Ambos estábamos acostados en la cama mirando el televisor cuando el timbre comienza a oírse por toda la casa para que minutos después y sin aviso previo, apareciera en la habitación el torbellino Samantha.
–¿Planean quedarse todo el día en la cama o que?
Nick y yo nos miramos y luego miramos a Sam.
–Por mí está bien.
Decimos ambos al unísono y no puedo evitar reír ante la mirada malhumorada de Sam.
–Deben estar locos, en serio.
Dice y luego clava su mirada esmeralda en mi.
–Aly, convence al tonto de que nos lleve a la playa.
La chica me hace ojitos y yo vuelvo a reír para mirar a Nick y aplicar la misma técnica que su hermana.
–Nick, Sam quiere ir a la playa.
Él me mira unos segundos, luego a Sam y después otra vez a mi.
–Nena, Samantha está loca y tu convaleciente. ¿Tengo que recordarte lo que dijo el doctor? Debes descansar e ir a la playa no me parece que lo sea precisamente.
–Sam.
La llamo y ella me ve con ojos de cachorro triste.
–Sal de la habitación.
Le guiño un ojo, su sonrisa se ensancha y hace lo que le pedí.
Me levanto de mi lugar y me subo sobre el vientre de Nick, quedando justamente encima de su órgano.
–Alyssa, dije que no.
–Por favor...¿podemos ir a la playa? Un rato solamente.
Hago un puchero y él se ríe. Tomo sus manos y las coloco sobre mis caderas.
–No va a funcionar.
–Por favor, vida.
En mis veintitrés años de vida, NUNCA había llamado de manera similar a una pareja, aunque tampoco es como si hubiese tenido varías. Era una palabra tan nueva que me fue extraño oírla salir de mis propios labios.
–Quiero ir a la playa. Prometo que será solo un rato y tú decidirás la hora de regreso.
Junto las palmas de mis manos y doy un pequeño brinco en mi lugar, haciendo que nuestros centros se froten y notando el comienzo de una ligera erección.
–Iremos—me dice serio—, pero al volver te harás cargo de esto.
Él señala el bulto creciente dentro de sus bóxers y yo asiento con frenesí. Me le quito de encima y corro al clóset ya que, cuando decidió que me acogería en su casa, mandó por mis cosas a mi departamento y, ya que dormía con él, estaban en su habitación. Tomo unos shorts de mezclilla, una blusa y un bañador de dos piezas color rojo con lunares negros y entro rápidamente al baño para vestirme. Cuando salgo, él está sentado en la cama ya con su bañador y una camisa de botones abierta de par en par, permitiéndome admirar su abdomen.
–¿Lista?
–Es que tú y tu hermano son muy diferentes, Sam.
–Obviamente, mira esta maravillosa obra de arte—dice señalando su rostro—, y luego este adefecio, nada que ver.
–No, físicamente son bastante similares pero en su manera de ser es donde difieren.
Ella me mira como si no tuviese idea de lo que estaba hablando.
–Con lo poco que te conozco, he podido ver que eres bastante extrovertida, eres cariñosa, ruidosa y enérgica mientras que Nicholas es callado y bastante borde la mayoría de las veces.
Me percato que Nick voltea a verme con una ceja alzada, yo me encojo de hombros.
–Es la verdad.
Ambos hermanos ríen y Sam de pronto grita, provocando que ambos volteemos a mirarla confundidos.
–Nick, ¿ya le dijiste lo del sábado?
Nick abre de golpe los ojos de golpe, como dándose cuenta de algo.
–No, dile tú.
Él vuelve su atención al camino, veo a Sam rodar los ojos y luego me sonríe.
–Haré una fiesta por mi cumpleaños el sábado, me gustaría que vinieras.
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