Esta vez, Amaris sí se rio. Había echado de mucho de menos el humor seco y el ingenio de Minerva.
‘Escucha, tigre, ¿qué pasa entre Fernando y tú?’, preguntó, bajando la taza y mirando a su amiga a los ojos.
Amaris suspiró y miró por la ventana.
‘Las noticias vuelan’.
‘Me sorprende que no lo hayas visto, si te soy sincera’, contestó Minerva mientras se inclinaba hacia un lado y empezaba a rebuscar en su bolso.
‘¿Ver qué?’, preguntó frunciendo el ceño.
Minerva buscó en su teléfono hasta que encontró lo que buscaba y se lo dio a su amiga.
‘¿Qué m*erda hace esa cretina casándose con tu hombre?’, siseo enfadada.
Amaris miró el informativo que había aparecido en la pantalla en las noticias de entretenimiento.
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Justo debajo había una foto de Jess y Fernando mirándose con adoración en algún acto. Amaris resopló y le devolvió el teléfono mientras Minerva se cruzaba de brazos enfadada.
'Suéltalo. Quiero detalles, quiero todo', ordenó con los ojos entrecerrados.
Con un suspiro, Amaris le contó cómo había descubierto a su hermanastra y a Fernando juntos. Cuando terminó de explicárselo, Minerva tenía una mirada asesina y sus ojos dorados ardían con furia.
De repente, golpeó la mesa con el puño y explotó.
‘¿Qué m*erda?! ¿Ha perdido la cabeza?! ¡¿Eligió metérsela a esa p*tita descuidada antes que vivir contigo?!’, gritó con fuerza.
Amaris hizo frenéticos ruidos de silencio y sonrió disculpándose a los demás clientes y al personal, ya que rápidamente se estaban convirtiendo de nuevo en el centro de atención.
‘Minerva, está bien. Es mejor que lo sepa ahora que después de casarnos hoy'.
‘¡No está bien! Apuesto a que Maena quería arrancarle el p*ne y metérselo por la garganta. ¡¿Cómo d*monios puedes ir en contra del vínculo de pareja?!’.
No había pensado en eso, pero dile que lo tendría en cuenta para posibles opciones si tengo la oportunidad de ir uno a uno con él. Yo también tengo unas cuantas palabras para el cobarde de su lobo, interrumpió Maena con entusiasmo.
‘Maena aprecia tu sugerencia', dijo con una risita.
‘Pensé que lo haría”. Minerva resopló mientras volvía a sentarse y miraba a Amaris con la boca abierta por la sorpresa. ‘Espero que hayas rechazado a ese i*bécil’.
‘Lo he intentado. Llamó esta mañana y me colgó antes de que pudiera terminar', respondió miserablemente.
‘Pequeño engreído…', murmuró Minerva antes de que se le iluminara la cara y se inclinara hacia ella susurrando emocionada.
Mientras comían, Amaris le explicó cómo se había producido su encuentro fortuito con el alfa malo. Tuvo cuidado de omitir los detalles sobre la maldición que pesaba sobre el alfa y la amenaza desconocida a la que se enfrentaba, pero se sentía cómoda revelando al menos esto a Minerva.
Se llevaría el secreto a la tumba si fuera necesario, antes que traicionar a quienes consideraba su familia.
Cuando terminaron, Minerva se sentó contemplativa y se masajeó la barriga mientras miraba con avidez los postres expuestos en el mostrador.
‘¡Es imposible que puedas comer más!’, exclamó Amaris con incredulidad.
‘¿Eso es un reto?’. Minerva jadeó con fingido horror. ‘Porque suena muy parecido a un reto. Muy bien. Acepto', dijo, respondiendo hábilmente a su propia pregunta mientras se levantaba y se apresuraba a elegir un postre.
Amaris resoplo con fuerza mientras buscaba su teléfono, que acababa de empezar a sonar incesantemente en el fondo de su bolso. Se había olvidado de apagar el timbre y una vez más, las miradas irritadas se dirigían hacia ella.
Miró furiosa la pantalla de llamadas y rechazó la llamada de Fernando mientras tanteaba el control de volumen para ponerla en vibración. Empezó a parpadear de nuevo el aviso de llamada entrante y, sin molestarse en mirar la pantalla, contestó.
‘¡Por el amor de Dios! ¿qué quieres? No deseo hablar contigo. Si no entendiste lo que dije la primera vez, Fernando, no tengo ni tiempo ni ganas de perder el tiempo explicándotelo', siseo enfadada al teléfono.
Su furiosa reprimenda fue recibida con un silencio estrepitoso, antes de que se oyera el sonido nervioso de un carraspeo.
‘Para que lo sepas, este no es Fernando, y apuesto a que deseará no ser él mismo tampoco cuando por fin consigas encontrarlo', dijo la persona al otro lado del teléfono con una risita seca.
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