–Bien...despacio.
Nicholas me toma cuidadosamente de la mano para ayudarme a bajar del auto.
–Nick, estoy bien. Mis piernas funcionan a la perfección, ¿sabes?
–No quiero que te lastimes, son muchas escaleras.
Volteo a mirarlo con los ojos entrecerrados.
–Son cinco. Y dijiste que me quedaría en la habitación de abajo.
–Es que yo...
–Es que tú ¿que?
Pongo mi mano en la cintura y lo miro.
–Quería que durmieras conmigo.
Me dedica una sonrisa tan tierna que mi corazón comienza a bombear más rápido de lo normal.
–¿No que no debía hacer esfuerzos? Acepte venir aquí y que "me cuidaras"—digo haciendo unas comillas con mis dedos—, porque se suponía que no debía estresarme, alimentarme bien y descansar. No quieres dejarme subir los cinco escalones de la entrada pero pretendes que suba los treinta hasta tu habitación.
Comienzo a reírme y él me mira, en su rostro aparece una sonrisa algo, bueno, una de esas sonrisas que te incitan a pecar, en pocas palabras.
–Podría llevarte en mis brazos.
–Eso no es una opción.
Sin previo aviso, él me suelta y pone una mano en mi cintura y la otra en el pliegue de mis rodillas y me levanta. Yo me abrazo fuerte a su cuello.
–¿Pero qué haces? Suéltame, Nicholas.
–Eso nunca...
Dios, cuando este hombre me mira de esa manera...¡lo único que quiero es abrirle mis piernas!
Sacudo mi cabeza para alejar aquel pensamiento, quito mis brazos de su cuello y los cruzo sobre mi pecho.
–Vale, haz lo que tú quieras entonces.
Deja un beso rápido en mi mejilla y me sonríe.
–Dijiste que lo que yo quisiera.
Ruedo los ojos, provocando ahora una risita tierna de su parte. Él comienza a subir las escaleras hacia la puerta, la cual está abierta.
Veo una mujer acercarse a nosotros y él le sonríe.
–Christine, siempre no usaremos la habitación de abajo.
Le guiña un ojo y comienza a subir las escaleras a la segunda planta. Va por el pasillo hasta que llegamos a su habitación y luego me deja suavemente sobre su cama.
–Lista.
Le señalo su ropa en el suelo y él se encojo de hombros.
–Solo me desnudaba para tomar un baño.
–Ya veo.
Tomo el doblez de mi camisa y la saco por encima de mi cabeza, luego quito mis shorts, quedándome solo en ropa interior.
–Creí que no querías acompañarme.
Me mira otra vez con su ceja alzada y yo me sonrió.
–Cambie de opinión.
Camino lentamente hacia él y entro en la ducha, abro la manija, el agua comienza a fluir y moja todo mi cuerpo a su paso. Me doy la vuelta para mirar a Nick. Él está recargado en la pared, con sus manos en su cadera y ahora le daba la razón a Maddie: este hombre parece esculpido por los mismísimos dioses del Olimpo.
–¿Que no ibas a tomar un baño?
Le digo y me pego más a la pared contraria a donde él está. Camina hacia mi, me toma por la cintura y me recarga completamente en la pared.
–Estás jugando con fuego, Alyssa.
Me dedica una mirada juguetona y se la devuelvo.
–Hacerlo siempre nos ha iluminado la sonrisa.
Le respondo, él toma mi cuello con una de sus manos mientras con la otra me sostiene fuerte de la cintura y me pega contra su cuerpo, y luego...simplemente me besa. Me besa con frenesí y cariño, con desesperación y dulzura. Hay tantas sensaciones en ese beso que me cuesta nombrarlas y si soy sincera, no quiero que termine. No me importaría dejar de respirar con tal de no romperlo, de no separar nuestros labios ni un instante. Cada caricia y cada beso que Nicholas deja sobre mi, es tan único que me hace sentir pequeña. Me siento pequeña ante la inmensidad de sus sentimientos hacia mi, porque ahora me daba cuenta de ellos, de su pureza e intensidad. Y como lo había dicho en el club de golf, daría y haría lo que fuera con tal de verlo siempre feliz, porque él me hacía feliz, al demostrarme su amor y preocupación por mi y un ser tan maravilloso como él, que puede amar con tal magnitud, merece recibir lo que da...y yo, yo simplemente quería amar con tal intensidad.
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