-Errr... Cuando encontramos el pañuelo, intenté contactar con el Sr. Jackson, pero ahora está asistiendo a una conferencia de diseño en el extranjero y su teléfono está apagado. Por lo tanto, no hemos podido contactar con él.
-¡Entonces piensa en una forma de contactar con él! -rugió Finnick—. ¡Pídele que venga aquí de inmediato después de que consigas contactarlo!
-Entendido, señor Norton -respondió Noah, con el rostro pálido como una sábana.
Finnick ya no pudo concentrarse en el modelo de que aparecía en la pantalla de su ordenador. En su lugar, procedió a salir de la habitación en su silla de ruedas con rapidez. Noah le siguió apresurado mientras oía a su jefe preguntar:
—¿Ha vuelto Vivían a casa?
-Molly acaba de llamar para informar que la Sra. Norton ya está en casa.
Al oír eso, se suavizó la expresión tensa de Finnick. Justo entonces, se dio cuenta de repente de que aún tenía el pañuelo en la mano y lo lanzó hacia Noah con una mirada de asco.
—Tira esta cosa. Además, adquiere la fábrica que fabricó este pañuelo y ciérrala. No quiero volver a ver un pañuelo similar en ningún lugar de este mundo.
Noah sintió que le ponían en un aprieto mientras preguntaba:
-Pero, ¿y el señor Jackson...
—¡Haz lo que te digo! —gritó antes de que Noah pudiera completar su frase.
Vivían ya estaba dormida cuando Finnick llegó a casa. La noche anterior no durmió bien al no haber compartido cama con él. Por ello, se había sentido agotada todo el día y se fue a la cama después de terminar de cenar y lavarse.
En cuanto él entró en la habitación, la vio acurrucada en la cama. Estaba abrazada a la manta y llevaba puesto el camisón de seda que Molly le había comprado. Sus delicados hombros y su huesuda espalda estaban al descubierto. Finnick no pudo evitar fruncir el ceño ante tal escena.
Vivían tenía la costumbre de dormir abrazando la manta en lugar de cubrirse con ella. A menudo, el hombre se despertaba en mitad de la noche y colocaba la manta sobre ella, por miedo a que se resfriara. «¿Por qué Molly le compró un camisón tan fino? ¿No es consciente de que así es más fácil resfriarse?», pensó.
Al cerrar la puerta, se levantó de la silla de ruedas y se dirigió a la cabecera de Vivían, queriendo cubrirla con la manta. Sin embargo, justo cuando se paró junto a la cama, la mujer se dio la vuelta y la manta se deslizó por completo de su cuerpo. La garganta de Finnick se apretó en ese momento y detuvo sus acciones.
Comprendió por fin por qué Molly había preparado aquel camisón para Vivían. Se trataba de un camisón negro con unos patrones muy hermosos que se entrelazaban de forma intrincada. El vestido se pegaba a su piel clara, lo que la hacía más atractiva. En primer lugar, el camisón estaba diseñado para ser ajustado, lo que resaltaba sus curvas. Además de su postura al dormir, que era tan...
Finnick recordó de repente algo y agarró la muñeca de Vivían. Al sacarla de debajo de la manta, vio la gasa de algodón sobre su herida que ya estaba desplazada de su sitio.
-¿No has vuelto a cambiar el vendaje? Vivían William, ¿puedes dejar de preocupar a los demás? -dijo el hombre con el ceño fruncido.
Después de recibir la reprimenda de Finnick, Vivían retrocedió un poco, ya que tenía un poco de miedo.
—Lo cambiaré ahora mismo —respondió.
Justo cuando Vivían estaba a punto de salir de la cama, Finnick la volvió a presionar:
-Deja que lo haga yo. No será fácil usar solo tu mano izquierda.
El hombre se marchó y regresó con unos bastoncillos de algodón y un medicamento, luego empezó a cambiarle el vendaje. Ella ya había perdido la cuenta del número de veces que le ayudó a cambiar sus vendas desde el día en que se lesionó. Sin embargo, cada vez que lo hacía, sus mejillas no dejaban de calentarse al sentir su cálido aliento cayendo sobre su brazo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Casado dela noche a la mañana