Thalía Kontos.
Me sentía demasiado cansada a pesar de haber estado durmiendo ese par de días al lado de Zachary, que poco a poco se iba recuperando de su herida, aunque me insistía en que me fuera a casa, me negaba porque no quería dejarlo solo, me preocupaba que algo le ocurriera en mi ausencia.
Abrí los ojos lentamente y me di cuenta de que él me estaba mirando.
—Amor, ¿Por qué no regresas a descansar a la casa? Por favor, no sigas negándote —me dijo con suavidad, entretanto yo hacía un puchero no convencida.
—Es que me da miedo alejarme de ti y que pueda pasarte algo —respondí sin poder ocultar mi tono de preocupación.
—Y a mí me da miedo que a ustedes dos les pase algo, por favor, ve a casa, te prometo que estaré bien, podemos hacer videollamadas, y así nos mantenemos en contacto —me dijo mientras acariciaba con suavidad mi rostro.
Luché con la idea de irme, pero finalmente accedí. Me levanté de su lado y me incliné para besar su frente con ternura.
—Está bien, iré a casa, pero solo si prometes cuidarte y llamarme para saber si estás bien y si necesitas algo, ¿de acuerdo? —le dije, con una sonrisa forzada para disimular mi preocupación.
Zachary asintió, sus ojos reflejaban gratitud y comprensión.
—Voy a mandar a uno de mis hombres de seguridad para que te acompañen y le aviso a tu padre para que esté pendiente de ti, no quiero que corras ningún peligro —me dijo y yo asentí.
Enseguida lo vi llamar al jefe de seguridad, y minutos después llegó el hombre, me despedí de Zachary con un beso, le di un último vistazo antes de salir de la habitación.
Mientras caminaba por el pasillo del hospital tuve una extraña sensación, de hecho una corriente fría recorrió mi columna vertebral, y mi cuerpo se estremeció, me abracé tratando de brindar calor a mi cuerpo.
Mis pasos fueron firmes, cuando llegué al exterior, sentí la brisa golpearme con fuerza, mientras caminaba, una mujer venía del lado inverso al mío y de pronto su pie se dobló.
—¡Ay! —gritó la mujer yendo al encuentro del suelo.
Sin embargo, antes de que pudiera golpearse, yo extendí mi mano y la sostuve de un brazo para evitar que cayera, ella me miró sorprendida y luego emitió una leve sonrisa.
—Muchas gracias —me dijo agradecida.
Nuestras miradas se encontraron y percibí otra vez esa sensación de inquietud.
—Si quiere podemos ir a tomarnos un café o cualquier cosa, estoy agradecida porque me ayudaste, por favor dime lo que puedo hacer por ti y lo hago, voy a darte mi tarjeta, no dudes en llamarme para quedar —pronunció la mujer revisando la cartera y sacando una tarjeta que me entregó.
La tomé y la metí en la cartera sin mirarla, nos despedimos y seguí al auto, mientras el hombre de seguridad me llevaba a la casa.
Llegué a la casa, cuando entré me dijeron que mi padre y Tarah estaban en la sala de estar, al dirigirme hasta allá, noté a mi padre y a Tarah sentados en la alfombra revisando numerosas cajas en la sala de estar.
Me acerqué con curiosidad, notando la expresión de determinación en el rostro de ambos.
Enseguida mi padre y Tarah comenzaron a recoger las cosas, hasta que de pronto mi padre se detuvo con el rostro pálido y me enseñó la tarjeta que me había dado la mujer.
—Thalía ¿De dónde sacaste esto? ¿Quién te lo dio? —me interrogó, pero su expresión era de una mezcla de molestia y temor, me sorprendió su reacción, de hecho no entendía por qué se había puesto de esa manera.
Fruncí el ceño, confundida por la reacción de mi padre. Tomó la tarjeta, la miró y luego miró a su padre.
—Papá, no pasa nada, simplemente fue una coincidencia. Vi a esa mujer en el hospital cuando salía y se iba a caer, solo la ayudé. No tengo ningún contacto con ella, ¿por qué te pones así? —pregunté confundida por la reacción intensa de mi padre.
Él parecía visiblemente alterado, tomó la tarjeta con firmeza y la examinó detenidamente. Luego, con una expresión mezcla de preocupación y seriedad, me miró directamente a los ojos.
—Esa mujer, Thalía, es peligrosa. Debes alejarte de ella, ¿entendiste? —advirtió mi padre, su voz transmitía una seriedad que no había visto nunca dirigirla hacia mí.
—Pero, papá, no entiendo, solo la ayudé para que no se lastimara, no tengo ningún contacto con ella, y jamás la había visto. ¿Por qué dices que es peligrosa? —insistí.
Mi padre suspiró profundamente y me miró con tristeza, como si estuviera a punto de decir algo que cambiaría todo.
—Thalía, esa mujer... es tu madre biológica y fue la persona que te quiso hacer daño, por eso no quiero que te acerques a ella y la mantengas lejos —confesó mi padre, mirándome directamente a los ojos, al mismo tiempo que esperaba mi reacción.
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