Maxwell Crane
La tensión en la habitación era palpable. Mi padre se quedó viéndome con intensidad, pero sin decir nada.
—Sabes que puedo ser tan terco como tú y no me voy a quedar tranquilo hasta que tú me digas lo que quiero saber, de hecho no pienso moverme de aquí hasta que lo hagas —dije, con firmeza— ¿Tuviste una relación con la madre de Emma y ella te dejó por Leyton? —insistí.
—Yo la amaba, cuando me separé de tu madre, pensé que nunca más iba a volver a amar, pero ella me cautivó con su belleza, sencillez, era enérgica, cariñosa, y hasta te cautivó a ti también, creí que era la mujer perfecta, era todo lo que buscaba… ella regresó a su pueblo, y yo quedé en ir a buscarla en un par de semanas, pero tuve un accidente y me retrasé, no pude comunicarme con ella, pero le avisé a una de sus amigas para que le avisara que estaría con ella, el mismo día que regresé recibí una llamada, que me dirigiera a una habitación del hotel que causalmente era del mismo sitio donde me estaba hospedando, cuando llegué la vi allí desnuda, haciendo el amor con otro hombre. Estaba tan concentrada que ni siquiera se dio cuenta de mi presencia —pronunció con tono triste.
—¿Por qué no te le acercaste, la insultaste, la encaraste y le pediste explicaciones? —pregunté con incredulidad.
—Porque sabes muy bien que somos hombres orgullosos, que no nos rebajamos a suplicarle a nadie y no damos segundas oportunidades, solo me marché de allí sin decir nada.
—¿Entonces? ¿Nunca más la viste? —pregunté y él sonrió de mala gana.
—Al día siguiente, cuando iba a regresar, ella me interceptó, me pidió que habláramos que necesitaba hablar conmigo, pero no quise hacerlo, la eché y le dije que no quería saber nada de una zorr4 como ella, que para mí había muerto —expresó con pesar.
—¿Y ese hombre era Leyton? —pregunté y él negó.
—No, era otro amigo de nosotros. En ese momento tres del grupo la pretendíamos, solo Alexander Kontos, no tenía interés en ella, porque estaba casado y amaba profundamente a su esposa. ¿Y quién es ese hombre?
—Torrence, era el hombre con quien ella estaba Stiller Torrence —respondió.
—¿Torrence? No conozco ese hombre ¿Dónde vivía? ¿A qué se dedicaba? ¿Dónde está ahora? —interrogué.
—No sé nada de él, fue como si la tierra se lo hubiese tragado.
—¿Y qué papel juega Leyton y su hermana en todo esto? ¿Cómo terminó la mujer que amabas casada con él? —pregunté, porque sus respuestas en vez de responder mis interrogantes me creaban más.
—Años después, ella apareció, quería explicarme de nuevo lo ocurrido, pero mi orgullo fue más fuerte, me negué a escucharla, le dije que la única manera de hacerlo es que reconociera que me había sido infiel. No quiso admitir su infidelidad, y eso dividió aún más nuestras posibilidades de reconciliación. Ilan, intervino en un intento por resolver la situación, pero no logramos entendernos. Con el tiempo, ella y él terminaron juntos, casados y con el tiempo tuvieron una hija. Eso fue el final de nuestra amistad. Me llené de rencor hacia Leyton y comencé a boicotear sus negocios.
—¿Tú lo llevaste a la ruina? —le pregunté y mi padre asintió.
—Le cerraba los negocios, me adelantaba a sus inversiones, pero no hice nada por dañar su integridad física, además, siempre le dejaba un margen de obrar para que escapara, siempre lo hacía, éramos una especie de juego que teníamos, pero jamás sería capaz de matarlo —expresó, y vi en sus ojos sinceridad.
—¿Y por qué no quieres que tenga algo con Emma? Al principio pensé que creías que era tu hija, pero conociendo tu historia no entiendo —respondí.
—Porque no quiero que sufras, las mujeres de esa familia son una maldición para nosotros —expresó con un suspiro, y yo me reí.
—¿Maldición? ¿Es en serio que un hombre cómo tú creas en esas cosas? —inquirí mirándolo con incredulidad.
—No fui el primero que se enamoró de una Rafferty, antes de mí, fue mi padre, se enamoró de la madre de Emerith, y mi abuelo de la abuela de esta, y ninguno fue feliz con ellas, y permanecieron solos después de conocerlas —dijo mi padre con preocupación.
—No tienes por qué preocuparte, yo no me enamoro de nadie, nunca lo he hecho ni lo haré ahora, no estoy enamorado de Emma, solo me gusta mucho, pero el día que me acueste con ella ya verás que todo se me pasa —respondí con indiferencia y mi padre negó con impaciencia.
—No, Max, el día que te acuestes con esa chica estarás perdido porque quedarás irremediablemente enamorado —sentenció mi padre con firmeza.
Lo miré con escepticismo, negando con la cabeza.
—Eso no va a suceder. No me enamoro, y mucho menos de alguien como Emma. Es solo una atracción pasajera, nada más.
Mi padre se mantuvo serio, evaluándome con una mirada penetrante.
Tarah Kontos
Ese día me decidí arreglar el sótano de la casa de Alexis, me gustaba mucho desentrañar recuerdos, y ver las antigüedades y los detalles que habían rodeado la vida de las personas y este era un buen lugar para hacerlo.
—Por Dios, mujer, tú no puedes estar en esos oficios, estás embarazada —protestó Alexis, molesto conmigo.
—Estoy embarazada, no incapacitada, además, si quieres puedes acompañarme y te sientas tranquilo a mi lado sin mover un dedo, porque tú sí debes estar en reposo —le propuse y él terminó accediendo.
Media hora después estábamos entre cajas de recuerdos, cuadernos. Tomé la primera y estaba llena de álbumes de fotos.
—¡Qué divertido! Mira, fotografías —dije emocionada y Alexis sonrió, acercándose a mí y sentándose a mi lado.
—¿De quiénes serán? —preguntó y yo empecé a ojearlo.
—Creo que es de tus padres cuando estaban jóvenes —dije y empecé a pasar, página por página, hasta que de pronto me detuve—, ¿Esta es Lissa? —pregunté.
—Sí, se parece, pero viendo a mis padres, allí no creo que sea Lissa, sino su madre —articuló, sin dejar de observarme.
—Tengo la impresión de haber visto a esta mujer en algún lado —susurré, mientras trataba de recordar, hasta que de pronto los dos hablamos al mismo tiempo.
—Emma Leyton —dijo Alexis.
—La mujer del pie —respondí yo, y ambos fruncimos el ceño—, ¿Por qué esta mujer se parece a ellas dos? Su parecido es asombroso ¿Emma y Lissa son familia? —pregunté y ambos nos quedamos pensativos.
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