Gregory Jackson
La noticia me cayó como un baldazo de agua fría, mi corazón comenzó a latir con fuerza y una oleada de preocupación me invadió de inmediato.
—¿Se ha ido? ¿Pero a dónde? —pregunté, tratando de mantener la calma, aunque en mi voz se reflejaba mi angustia.
El señor Kempless frunció el ceño y se levantó de su asiento, mirando fijamente a la criada.
—¿Cómo no va a estar? ¿A dónde se ha ido? —inquirió caminando hacia la salida del despacho, yo lo seguí por las escaleras hasta llegar al primer piso y a la habitación.
Entramos, pero cuando él abrió las puertas del closet, no había muchas cosas que faltaran.
—¿Por qué dice que se fue? Tiene todas sus cosas aquí —declaró el señor Kempless.
—Porque no está su cartera, y dejó su celular encima de la mesa de noche, sin bloquearlo y sin tener ningún número registrado, además, falta su morral preferido y dejó una nota —dijo la criada extendiendo el móvil y la nota.
El señor Kempless tomó el celular y la nota y la leyó, pero no dijo nada. Su rostro se transformó de rabia y se giró hacia mí.
—¿Tú te la llevaste? ¿La ayudaste a escapar? —inquirió visiblemente molesto.
Miré al hombre con incredulidad.
—¿De verdad es usted el empresario exitoso que todos dicen? ¿Cree que estaría aquí preguntando por ella si me la hubiese llevado? Pues permíteme aclararle que de habérmela llevado estuviera muy lejos de aquí —sentencié irritado.
—Si no fue contigo ¿Con quién pudo haberse ido? ¿Para dónde? Revisen las cámaras de seguridad, no puedo creer que mi hija haya escapado y nadie se haya dado cuenta ¡Son unos ineptos todos! —exclamó indignado—, tú debes saber dónde está —acusó a la criada y el rostro de esta palideció.
—No lo sé, señor. La señorita Lissa anoche después de discutir con usted, se encerró en la habitación, nadie la vio salir, cuando vine esta mañana a traerle la comida, no estaba y solo encontré esa nota —explicó la mujer con nerviosismo.
La preocupación me invadió ¿Dónde podía estar Lissa? ¿Por qué se había ido sin dejar alguna pista sobre su paradero? La preocupación por su seguridad se apoderó de mis pensamientos, y el nerviosismo lo dominó por completo.
—¿Puedo ver la nota? —pregunté, el hombre me miró con desconfianza, pero al final me la entregó, aunque sin dejar de protestar.
—Tú eres el culpable de todo, provocaste que mi hija se fuera, ¿Acaso te cuesta entender que no eres hombre para ella? No tienes dinero, ni fama, ni un apellido de renombre.
Ignoré las palabras de Kempless, desplegué la nota con manos temblorosas y leí rápidamente el breve mensaje.
"Lo siento. No puedo aceptar sin protestar que tomes decisiones por mí, tengo derecho a escoger mi propio camino, no seguir el que me quieres trazar, si me equivoco será mi culpa, pero se tratará de mi decisión. No te preocupes, estaré bien. Lissa."
Las palabras fueron como un puñetazo en el estómago para mí, porque había puesto en duda su amor por mí, y la había acusado de ser una interesada, y ahora me daba cuentas que Alexis tenía razón, había sido su padre quien quiso imponerle la decisión de alejarse de mí y yo me había portado como un patán, ahora solo esperaba poder dar con su paradero y pedirle perdón, mientras tanto, no podía evitar que la incertidumbre me invadiera por completo.
Salí de allí, mientras me dirigía al hospital para hablar con Thalía, porque esa era la única amiga que le conocía, quizás ella pudiera darme una pista de donde podría estar Lissa.
Emma Leyton
Ese momento era el más doloroso de mi vida, mientras veía a través del cristal del féretro, por última vez el rostro de mi padre, pasé mis dedos con suavidad, tratando de dejar grabada su imagen.
Las lágrimas rodaron por mis mejillas de manera copiosa, la tristeza me invadía y el nudo en mi garganta se hacía más grueso, por un momento sentí que todo me daba vuelta y estuve a punto de caer, si no es por unas fuertes manos que me sostuvieron.
—¿Estás bien? —escuché preguntar la voz de Maxwell, quien me miraba como si realmente estuviera preocupado por mí.
—No te preocupes, ya me siento bien —respondí.
—Si quieres puedo acompañarte para sentarte un momento en el jardín —me dijo Donato tomando mi brazo.
Maxwell asintió comprensivamente, apoyando una mano en mi hombro en un gesto de consuelo.
—Entiendo. Perder a alguien así es como perder una parte de ti mismo. Pero no estás sola, Emma. Cuenta conmigo si necesitas hablar o simplemente un hombro en el que apoyarte.
Su calidez me reconfortó en medio del dolor. No pude evitar sentirme agradecida por su presencia, a pesar de las complicaciones que su cercanía podía traer.
Antes de que pudiera responder, la voz de mi tía retumbó en el lugar.
—Vaya, vaya, así que tenemos a Massimo Crane ¿Qué ocurre? ¿Viniste a ver que realmente tu rival está bien muerto? —inquirió con un tono de burla.
Me incorporé levantando la vista y pude ver a quién se refería mi tía, el hombre allí parado era una versión exacta del que tenía junto a mí, era inevitable ocultar el parentesco que los unía.
—Lila, no es el momento de comentarios tan mal intencionado, vine a mostrarle mis respetos a Leyton —señaló con firmeza.
—A mí no me engañas, yo sé que lo odiabas porque se enamoró de la misma mujer a quien tú amabas —pronunció la mujer con malicia.
—Él fue mi amigo y… —comenzó a decir el hombre, pero mi tía lo volvió a interrumpir.
—Claro, una amistad que se vio destruida por la zorra de Emerith —expresó con desprecio y en ese momento, yo me levanté y caminé hacia ella.
—¿Qué estás diciendo? ¡No te permito que te expreses de esa manera de mi madre! —exploté.
—Tú a mí me permites lo que seas, porque esa es la verdad, tu mamá no era más que una zorra, igual a ti, estaba prometida con Massimo Crane, y cuando este tuvo un accidente, terminó enredada con mi hermano… es hora de que sepas que no es la mujer honorable que tu padre te hizo ver… y no conforme con eso, el día que murió en el accidente se estaba escapando con su amante. Creo que es hora de abrirte los ojos —señaló complacida, mientras yo la miraba con incredulidad.
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