Sarah Farfán
Llegué a la fría habitación donde estaba viviendo desde hace una semana, me encontraba deprimida, me sentía sola, extendí la vista y vi los resultados de los exámenes, al lado de la mesa de noche, los tomé desbastada y los llevé a mi pecho, mientras dejaba que los recuerdos me inundaran al mismo tiempo que las lágrimas recorrían mis mejillas.
—Sarah ya Tarah está esperando su segundo bebé, y Zachary su primero, ¿Cuándo se van a animar para que me den ustedes también la sorpresa? —preguntó la madre de Michael.
Antes de que yo pudiera responder lo hizo Michael.
—No te preocupes mamá, pronto Sarah y yo te llenaremos esta casa de niños, ella y yo no nos estamos cuidando, así que es cuestión de poco tiempo en que les demos la noticia.
Al escucharlo hablar sonreí, porque eso es lo que más deseaba, ser madre, prácticamente desde que estábamos juntos todos los meses esperaba con ilusión que mi período no bajara, pero igualmente cada mes me decepcionaba y me daba ánimo diciendo que al mes siguiente lo lograría, pero siempre era lo mismo.
Viendo que cada intento era infructuoso, decidí ir al médico a hacerme unos análisis, Lamentablemente, luego de practicarme los exámenes, los resultados no fueron lo que esperaba.
—Lo siento, señora Hall, lamento mucho darle esta noticia, pero de los exámenes realizados se determinó que padece de un problema de infertilidad —explicó el médico con compasión.
Mis ojos se abrieron desmesuradamente al escuchar esas palabras. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda y un agudo dolor en el pecho. La noticia golpeó con fuerza, desmoronando mis ilusiones y esperanzas en un instante.
—¿Infertilidad? ¿Cómo es posible? ¿Hay algo que se pueda hacer? —pregunté con voz temblorosa, tratando de procesar la noticia.
El médico explicó que, si bien había tratamientos y opciones disponibles, no podían garantizar resultados positivos. Me sentí abrumada por la incertidumbre y la sensación de pérdida que me invadió. Ser madre era mi mayor deseo, al igual que lo que más añoraba Michael, saber que ese camino probablemente no sería posible, representó un golpe devastador para mí.
Salí del consultorio médico con la mente en un torbellino. Las lágrimas nublaban mi visión y la sensación de desesperanza me pesaba en el pecho. Intenté mantener la compostura, pero era imposible.
Los días siguientes me sumí en mi propio mundo, me distancié de Michael, porque no encontraba la forma de confesarle esa terrible realidad.
Fuimos de nuevo a casa de su familia, me mantuve en silencio, la tristeza se agolpaba en mi interior como una terrible infección que me atacaba destruyéndome desde mi interior.
—Les tengo una gran noticia la novia de Zucker, está embarazada, y vienen hoy a comer con nosotros —dijo la madre de Michael.
Yo me quedé en silencio, por un momento me vi tentada a decirle la verdad, pero vi a Michael bromeando con sus hermanos que supe que no podía hacerle eso.
Pronto llegó Zucker con su novia, Bárbara, era el único hermano que me faltaba por conocer.
—Hola, tú debes de ser Sarah, mucho gusto —me dijo la mujer con aparente amabilidad.
—¡Felicidades! Es una grata noticia —expresé y la mujer sonrió.
—Bueno, realmente estoy asustada, no me imaginé nunca ser madre, a decir verdad, no quería serlo, no me imagino a un niño llorando detrás de mí exigiendo mi atención, pero al parecer para los hermanos Hall, quizás porque son mucho, ser padres es un requisito indispensable.
La escuché y una tristeza surgió dentro de mí, la preocupación de que ella tuviera razón me causó ansiedad.
—Creo que ninguna estamos preparadas para ser madre, pero cuando tenemos a ese pequeño en los brazos, nuestro amor va creciendo.
—Difiero de ti, creo que ese vínculo surge en el vientre, considero que si es un hijo adoptado no debe sentirse igual, no hay vínculo —dijo la mujer y el dolor atenazó mi interior.
—No creo que tengas razón, un hijo adoptivo se debe amar tanto como a un hijo biológico… —pero antes de que pudiera hablar ella me interrumpió.
—No te creas, y de hecho a los hombres no le gusta eso de estar atendiendo a un hijo de otro —esta vez habló duro, llamando esta vez la atención de todos los presentes—, ¿Qué opinan ustedes chicos? ¿Cómo prefieren adoptar a un niño o que sea biológicamente de ustedes?
—Bueno, Bárbara, es una pregunta interesante, la adopción es una hermosa opción, creo que es una forma de amor increíble, darle un hogar y amor a un niño que lo necesita —respondió él con calma y sinceridad—. Pero, si les soy sincero, no creo que esté preparado para adoptar, preferiría tener un hijo que tenga mis propias características, o las de mi esposa, que se parezca a la familia, no creo que me sentiría bien teniendo a un hijo tan ajeno a mí, mi sueño es tener un mini Michael.
—¿Qué ha cambiado? ¿Qué te hace sentir así? —preguntó, con la voz entre cortada por la sorpresa y la preocupación.
No pude soportar la tristeza en sus ojos, era como si estuviera destrozando su corazón en pedazos. Me sentí culpable, pero también necesitaba tiempo para procesar todo lo que había descubierto y decidir qué camino tomar.
—Michael. Hay muchas cosas que necesito aclarar —dije, evitando su mirada directa.
Él se mantuvo en silencio durante un momento, como si estuviera buscando las palabras adecuadas para responder. Finalmente, suspiró profundamente y dijo:
—Está bien, si quieres me iré un par de días a casa de mi madre —respondió y yo negué con la cabeza.
—No es necesario, yo me iré a casa de una amiga a reflexionar, y cuando esté lista hablamos.
Mientras hablaba sentí mi corazón en un puño. Me costaba ver cómo la noticia lo afectaba, pero al mismo tiempo, necesitaba tiempo y espacio para encontrar la manera correcta de abordar la situación.
Michael salió de la habitación y cerré los ojos, tratando de calmar mi mente y mi corazón agitados. Me sentía abrumada por la tristeza y la incertidumbre, pero estaba segura de que lo obligaría a permanecer conmigo. Y unos días después le dije que nuestra relación debía terminar.
Volví al presente, estaba en la cama, abrumada por la tristeza. Repasé en mi mente los momentos en los que había anhelado ser madre. Las conversaciones con Michael sobre el futuro, nuestras ilusiones compartidas, todo se desvanecía en ese instante.
Estaba sumida en una mezcla de emociones y recuerdos, sosteniendo los papeles en mis manos temblorosas, los guardé en el cajón, sintiendo un nudo en la garganta y un dolor en el pecho.
Lloré en silencio mientras recordaba aquella conversación que parecía haber ocurrido hace siglos. Michael y yo habíamos estado tan felices, tan ilusionados con la idea de formar nuestra propia familia. Pero ahora, todo eso parecía un sueño lejano, algo que se había desvanecido en el aire.
Sentía mi corazón pesado, dejé que las lágrimas me sumergieran en un mar de emociones contradictorias
—Te amo tanto, Michael. Pero sé que encontrarás esa mujer con quien puedas tener ese hijo biológico que tanto deseas —susurré entre sollozos, sintiendo en mi interior, un vacío que parecía no tener fin.
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