A TRAVÉS DEL ESPEJO MÁGICO.
Cassian, Sebastián y Lorcan se miraron con sorpresa y confusión. Aylin había desaparecido repentinamente. Lorcan rompió el silencio y preguntó:
― ¿A dónde fue Aylin?
Sebastián miró la pintura con el ceño fruncido.
― Posiblemente, este sea el dichoso espejo mágico.
Cassian, sin querer esperar un segundo más, tomó una decisión impulsiva y siguió el mismo camino que Aylin, desapareciendo a través de la pintura. Lorcan y Sebastián intercambiaron una mirada de determinación y decidieron seguirlo.
Cuando cruzaron al otro lado, se encontraron con una escena completamente diferente. El aire estaba frío y la nieve caía suavemente sobre ellos. Estaban parados en un puente que se extendía hacia un castillo, en lo alto de la montaña.
― ¿Dónde demonios estamos? ―pregunto Lorcan temblando de frío.
Sebastián miró a su alrededor.
― Parece que hemos sido transportados a otro lugar. Y ese castillo ―señalo la sombría estructura en lo alto de la montaña ― Debe ser el castillo de Lestat.
Cassian que rodeaba a Aylin con sus brazos, dijo.
― Tenemos que seguir adelante. Hay que sacar a mi hijo de allí cuanto antes.
Los dos hombres asintieron. Con paso firme, el grupo avanzó por el puente, cada paso acercándolos más a su objetivo. El viento soplaba fuerte, haciendo que sus capas se agitaran y sus rostros se cubrieran de nieve.
A medida que se acercaban al castillo, las sombras se alargaban y la sensación de peligro se intensificaba. Sabían que estaban entrando en territorio enemigo y que cada paso podía ser una trampa mortal.
―¿Alguna idea de cómo vamos a entrar? Porque dudo mucho que seamos recibidos con los brazos abiertos. ―pregunto Lorcan.
Sebastián palmeó su hombro y dijo de forma natural.
―Alguien debe ser la carnada, ¿no adivinas quién?
[…]
Mientras tanto, en una habitación privada, Lestat golpeaba por quinta vez las nalgas de Freya.
―¿Te gusta esto, verdad? ―pregunto mientras sostenía en un puño el cabello de la mujer ―Te gusta ser dominada por mí.
Freya lo miró con los ojos llenos de satisfacción, a lo largo de los años había aprendido a disfrutar de los juegos sexuales de Lestat. Al principio fue doloroso, pero después, aprendió que un poco de dolor podría traer la más grande gratificación sexual.
―Sí, mi señor… ―murmuro con voz ronca ―Me gusta ser dominada por ti.
Su sumisión solo avivaba el deseo dentro de Lestat. Quien no quería esperar un segundo más para fundirse dentro de ella. Abrió su bata de seda negra y la dejó caer. Su cuerpo definido y lleno de cicatrices se acercó a ella, luego masajeo su polla dura y erecta.
―Yo también disfruto de apretado coño, Freya ―le susurro muy cerca del oído y ella aspiró su aroma a muerte y placer. ―Eres mi esclava favorita. No… ―se rio ―… eres mi sumisa.
Sujetó sus caderas y posicionó la punta de su polla y la penetró de una sola vez. El gemido lujurioso de Freya resonó por la habitación, cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, apretó con fuerza las correas que sujetaban sus muñecas. En esta ocasión Lestat la había amarrado a una cruz de San Andrés.
Cuando finalmente todo se calmó, Lestat se apartó y comenzó a desatarla.
―Te quedarás descansando, hoy me he excedido contigo. ―desato su otra muñeca y la masajeo.
―¿Qué harás tú?
―Voy a encargarme del niño. Quizás un poco de tortura haga que su madre venga por él ―cargo a Freya en sus brazos ―Me sorprende que no hayan venido todavía, supuse que les interesaba su hijo.
―Lo harán, mi señor. Conozco a Aylin, ella vendrá.
Lestat la miró fijamente.
―Duerme, necesitas recomponer fuerzas.
Freya le devolvió la sonrisa y estaba a punto de cerrar los ojos cuando un aroma familiar la golpeó. Frunció las cejas y se irguió.
―¿Qué pasa? ―Lestat preguntó al verla olfateando.
―Están aquí. ―dijo. ―Ellos están aquí.
―¿Estás segura?
―Por supuesto que sí ―respondió determinada ―Reconocería el asqueroso olor de Aylin donde fuera.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: CONTRATO CON EL ALFA, EL TIO DE MI EX.