Amaris gimió cuando él comenzó a acariciar su protuberancia, con un movimiento circular, a un ritmo tortuosamente lento. Se mordió los labios mientras luchaba contra el impulso de aplastarse contra él, de buscar desesperadamente el dulce placer y la sensación de que él la llenara por dentro.
Dave levantó una mano para tomar su rostro mientras comenzaba a atacar sus labios, tragando sus gemidos, mientras sus piernas temblaban con las sensaciones que él estaba haciendo crecer lentamente dentro de ella.
Sin previo aviso, él retiró la mano de su entr*pierna y concluyó el asalto sobre sus labios, extendiendo su mano sobre la superficie de sus pliegues y presionando
Hacia abajo, como si intentara sellarla.
Amaris se estremeció ante aquella deliciosa presión, pero al mismo tiempo gimió ante la repentina pérdida de su atención.
El le sonrió, y repitió la pregunta una vez más.
'El nombre, Amaris... solo dime el nombre, y te daré lo que quieres'.
Las mejillas de Amaris se sonrojaron furiosamente mientras luchaba contra el deseo que él había despertado su interior, y batallaba contra su conciencia.
No sabía qué hacer. Maena había ahuyentado a Fernando con el rabo entre las patas. Entre el dolor de ese rechazo, y su lobo negándose a ayudarlo, Amaris no estaba segura de que él mereciera el castigo que Dave le impondría.
Aunque había silenciado a Maena, todavía podía sentir su desaprobación y su ira ante su vacilación de castigar a Fernando aún más a causa de sus transgresiones.
Se mordió los labios, y miró a Dave vacilante.
'Puedes hacerlo, Amaris'. Él intentó persuadirla de nuevo mientras metía su mano derecha debajo de su blusa y encontraba el camino hasta debajo de su sostén, presionado un pez*n suavemente entre sus dedos.
Ella se agarró a la mesa para sostenerse cuando sus piernas comenzaron a temblar de nuevo, y sin pudor empujó sus caderas hacia adelante, buscándolo desesperadamente dentro de ella.
Dave se rio entre dientes mientras empezaba, lentamente, a acariciar de nuevo su protuberancia palpitante. Amaris gimió en voz alta, y su cabeza se inclinó hacia atrás.
'Demonios... Dave... te quiero dentro de mí...' Ella susurró con voz ronca al tiempo que él gruñía de frustración.
'Primero... el nombre...' gruñó Dave, mientras ella gemía ante sus caricias.
'Oh... di*blos... de acuerdo...' Amaris jadeó cuando él aumentó la velocidad de sus caricias íntimas.
Mientras sentía el fuego crecer dentro de ella, luchó por recuperar el aliento cuando, sin previo aviso, Dave metió tres dedos dentro de ella, al tiempo que apretaba firmemente uno de sus pez*nes entre sus dedos.
'Fue Fernando! ¡Oh, mi*rda!' Amaris gritó ante la repentina intrusión dentro de ella.
'Buena chica'. Dave sonrió mientras curvaba sus dedos dentro de ella, metiéndolos y sacándolos rítmicamente.
Ella sintió que las manos de él se apartaban de sus pechos por un instante, y el sonido de una cremallera abriéndose la llenó de anticipación.
En un movimiento fluido, él retiró los dedos de su chorréente entrepierna y la volteó para que dejarla inclinada sobre el escritorio, levantando su falda alrededor de su cintura.
Dave empujó sus bragas hacia un lado, tomó sús caderas con ambas manos, y se colocó en posición, casi a punto de pen*trarla, pero sin hacerlo.
'Las chicas buenas siempre son recompensadas, Amaris... ¿Quieres tu recompensa ahora?' Gruñó con voz ronca.
Dave deslizó un dedo alrededor de la cinturilla de sus bragas y movió el elástico contra su piel, jugando con él.
'Voy a necesitar llevar esto' dijo, subiéndose los pantalones y observándola con una sonrisa encantadora.
El corazón de Amaris latió con fuerza en su pecho cuando percibió su expresión juguetona, e instantáneamente ocultó ese sentimiento, frunciéndole el ceño mientras se ponía de pie.
'No hay ninguna posibilidad, ¿por qué di*blos te las daría?' Amaris frunció el ceño mientras comenzaba a acomodarse la falda.
Él agarró de inmediato su muñeca y la miró fijamente a los ojos, sus iris todavía negros a causa del deseo.
'Porque si no lo haces, tengo la intención de aparecer aquí todos los días que estés trabajando, y repetir el encuentro de hoy tantas veces como lo crea conveniente'. Amaris palideció un poco y, a regañadientes, deslizó las bragas por sus piernas y se las sacó, doblándose y recogiéndolas con cautela.
Estaban empapadas con su humedad, e hizo mueca cuando él se las quitó de las manos con una sonrisa y se las metió en el bolsillo.
Amaris frunció la boca con disgusto mientras Maena ronroneaba felizmente dentro de ella.
'Tu aroma es adictivo, Amaris...' Él se encogió de hombros con indiferencia.
'Eres un pervertido...' Murmuró ella, enojada.
'Si. Si, lo soy, y eso te encanta, Amaris...'
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