El amor leal del mal CEO romance Capítulo 4

En cuanto a Delia, era más trabajadora y no daba mucha importancia a la riqueza y la fama. Tenía un novio que había sido su compañero en la secundaria. Empezaron a salir juntos cuando terminaron el examen final. Debido a los resultados de sus exámenes, se matricularon en universidades diferentes, pero por fortuna ambas estaban situadas en la misma ciudad. Por lo tanto, podían pasar tiempo juntos todos los fines de semana.

Como Delia estudiaba en una universidad comunitaria, tenía mucho más tiempo libre que Mario, que estudiaba en la universidad. Por eso, desde el primer día de su primer año, Delia ahorró y trabajó duro para mantenerse a sí misma y a su novio. Mario le dijo que su profesor había solicitado a la universidad que empezara sus estudios de posgrado por adelantado debido a sus excelentes resultados académicos. Por eso, Delia pidió permiso para trabajar a tiempo parcial y le daba una gran parte de lo que le quedaba de sueldo a Mario después pagar sus propios gastos.-

Su relación platónica había durado ya casi un año. Durante ese tiempo, se limitaban a tomarse de la mano y a abrazarse cada vez que se encontraban; su amor era tan puro e inocente como la nieve. Aunque Mariana no conocía bien a Mario, tenía sus dudas sobre esa relación. La gente suele decir que las cosas siempre salen mal para una pareja pobre. Al igual que Delia, Mario procedía de un pueblo e incluso necesitaba que su novia trabajara a tiempo parcial para pagar sus estudios de posgrado. ¿Qué futuro brillante podía tener un hombre así?

A Delia le esperaba un montón de trabajo en la oficina. No pudo evitar sonreír con amargura.

—No tengo otra opción pues hoy tengo que entregar un proyecto a un cliente. Estoy trabajando contra reloj.

—¡Ten cuidado en el camino al trabajo entonces! Por cierto, ¿me prestas tu crema para la piel? La mía se acabó -preguntó Mariana.

Mariana tomó un vaso y se dirigió al dispensador de agua. ¿Se derrumbaría de cansancio si fuera tan trabajadora como Delia? De hecho, hasta cierto punto, Mariana despreciaba a las chicas de pueblo como su amiga.

Aunque ambas habían nacido en el mismo pueblo y, de hecho, procedían de la misma villa, Mariana se había quedado en la ciudad junto con sus padres. Al menos, ella era una citadina, a diferencia de Delia, que era una pueblerina sin una familia importante que vivía en una aldea.

Como vivía en una ciudad de primer nivel como lo era Ciudad Ribera, la vida de Mariana era igual a la de cualquier mujer que viviera en un lugar así, en cuanto a su sentido de la moda, modales y círculo social. Delia, por su parte, aunque tenía una belleza natural, nunca se esforzaba por arreglarse y no prestaba atención a la moda. Como pasaba la mayor parte del tiempo en la universidad, en la oficina o en la casa, Delia a veces deseaba poder transformar su vida, mediante el trabajo duro, en una similar a la de Cenicienta.

A pesar de decir que era la mejor amiga de Delia, Mariana no sabía nada de ella y tampoco tenía la intención de llegar a conocerla mejor. Esto se debía a que no consideraba que fueran del mismo mundo. Creía que en el futuro se casaría con alguien muy rico. Por eso, sabía mucho de maquillaje y de cómo arreglarse bien para

coquetear con los hombres ricos.

Por otro lado, Delia siempre iba sin maquillaje y se vestía de forma muy sencilla y casual. Como había trabajado duro toda su vida, no dedicaba ningún tiempo a mantener su apariencia. Por esta razón, Mariana creía que ningún hombre rico se fijaría en ella. Solo los pobres como Mario, con un origen familiar similar al suyo, se interesarían en alguien así.

Delia no tenía ni idea de lo que Mariana pensaba de ella, pero se conocía bien a sí misma. Nunca pensó que estuviera en una situación tan mala y, por supuesto, nunca soñó con convertirse tampoco en Cenicienta. Era simplemente una persona con los pies en la tierra y se limitaba a hacer lo que le correspondía en la vida. ¡Porque la espuma siempre sube a la superficie!

Al ver que Mariana no le preguntó si había ocurrido algo extraño la noche anterior, Delia estaba segura de que había dormido bien. Era bueno que no supiera nada de lo que había sucedido en su habitación pues así no se vería implicada en ningún problema.

Delia se puso los zapatos mientras sonreía aliviada y luego abrió la puerta principal.

-¡Adelante, tómala! ¡Está encima del lavamanos en mi baño! Tengo que irme ya.

-¿Señorita? -Atónita, Mariana miró confundida al hombre que tenía delante-. ¿Qué quiere decir con eso?

El hombre entendió su reacción y sonrió antes de explicar:

—La joya que lleva usted en el cuello es el colgante de jade que le dio nuestro señor. Es una reliquia de su familia.

«¡Reliquia de su familia!». Instintivamente, Mariana bajó la cabeza para ver el colgante de jade. Se llevó una grata sorpresa de repente al reparar en algo muy importante. Parecía que el señor era alguien muy influyente, pero el colgante de jade en realidad pertenecía a Delia... «¿Qué debo hacer? ¿Debería decirle al hombre que el colgante de jade no me pertenece?». Después de pensarlo, Mariana decidió averiguar más sobre la vida del hombre.

—Todavía no entiendo lo que quiere decir.

-Señorita, somos del Grupo Larramendi y yo soy el mayordomo del Joven Larramendi. Puede llamarme Señor López. El joven me envió a recogerla -explicó el hombre con paciencia. El joven les había ordenado que llevaran a su casa a la mujer que le había salvado la vida.

—¡¿Grupo Larramendi?! ¿Se refiere al Grupo Larramendi que se dedica al entretenimiento, los negocios y la política? ¡¿La empresa que más dinero ha ganado en todo el país en los últimos diez años?! —tartamudeó sorprendida y abrumada de alegría.

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