.
—No te dejaré sola… y te prometo que vamos a llegar a la verdad de todo, los responsables de lo que le ocurrió a tu padre lo van a pagar —suspiré porque ella se soltó de mí y me miraba con incredulidad—, sé que no tienes razones para confiar en mí, pero prometo dártelas.
Emma me miró con duda, como si no supiera si confiar o no, las emociones se reflejaron en sus ojos, el dolor, miedo.
—¡No te creo! ¡Eres un hombre malvado! —sus palabras salieron entre sollozos.
Su furia me golpeó como un vendaval, pero no podía dejarla en ese estado. A pesar de sus golpes y gritos, la vi destruida frente a mí y al parecer mis palabras no parecían ser suficientes para calmar su tormenta emocional.
La sostuve, a pesar de sus acusaciones, algo en mí se negaba a abandonarla. Necesitaba ayudarla a atravesar este momento, incluso si eso significaba soportar su ataque en mi contra.
—Emma escúchame —le dije enmarcando su rostro en mis manos. Tu padre... su última confesión no es lo que crees. Hay algo más detrás de todo esto, Emma —mi voz era firme, pero llena de empatía.
Sus lágrimas siguieron brotando, el silencio se instauró por un momento entre nosotros. Podía sentir la tensión en el aire, la fragilidad de nuestra situación. No éramos más que dos personas unidas por circunstancias que se nos escapaban de las manos.
—Mi niña, deberíamos tomar un descanso —le dije a Thalía—, a mi hermano no le gustaría que te ocurriera nada, además, debes cuidar a mi sobrino, por favor —mencioné, intentando calmar un poco la tensión.
—Pero... —comenzó a protestar, pero la interrumpí.
—Tenemos que estar lúcidas nenas, para poder tomar decisiones cuando sea necesario. Descansar nos ayudará a estar mejor preparados para lo que pueda venir, además, así podemos enviar a tu padre también de descansar—insistí, tratando de convencerla.
Finalmente, después de una breve discusión, convinimos en irnos los tres, nosotras a descasar en una habitación que Alexis, había mandado a preparar para nosotras y él a recibir atención médica que, hasta ahora, no había sido la que requería por su negativa a dejarnos solas. Mientras nos dirigíamos al área de descanso, noté cómo Thalía se aferraba a mi brazo, tratando de contener su llanto.
—¿Por qué pasa esto, Tarah? ¿Por qué siempre debo sufrir? —sus palabras salieron entrecortadas por el sollozo.
—Son cosas que ocurren nena, no tiene nada que ver contigo. Estamos juntos en esto, ahora tienes que descansar —traté de transmitirle un poco de esperanza en medio de la incertidumbre que también me abrumaba.
Nos quedamos dormidas, pero un par de horas después, apareció mi madre, vuelta un mar de lágrimas, cuando la vi supe que había ocurrido algo grave y lo supimos segundos después, ella negó con la cabeza, como si quisiera borrar con ese gesto la realidad.
—¿Qué pasó mamá? —le pregunté y antes de responder un sollozo salió de su garganta.
—El médico acaba de hablarnos, dice que… nos despidamos de Zachary… no soportó el dolor, hija —expresó mientras yo la abrazaba con fuerzas y ella se deshacía en sollozos.
Ninguna de las dos nos dimos cuenta de que mientras estábamos consolándonos, Thalía salió de la habitación corriendo, sino hasta un momento después, cuando me giré para hablarle pensando que estaba en la cama y no la encontré.
—¡Ay no! Cometí un error, no debí venir a decirles nada —dijo mi madre preocupada —, voy a buscarla.
—Está bien, pero no pienses que te dejaré ir sola. Yo voy contigo —declaré mientras trataba de contener mi preocupación por Thalía y rogaba que no le ocurriera nada.
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