Elia esperaba ansiosa, y finalmente llegó el sábado.
A las seis de la mañana, ya estaba de pie, eligiendo ropa de su armario. Se probó varias combinaciones, pero ninguna le convencía del todo.
Al final, se decidió por un abrigo verde aguacate que la hacía ver más joven, combinado con unos pantalones anchos en tono beige y un suéter a juego de moda.
Parada frente al espejo, miraba de un lado a otro, sin estar completamente satisfecha, frunció el ceño, indecisa sobre qué conjunto escoger.
Detrás de ella, Asier se acercó en su silla de ruedas, tan imponente como siempre, vestido con un traje a medida en negro intenso y una corbata azul oscuro, emulando la elegancia de un aristócrata.
Con su figura perfecta, todo le quedaba bien y no necesitaba esforzarse mucho en su apariencia.
Al verlo en el espejo, Elia se giró y se encontró con sus profundos y oscuros ojos. Se sintió un poco lastimada frente a él, y caminando hacia su silla de ruedas, ligeramente hizo pucheros sin darse cuenta.e2
Elia no podía ocultar su nerviosismo. Se agachó junto a su silla, apoyando su mano en el reposabrazos, miró a Asier con sus ojos vidriosos y le preguntó con un tono un poco caprichoso. "Asier, ¿qué conjunto de ropa me queda mejor? No sé por qué siento que ninguno es perfecto."
Asier sonrió, le acarició la cabeza con su gran mano y dijo: "Vas a ver a los niños, cualquiera que no sepa pensaría que vas a encontrarte con el amor de tu vida, ¿para qué tanto protocolo?"
Elia replicó: "Pero si son mis tesoros más preciados, hace tres años que no los veo. Han crecido y seguramente yo he envejecido. No quiero que me vean mayor, quiero mostrarles lo mejor y más joven de mí."
Asier se rio y dijo: "Aún eres joven, para nada estás vieja. Tranquila, para los niños siempre serás la mejor mamá, no importa cómo te veas."
Eso calentó el corazón de Elia, pensó que tenía razón, sus niños la amaban tanto que su apariencia no cambiaría ese amor.
Pero ella no quería que se preocuparan.
Elia no podía ni imaginar cómo se verían sus hijos después de tanto tiempo, pero estaba muy emocionada de poder verlos al fin.
Media hora más tarde, el coche se detuvo en el estacionamiento.
Elia abrió la puerta y se bajó, luego ayudó a Asier a salir. Fabio los seguía, cargando un montón de cosas.
Como ya habían acordado la visita con la escuela, los dejaron pasar directamente.
Al entrar al colegio, Elia vio a cuatro niños esperando en la entrada de piedra, mirando con ansias hacia la puerta.
Los cuatro niños, más o menos de la misma estatura, los dos varones un poco más altos que las dos niñas, estaban alineados, mirando hacia la entrada.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia
excelente cada capítulo es mejor amo esta historia...
suban mas capitulos por favor es excelente la historia...
Suban más por favor 🙏🏼 muy buena historia 💝...
Suban más capítulos 🙏🏼...