"Papito, te amo más que a nada." Adora, con sus pequeñas manos, sostuvo la cara de Orson y le plantó un beso en la mejilla.
Esa vocecita tierna y dulce era capaz de derretir el corazón de cualquiera.
Orson se sentía como si estuviera en un jardín florecido, su corazón se había convertido en un charco de miel.
Su sonrisa se ensanchó, cálida como la primavera, y frotó su mejilla contra el rostro suavecito de Adora, diciéndole: "Papito también te ama."
"Y a mí, papito, a mí también." Fred, con pasitos cortos, se acercó a Orson, agarrándole el pantalón y mirándolo con ansias de atención.
Orson bajó la vista hacia esa mirada anhelante, y liberando una mano para acariciar su cabecita, le dijo con ternura: "Papito también te ama mucho."
"Jiji... yo también amo a papito." Satisfecho con la respuesta, la risa de Fred era tan alegre que también expresaba su amor por su papá.e2
Jacinta, observando desde un lado, no sabía si enojarse o reírse. Le molestaba que Orson, siendo el padre de los niños, no tuviera ningún pudor en sus acciones, y que encima tuviera otro hijo con otra mujer.
¡No merecía el amor incondicional de sus hijos!
Pero le causaba gracia ver que los niños no sabían nada de eso, solo sabían que Orson era su papá, así que le entregaban todo su amor sin reservas, sin esconder ni un poquito el cariño que le tenían.
Los niños eran la inocencia personificada.
"Bueno, bueno, ¿no íbamos a jugar en el tobogán? Vamos, que ya casi es hora de ir a casa, se va a hacer de noche," Jacinta se acercó, tomando la manita de Fred.
Ella podía ver que Orson y Jimena tenían cosas de qué hablar, así que era mejor no interrumpir.
Esa declaración de Jimena, sin duda, era sólo para molestarlo, porque ella era capaz de hacer cualquier cosa con tal de irritarlo.
Orson se tocó la nariz intentando ocultar su incomodidad: "Eh, te malinterpreté, solo quería ver si tenías frío en las manos."
"¿Y qué? ¿Qué te interesa si las tengo frías o calientes? ¿Sentirías calor si este puño te golpea en la cara?" Jimena gruñó, apretando su puño y frotándolo sobre la palma de su otra mano.
Orson retrocedió rápidamente: "Estás calientita, no me necesitas por ahora, mejor me voy a casa."
Se dio la vuelta y se dirigió a su puerta, tecleó el código y abrió la puerta. Antes de entrar, miró hacia atrás a Jimena, sonriendo, lo que provocó que Jimena, apretando los puños, se acercara rápidamente hacia él.
Orson retiró la sonrisa, se deslizó rápidamente hacia adentro y cerró la puerta detrás de sí. Uy, Jimena podía ser una tigresa a veces, de verdad que sí asustaba.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Domestícame! Mi pequeña y gran Elia
excelente cada capítulo es mejor amo esta historia...
suban mas capitulos por favor es excelente la historia...
Suban más por favor 🙏🏼 muy buena historia 💝...
Suban más capítulos 🙏🏼...