(COMPLETO) My F*ucking Hot Boss romance Capítulo 8

Abro mis ojos sobresaltados por el infernal ruido de mi alarma. Miro a mi arededor desesperada, buscando a Nick. Mis ojos no lo encuentran dentro de la habitación así que salgo a la sala.

Finalmente lo veo dormido en el sillón de tres plazas, está con el torso al descubierto y con uno de sus brazos protegiendo su rostro de la luz que comienza a entrar por la ventana. Me acerco a él y coloco mi mano sobre su pecho, sorprendida por lo duros que son sus pectorales.

–Nick, es hora de despertar.

Él gruñe, volteando su rostro hacia el respaldo del sillón para darme la espalda.

–Nicholas, hablo en serio, llegaré tarde al trabajo.

–Entonces vete.

Dice con voz apenas comprensible pero...¡DIOS! Su voz mañanera es incluso más sexy que la normal, tanto que ha logrado ponerme la piel de gallina en la zona del cuello.

–¡Claro que no! Es mi casa.

Él al fin reacciona y me mira aún adormilado pero sorprendido. Se sienta de golpe en el sillón, provocando que dé un brinco hacia atrás.

–Ya me voy.

Se levanta de golpe del sillón y se encamina hacia la puerta.

–¡Oye, espera!

Lo detengo y él se gira.

–Dime.

–¿No te...llevarás tus cosas?

Señalo su traje acomodado de manera impecable en el sillón de una plaza, está apenado, y me doy cuenta porque sus orejas se han pintado de un ligero carmesí.

Él toma su traje y se dirige nuevamente a la puerta, no sin antes decir:

–Nos vemos en la oficina.

–Hasta en un rato.

Le respondo, él abre la puerta y la cierra tras de sí, permitiéndome echarle un vistazo a su trabajada espalda.

–Dios Alyssa, ¿que carajos estás pensando?

Sacudo mi cabeza, echando lejos la tentadora imagen de clavar mis uñas en ella y dejarla marcada como si fuese únicamente mía.

Me desvisto de camino al baño y tomo una ducha de agua fría para aplacar mis hormonas, ya que las malditas están vueltas locas. Dejo que el agua recorra mi cuerpo mientras lo relaja a su paso y lavo mi cabello, cuando por fin termino quito el exceso de agua de mi cabello y me cubro el cuerpo con una toalla.

Voy a mi habitación y saco de mi clóset unos pantalones azul marino con un saco a juego y una blusa a rayas blancas y negras, me pongo unas zapatillas y seco mi cabello para después atarlo en una coleta alta. De maquillaje coloco únicamente máscara, un poco de colorete y mis labios los pinto de color rojo.

Tomo mi bolsa, mi teléfono y salgo de mi apartamento. Me encuentro en la calle en espera de que pase algún taxi cuando un precioso y ya familiar Audi color negro se detiene frente a mi. Baja el cristal del lado del copiloto y me observa sonriente.

–Sube, te llevo al trabajo.

–No creo que deba.

Le digo y me encojo de hombros, sosteniendo con fuerza mis cosas.

–Alyssa, no fue una pregunta. Sube al auto.

Bufo ante su orden y termino por acceder, abro la puerta y hago lo que me dijo.

–Sí, con respecto a eso...no es algo de lo que me gustaría que toda la oficina se enterase así que...iré primero.

Sin previo aviso y con un movimiento rápido, me jala hacia él para después acunar mi rostro entre sus manos y besarme. Y eso no era lo más sorprendente, sino el hecho inexplicable de que yo se lo estuviera permitiendo.

¡Dios! Tenía un día de conocer al hombre y ya le había permitido estar a menos de sesenta centímetros de mi, verme prácticamente desnuda, dormir bajo mi techo y ahora le permitía besarme. ¿Que me pasaba? No tenía idea, pero sin lugar a dudas esta sensación me gustaba.

Lo tomé del cuello de su camisa y lo pegué más a mi, pasando de ser un beso tranquilo y tierno a uno apasionado y urgido en cuestión de unas cuantas milésimas de segundo. Siento sus manos acercarme de las caderas mientras las mías se van abriendo paso entre los botones de su camisa.

Cuando sus manos bajan de mi cadera hasta mi trasero me separo de él.

–¿Que estamos haciendo?

Le pregunto jadeante en busca de aire.

–Solo nos damos un gusto.

Me responde con sus pupilas dilatadas.

–No, esto...no está bien, Nicholas.

–Alyssa, yo estoy seguro de querer esto.

Sus ojos me miran de una manera que me cuesta descifrar.

–La pregunta aquí es, si tú lo quieres también.

Por supuesto que lo quiero, carajo.

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