Fernando gruñó por lo bajo mientras giraba la cabeza y miraba nervioso a su alrededor, notando un buen número de ojos entrecerrados dirigidos hacia él. Respiró hondo y giró los hombros, obligándose a relajarse mientras se pasaba la mano por el pelo.
La furia seguía ardiendo en sus ojos, pero al menos su agresividad estaba bajo control.
‘Escucha, sobre Jess…', exclamó, pero Minerva no se dio por aludida y levantó la mano para silenciarlo.
‘Me importan una m*erda tus excusas y estoy segura de que a Amaris tampoco le interesa oírlas', siseó.
‘Amaris, por favor... ¡Escúchame!’, suplicó mientras se giraba hacia un lado para intentar llamar su atención.
'Creo que deberíamos escuchar lo que tiene que decir’ Intervino Maena Contemplativa.
‘¿En serio? ¿Quieres escucharlo?’, replico Amaris con incredulidad.
‘Si. Entonces podré decidir cuanto dolor quiero hacerle sufrir cuando lo castre a la fuerza a él y a su cobarde lobo’ gruñó, enseñando los colmillos.
Amaris suspiro pesadamente y se puso en pie, apoyando una mano en el hombro de Minerva.
‘Está bien, Minerva. Maena quiere oír lo que tiene que decir', dijo Amaris con calma.
Minerva resopló con disgusto y, con un último vistazo de desprecio a Fernando, se hizo a un lado y se sentó pesadamente en su silla, manteniendo la mirada fija en la pareja que tenía delante.
Fernando pareció relajarse al instante, bajando los hombros aliviado mientras miraba a Amaris a los ojos.
‘Gracias, Maena', dijo agradecido mientras daba unos pasos hacia delante y le agarraba las manos.
Amaris dio un paso atrás y le miro fríamente.
‘No me toques, Fernando. No con las mismas manos con las que tocaste a mi hermana, me dan asco' dijo con una expresión de desagrado.
Se quedó helado, con una mirada herida en el rostro, antes de dejar caer las manos a los costados.
‘Amaris, por favor, no sé qué ha pasado… de verdad. Vine como habíamos planeado y habría pasado la noche en el ala de invitados. Lo último que recuerdo es haber bebido con tus padres y Jess. Después de eso… no hay nada… ningún recuerdo'.
Amaris y Minerva resoplaron casi al mismo tiempo mientras compartían una mirada significativa.
‘¿Eso es lo mejor que puedes hacer? ¿No lo recuerdas?’, se burló Amaris con frialdad.
‘¡Te lo juro, Amaris! Parece una locura, pero es la verdad. ¡Incluso mi lobo no recuerda nada! Por favor… está furioso con toda la situación’, suplicó.
A Amaris le dolía el corazón por su lobo. Por muy fuertes que fueran, metidos dentro de nuestros cuerpos, eran impotentes para actuar si se les dejaba fuera.
‘¡No te atrevas a sentir lástima por él, Amaris! Una vez no excusa los años que lleva acostándose con ella a nuestras espaldas. No es digno de tu compasión’ gruñó Maena furiosa.
Su determinación se endureció con sus palabras y soltó una risita sin humor.
‘No tengo nada que ver con esas fotos. ¿Por qué no vas y le preguntas a Jess? Estoy segura de que ella tendrá algunas ideas encantadoras para ti en cuanto a su origen'.
Fernando la miró en silencio, sintiendo cada vez más rabia antes de estallar.
‘¡No puedes hacer esto!’, rugió mientras golpeaba con el puño la mesa de al lado. Las tazas y los platos de la mesa resonaron en señal de protesta.
Amaris se volvió de nuevo hacia él, con los ojos fríos y desprovistos de sentimientos.
‘Puedo Fernando, ya lo he hecho. Yo, Amaris Anderson…'
‘¡No!’, rugió furioso mientras ella alzaba la voz por encima de sus bramidos.
‘… Te rechazo, Fernando Lunaris, como mi pareja predestinada basándome en tu infidelidad con mi propia hermana y tu escaso respeto por la santidad del vínculo matrimonial '
Fernando la miró furioso, su cuerpo tembló cuando Amaris sintió que la conexión que mantenía con él y su lobo se rompía.
‘No acepto tu rechazo’, afirmó entre dientes apretados.
‘Parece que he llegado en mal momento…' Sonó una voz grave detrás del cuerpo tembloroso de Fernando.
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