El Alfa romance Capítulo 11

Amaris frunció el ceño.

‘Entonces, ¿quién es y cómo ha conseguido mi número?’, preguntó, quitándose brevemente el teléfono de la oreja para comprobar el identificador de llamadas antes de volver a colocárselo sobre la misma.

‘No tengo tu número guardado y este es mi teléfono personal. Entonces, ¿quién es?’, preguntó con altanería, dando golpecitos impacientes con el pie.

'Eh... soy Allan, Beta Allan, mi Luna. Alfa Nocturne me pidió que llamara para averiguar tu paradero'.

‘Ah...’, respondió ella mientras se le iba el color de la cara y Maena soltaba una risita...

‘Ah... Alfa Nocturne ha organizado la ceremonia para mañana por la tarde. Para cuando la misma se haya completado y se hayan llevado a cabo las celebraciones apropiadas para la manada, la luna llena debería haber salido. Los sabios de la manada están listos y dispuestos, y más que emocionados debo añadir, para darte la bienvenida a tu posición oficial como Luna de la Manada de la Luna Oscura’.

‘Claro...’

‘Irónico que la ceremonia de Luna de la Manada de la Luna Oscura se celebre el día en que la luna está más brillante... habría tenido más sentido celebrarla en luna nueva si estuvieran siendo fieles a su homónima', observó Maena cuando Allan empezó a hablar de nuevo.

‘Silencio, Maena, no me ayudas. No puedo concentrarme si me interrumpes', siseó furiosa.

‘¿Luna?’, preguntó la voz de Allan con un deje de impaciencia al otro lado del teléfono.

‘Lo siento. De acuerdo. Perfecto’, respondió Amaris distraídamente, sin pensar realmente en lo que estaba respondiendo, ya que no había captado del todo la pregunta.

‘¡Perfecto! Haré que el chofer te recoja en breve. ¿Dónde quieres que te busque'.

‘Eh, eso no es... Ah, m*erda, ¡bien!’, ella respondió exasperada. ‘Estoy en una cafetería con una amiga. Terminaré en aproximadamente una hora, siempre y cuando ella no coma nada más', murmuró en voz baja.

Se hizo un silencio sepulcral ante su último comentario y Allan se aclaró la garganta con torpeza.

‘No preguntaré', dijo simplemente. ‘El coche estará allí en unos 45 minutos. Mientras tanto puedes decidir si quieres recoger tus cosas de tu casa personalmente o que las recoja uno de nuestros trabajadores. Hasta pronto, Luna’.

A continuación, la línea se cortó y Amaris miró incrédula el teléfono que tenía en la mano.

Minerva se deslizó en su silla y depositó cuatro platos con varios pasteles sobre la mesa que tenía delante.

‘No podía decidirme, así que los compre todos, comentó con indiferencia’.

Amaris hundió la cabeza entre las manos y se tiró del pelo con abatimiento.

Minerva se quitó la cuchara de la boca y entrecerró los ojos pensativa ante la expresión estresada de su amiga.

‘¿Me he perdido de algo?’.

El rostro de Minerva se contorsionó aterradoramente en una mueca de desprecio, con los brazos cruzados delante de ella, mientras observaba al joven alfa con los ojos entrecerrados, quien se detuvo a escasos milímetros de ella.

Fernando acercó su cara a la de ella, sus narices casi rozándose en un intento de intimidarla. Amaris casi se echó a reír. La intimidación solo excitaba a Minerva, ya que le gustaba poner a la gente en su sitio.

‘Apártate de mi camino, Minerva', gruñó amenazadoramente.

Ella resopló y extendió el brazo, empujándolo con fuerza mientras hacía retroceder a Fernando unos pasos. Se acarició las uñas rojas, largas y cuidadas, mientras ladeaba la cabeza contemplativa.

‘Demasiado cerca cachorro. Tu aliento de perro arruinará mi ropa', comentó despreocupada, mente mientras se inspeccionaba las uñas y sonreía satisfecha.

Fernando gruñó enfadado y dio un paso adelante, con las manos cerradas en puños.

‘¡No tengo tiempo para esto m*****a mestiza, quítate de en medio!’.

Minerva contorsionó el rostro en una mueca de horror fingido y se agarró el pecho cómicamente.

‘¡Ay, no! ¡¡Mis sentimientos!! ¿Cómo voy a recuperarme?’, sonrió socarronamente y resopló.

‘Alguien debería enseñarte modales, chiquillo. Primero, le metes el p*ne a la hermana equivocada, y ahora lanzas palabras feas en una cafetería propiedad nada menos que de esos híbridos de los que hablas con tanto desdén. Yo que tú tendría cuidado', advirtió con una dulce sonrisa. ‘Podrías ganarte una reputación desagradable y no querríamos eso’.

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