–Por favor, Joey para...
Él vuelve a gruñir cerca de mi cuello, erizándome la piel. Aprieto mis ojos fuerte cuando siento como la mano que tenía en mi cadera baja lentamente hasta mi vientre.
–Nunca había conocido a una mujer...como tú. Mi linda, linda Alyssa.
¡Nick por favor ayúdame!
Comienza a besar mis labios cuando siento que se separa de un tirón. Abro mis ojos, lo veo tirado en el piso cerca de la puerta y una silueta imponente se alza entre nosotros.
–¿Estás bien?
Me dice Nick sin despegar la mirada de Joey. Lo veo quitarse su saco y entregármelo sin voltear a verme.
–Toma esto.
Lo obedezco y me coloco rápidamente el saco sobre los hombros. Joey sigue tirado en el piso y veo a Nick apoyarse en una rodilla sobre él, haciendo un puño con su mano.
–Eres un...
Le da un puñetazo.
–Maldito...
Otro puñetazo.
–Enfermo, degenerado.
Y otro puñetazo más. La mirada de Joey ya está completamente desorbitada y le ha comenzado a salir un hilo de sangre por la nariz, ceja y labio.
–Nick, basta.
Camino hacia él. Su mirada está fija en Joey.
–¿Te gusta acosar a las mujeres, imbécil?, ¿Eh? ¡Te voy a desfigurar, maldito, y a ver si te quedan ganas de volver a tocarla!
Detengo el brazo de Nick en el aire, antes de que su puño vuelva a impactar en el rostro moribundo de mi vecino idiota.
–Nick, por favor, ya basta.
Me agacho a su lado y entrelazo nuestros dedos.
–Estoy bien. Por favor, suéltalo.
Acaricio su mejilla con mi mano libre y volteó su rostro hacia mi. Sus ojos puestos y atentos en Joey, a cualquiera de sus movimientos.
–Nick...
Lo llamo y el me mira por apenas unos segundos. Suelto su mano y tomo su rostro con ambas manos.
–Ya tuvo suficiente, déjalo.
Él me mira con el ceño fruncido, sin embargo, hace lo que le digo. Toma al casi inconsciente chico por el cuello de la camisa y lo levanta del suelo para llevarlo a prácticamente a rastras hasta la puerta de entrada y luego arrojarlo al pasillo como lo que era: una asquerosa y pestilente bolsa de basura.
Cierra la puerta detrás de él y se gira a verme.
–¿De verdad estás bien?
Me toma por los hombros para llamar mi atención, yo levanto el rostro para poder mirarlo.
–Lo estoy, no te preocupes.
Me encojo de hombros y mi mirada se clava al suelo, pero de pronto mi cuerpo comienza a temblar, señal de que el efecto de la adrenalina por fin se ha ido y puedo sentir como mis piernas se doblan. Al parecer, Nick puede verlo también, ya que me toma por la cintura y me pega a su cuerpo.
–Cielos, Alyssa. Esto no es estar bien.
–Es solo cansancio.
Digo sujetándome de sus brazos, pero él coloca un brazo en mi espalda media y el otro en el pliegue de mis rodillas, levantándome en brazos como si nada.
–¿Q-que estas...?
–Shhh, cierra la boca.
No me deja terminar de hablar y mi ceño se frunce. Lo siento girar levemente y escucho el crujido que hace la puerta de mi habitación al abrirse. Él se adentra en ella y me coloca suavemente sobre el colchón.
Suspiro y asiento con la cabeza, aceptando finalmente.
–Está bien, te puedes quedar.
Me levanto del colchón y voy a mi armario para sacar unos shorts de pijama y una blusa para mi, luego saco unos pants de la última vez que mi hermano vino a visitarme y se los entrego.
–¿No se molestará tu novio?
Mira los pantalones y luego a mi con una ceja alzada. Yo me río.
–Tu eres mi novio ahora.
Bromeo y noto su semblante oscurecerse.
–Son de mi hermano.
Explico y el alza su rostro para mirarme.
–Ya veo.
–Puedes...quedarte aquí, yo iré al sillón.
Digo y me dispongo a salir lo más rápido posible de la habitación pero Nick me detiene tomándome de la muñeca, se levanta del colchón y me encara—aunque claro, tiene que bajar su rostro para poder mirarme completamente—.
–No, yo...
Se ha colocado peligrosamente cerca de mi, siento sus manos posarse ligeramente sobre mi cintura y acariciar mi curvatura por encima de su saco.
–Nick...¿qué haces?
Digo con apenas un hilo de voz. Él no me está tocando directamente pero puedo sentir como se activan todas mis células nerviosas con la simple idea de ser tocada por él.
–No tengo ni puta idea.
Dice sin dejar de examinar mi rostro y de repente mi cuerpo deja de responderme. Mi cerebro se manda solo y le envia órdenes a mis pies, quienes lo obedecen y se ponen en puntillas para acercar aún más mi rostro al de mi jefe.
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